Las nuevas tecnologías y las redes sociales han supuesto que las campañas electorales se centren solo en mítines y colocación de carteles, sino que una parte de ellas se desplace a las redes y tenga una importancia que muchos periodistas todavía no han percibido. Lo analizamos con Carmela Ríos, periodista, Toni Aira, profesor de Comunicación Política, y Julio Montes, verificador de Maldita Hemeroteca.
Ríos explica que este fenómeno cogió fuerza en las elecciones de EEUU de 2016 gracias a Trump, que marcó el paso para una serie de estrategias comunicativas a través de Twitter que muchos políticos han asimilado ya. Señala que tiene una parte positiva: "la microsegmentación permite hacer mensajes más sencillos pero destinados a un público concreto", aunque también tiene una parte negativa, como es la desinformación.
Cada vez hay más bulos
Este aumento de las noticias falsas es muy peligroso, considera, porque "cambia la percepción de la gente y se cree estos temas solo porque le llegan de personas de confianza". Así, viven preocupados y piensan que se encuentran en un mundo más negativo del que realmente es. "Realmente, hay personas que se han creído que votar por correo puede ser un fraude".
Montes, por su parte, indica que este tipo de bulos suele moverse sobre todo por chats de Telegram porque en Twitter o Facebook existen mecanismos y personas dedicadas a controlar y desmentir estas afirmaciones.
El éxito de la mediatización
El cambio de las campañas electorales supone que los periodistas tengan que adaptarse para conocer cuáles son los temas más relevantes. Aira manifiesta que ha habido una "audiovisualización del mensaje", funcionando estos a partir de 3 patas: personalización, simplificación y emocionalización.
Aun así, Ríos recuerda que nos encontramos en 'sociedades de opinión permanente', es decir, ahora todo el mundo opina de todo y para conseguir los mejores titulares, es necesario generar bronca y enfrentamiento.
