Los restos mortales de Maradona descansan ya en el cementerio de Bella Vista a 40 km de Buenos Aires, donde llegó anoche, cuando aquí ya era madrugada. A medida que se iba enfriando el cuerpo de Maradona, al personaje lo reclamaban las masas y unos le lloraban mientras otros le cantaban, porque las masas son grandes pedazos de la sociedad nativa de cada lugar, y se llegan a considerar con el derecho a decidir qué hacer con el personaje después de muerto, incluso por encima de la familia, que ayer pretendió tener unas horas de intimidad y no se lo permitieron. Las colas de la gente eran de 5 kilómetros hasta la Casa Rosada, donde estaba el féretro de Maradona.
Y Diego, incluso después de muerto, volvió a ser víctima de Maradona, del personaje que fue irrespetuosamente violado en la intimidad del ataúd, por ese empleado de la funeraria que abre el féretro y se saca una fotografía mostrando el pulgar de la mano izquierda levantado, mientras la mano derecha parece acariciar la frente de Maradona, inerte con los ojos cerrados y amortajado en el ataúd. A esa fotografía le sucedió otra similar, con otros dos empleados, posiblemente también de la funeraria por los guantes de goma con que llevan enfundadas las manos. Fueron tan estúpidos esas fotos las colgaron también en las redes sociales. La funeraria enseguida notificó su despido, pero los barras bravas han debido poner precio a sus cabezas, porque están desaparecidos.
Es la otra vida de Maradona que, a través de esas masas enloquecidas, que lo llegaron a contagiar a él, aún le persiguen en esa locura absurda y tan dañina para su familia y los que de verdad le quisieron. Que le dejen descansar ya en paz y quede entre nosotros su recuerdo en los campos de fútbol, que ese sí ha sido ejemplar
