Tras vivir varias horas del apagón eléctrico empezó a llegar el caos en algunos sectores, las calles enseguida se llenaron de gente, bien para intentar hablar por teléfono o para llenar las terrazas de los bares y comer o socializar, ya que en casa no se tenía luz. Pero también hubo momentos que recordaron a los de la pandemia con nerviosismo en supermercados y a la búsqueda de pilas, linternas, pan y agua en muchos comercios.
Momentos de nerviosismo que se contagiaban dependiendo de cada persona. Javier Ibañez, director y psicólogo de Psicara, explica que en situaciones de incertidumbre es más probable ese contagio de miedo, sobre todo, teniendo en cuenta que se tratan de situaciones prolongadas en el tiempo con la sensación de pérdida de control sobre los que sucede y el miedo a lo que pueda pasar. Al “ser humano nos gusta tenerlo todo bajo control” y el apagón eléctrico no se podía controlar.
Para Ibáñez, la incertidumbre era compartida y “somos seres sociales por lo que estamos programados para detectar señales de alama en otras personas”, así que se entiende como una respuesta evolutiva que puede jugar a la contra en momentos en los que no hay explicación sobre lo que sucede.
Algunas de las claves que propone el psicólogo es la de trabajar previamente cómo responder. Para Ibáñez es fundamental validar la emoción del miedo y la incertidumbre para lo que compartir las emociones es positivo. Otra de las claves es aceptar que no se puede tener todo bajo control, sobre todo en casos como el apagón que no dependía de los ciudadanos. Y otra de las recomendaciones es tener un plan de actuación para emergencias, saber que se tiene linternas, pilas, agua o algo de comida reduce la sensación de indefensión como la que se vivió tras el apagón eléctrico.
