Memoria

Jóvenes aragonesas que salían del pueblo a servir a las ciudades por 25 pesetas

Muchas mujeres aragoneses, entre las décadas de los 40 y los 60, dejaron su pueblo para ir a trabajar a la ciudad. Los trabajos que desarrollaban era de sirvientas en casas pudientes donde estaban de internas. Muchas de ellas se quedaron en las ciudades a las que fueron, otras, las menos, regresaron al pueblo.

Lourdes Funes

Zaragoza | 15.12.2023 12:17

En las décadas de los años 40, 50, 60 fueron muchas las mujeres jóvenes que salieron de sus pueblos para ir en busca de un trabajo que les permitiera a su familiar vivir un poco mejor o, simplemente, tener una boca menos que alimentar. La mayoría de estas jóvenes, niñas en muchos casos, “salían a servir” a familias que vivían en grandes ciudades, Zaragoza, Valencia, Barcelona o Madrid eran algunas.

En todos los pueblos de Aragón hay chicas que vivieron esta situación y la investigadora de la Universidad de Zaragoza, Carmen Martínez Samper, ha recopilado, junto a su equipo y el proyecto Desarraigos y Derivas, la experiencia de 33 mujeres que salieron de la Sierra de Albarracín y que se plasman en el libro “Internas y sirvientas”. Carmen Martínez Samper, explica que, aunque la edad legal para trabajar era los 16 años, muchas mentían sobre los años que tenían y comenzaban su vida laboral a los 14 años.

Martínez Samper explica que la mala climatología que había entonces, sobre todo en la provincia turolense, la escasa economía que había después de la guerra, las familias tenían entre 6 y 8 hijos y las muchas dificultades que había para salir adelante fueron causas que motivaban a las jóvenes a “salir a servir”. Las causas de cada una eran diferente, unas salían para tener una boca menos que alimentar, para ahorrar dinero y enviarlo a casa, pero otras decidieron marcharse porque no veían su futuro en el pueblo y tenían aspiraciones.

De la zona de la Sierra de Albarracín muchas se iban a Valencia y cuando llevaban un tiempo, se iban a Barcelona donde se pagaba más. Las que se fueron después de la guerra cobraban unas 25 pesetas al mes, con el paso del tiempo, cobraban una media de 100 pesetas, luego pasaron a unas 300 y las que mejor sueldo tenían llegaban a las mil pesetas. De las jóvenes que trabajaron sirviendo de internas en la década de los 60 ya llegaban a cobrar entre 4.000 y 4.500 pesetas. La investigadora recuerda que eran internas, por lo que estaban disponibles las 24 horas del día.

Estas jóvenes regresaban a sus pueblos, sobre todo, en época de cosecha para ayudar con las labores en el campo a sus familias y muchas de ellas regresaban después a la casa en la que estaban sirviendo y, si no era así, no había problema porque enseguida encontraban otra.