Monólogo de Alsina: "Hay un Pablo que se diluye, aferrado al anhelo de una cartera ministerial, y hay un Pablo que remonta"
Cuatro años y sólo cuatro años. Hay artistas de un solo éxito y hay alcaldes, o alcaldesas, de un solo mandato.
Manuela Carmenase despidió anoche. No tiene concejales suficientes (no ha tenido votos suficientes) para repetir como alcaldesa de Madrid. A diferencia de lo que sucedió hace cuatro años, cuando Carmena rompió moldes en la política española, ha ganado las elecciones pero viendo menguados sus apoyos. Y a diferencia de hace cuatro años, no suma con el PSOE para poder gobernar la capital del reino.
Ada Colau aun no sabe si seguirá de alcaldesa. A diferencia de hace cuatro años, no ha ganado las elecciones. Tiene menos votos que entonces (veinte mil menos) y ha sido sobrepasada por la izquierda independentista. Esquerra es el partido más votado y Maragall quien más opciones tiene para gobernar. Todo lo que puede hacer Colau es llamar a su puerta apelando a su condición, como ella, de partido de izquierdas.
De los alcaldes del cambio, aquellos de los que presumía Pablo Iglesias, sólo ha sobrevivido Ribó en Valencia (que nunca fue Podemos, sino Compromís) y Kichi en Cádiz que, siendo de verdad de Podemos, es el que más se ha esforzado por diferenciarse, y distanciarse, de Pablo. No sólo por el chalet. Pero también por el chalet.
Hay un Pablo que se diluye, aferrado al anhelo de una cartera ministerial que ya veremos si llega, y hay un Pablo que remonta.
Pablo Casado, líder del PP desde hace menos de un año, temía amanecer hoy desahuciado, quebrado, sitiado por el sorayismo y sus aliados, y ha amanecido —por el contrario— revitalizado. No porque haya ganado las elecciones, que las ha perdido,sino porque ha ganado poder. Hoy ya sabe el PP en qué consiste eso que tanto le recriminó al PSOE: celebrar la conquista del poder habiendo perdido en número de votos.
Pablo Casado sobrevive al surgimiento de Vox y al crecimiento de Ciudadanos. En el espacio ideológico de la derecha, su partido es claramente el primero. De los gobiernos regionales que temía perder sólo ha perdido uno, La Rioja. Está en condiciones de conservar (previo pacto con Ciudadanos y con Vox) Castilla y León, la Región de Murcia y Madrid. Puede recuperar (previo pacto) el gobierno de Aragón. Conserva la ciudad de Málaga, conserva Alicante, Cáceres, Badajoz, puede recuperar Zaragoza, Córdoba, y puede recuperar Madrid. El gran símbolo, el escaparate de Madrid. Con permiso de Vox,que resultó no ser para tanto. Y con permiso de Ciudadanos, que ya se ve gobernando (más bien cogobernando) en Madrid y en otras comunidades.
Hoy Ciudadanos ya sabe cuál es la diferencia entre tener la llave de un gobierno y entregarla a cambio de un rosario de compromisos, u ofrecerla a cambio de poder. De presencia en ese gobierno y de sillones desde los que gestionar presupuesto. El mayor interés está hoy en saber cómo encara Rivera la negociación que se abre. Si contemplando sólo el pacto con las dos marcas de la derecha, PP y Vox, o aceptando entre los pretendientes al PSOE. Como sugiere Sánchez.
Hoy el PSOE ya sabe en qué consiste eso de ganar las elecciones pero no ganar el poder. Ha ganado en casi todas partes. Han sido abrumadoramente socialistas casi todas las urnas. Pero, habiendo ganado, la satisfacción de Pedro Sánchez (el líder que resucitóel partido) era anoche muy moderada. El PSOE no va a gobernar Madrid, no parece que vaya a gobernar Castilla y León, puede perder Aragón y está por ver que pueda gobernar Canarias. O Navarra, donde ha quedado por delante de Geroa Bai (y ambos por detrás de UPN) pero donde Uxue Barcos no se resigna a renunciar a la presidencia.
Ahora ya sí. Empieza el cortejo, el intercambio de cromos. La negociación del poder.
El poder del gobierno central —la investidura—. El poder de los gobiernos autonómicos—los pactos—. El poder de los ayuntamientos —las alianzas—.
Lo que hoy deciden los líderes nacionales es cómo se hace una negociación a tantas bandas. Si se negocia el puzzle completo —cambio investidura autonómica por alcaldía de gran capital— o se negocia caso a caso.
Hay un Pablo que remonta y hay un Pablo que sigue diluyéndose. Pablo Iglesias, capitán de un barco que tenía su principal puerto en Madrid y que, en Madrid, naufraga. El divorcio de Iñigo Errejón, colofón de la bronca interna en que ha vivido Podemos desde que empezó a pisar moqueta, ha hecho que la izquierda madrileña tenga más marcas que un supermercado. Iglesias no consiguió mantener a su lado a Manuela Carmena (en guerra con el líder galapagueño) y patrocinó una candidatura que ha restado cuarenta mil votos a la alcaldesa. En las elecciones regionales cerró la puerta a un acuerdo con Errejón y a punto ha estado Podemos de quedarse fuera del Parlamento autonómico.