PSICOLOGÍA

¿Sabes qué dice tu caminar sobre tu forma de ser? La psicología te lo revela paso a paso

Miriam Méndez

Madrid |

¿Sabes qué dice tu caminar de tu forma de ser? La psicología te lo revela paso a paso
¿Sabes qué dice tu caminar de tu forma de ser? La psicología te lo revela paso a paso | Pixabay

La manera en que una persona camina -su postura al andar, la velocidad de sus pasos, la amplitud de sus movimientos, la dirección de su mirada- ha intrigado a psicólogos desde hace décadas. ¿Puede nuestro marcha revelar rasgos de personalidad o estados emocionales? Numerosos estudios científicos recientes (y clásicos) han indagado esta cuestión, y han concluido que aspectos cinéticos de la marcha efectivamente reflejan información psicológica.

Hablamos, por tanto de ciencia. Desde el paso lento y cabizbajo de quien afronta un problema, hasta la marcha decidida y erguida del optimista, cada movimiento es una pista. ¿Eres de los que caminan mirando el móvil sin levantar la vista, o de los que observan el entorno con curiosidad?

Huellas de las emociones momentáneas en nuestro paso

Ahora bien, nuestra marcha no solo es un reflejo de rasgos de personalidad duraderos, sino que también delata nuestros estados emocionales más transitorios. En el día a día es evidente: no caminamos igual cuando estamos eufóricos y relajados que cuando nos embarga la tristeza, la ira o la ansiedad. La ciencia ha puesto bajo la lupa esta intuición, confirmando lo que ya sospechábamos.

Por ejemplo, estudios clínicos han documentado cómo la depresión se asocia a un patrón de marcha muy particular. Las personas con síntomas depresivos tienden a caminar más despacio, con una postura encorvada y un balanceo de brazos reducido en comparación con individuos sin esta condición. Un estudio replicado por Johannes Michalak y su equipo de investigadores lo corroboró: pacientes con depresión mayor mostraban un andar más lento, con hombros caídos y poca energía. Curiosamente, instruirles a caminar con una postura más erguida incluso logró mejorar modestamente su estado de ánimo.

De forma similar, la ansiedad se ha vinculado con un equilibrio inestable en la marcha. Estos hallazgos encajan con la noción de embodiment o corporeidad: nuestras emociones influyen directamente en la posición y el movimiento del cuerpo, y a su vez, cambiar nuestra postura o forma de movernos puede influir en cómo nos sentimos.

Incluso emociones fugaces como la alegría, la ira o el miedo dejan su marca en nuestro modo de caminar. Un experimento de la Universidad de Plymouth (2016), citado en La Vanguardia, ilustró cómo, tras una discusión acalorada, una persona abandona la sala con una marcha distinta a la habitual. Los investigadores demostraron que los estados de ánimo agresivos provocan movimientos más bruscos y exagerados tanto en la parte superior como inferior del cuerpo, un hallazgo que coincide con el estudio de Satchell sobre la agresividad.

Por otro lado, experimentos con displays (desplazamientos) de punto de luz han demostrado que los observadores humanos pueden reconocer emociones básicas con solo ver siluetas caminando. Por ejemplo, son capaces de identificar quién camina "como si estuviera feliz" (con movimientos más ligeros y un leve "rebote") frente a quien lo hace "como si estuviera triste" (con un paso arrastrado y lento), y con una precisión significativamente mayor al azar.

Nuestro cerebro capta esas sutiles pistas en la biomecánica emocional: un paso rápido y ligero puede denotar entusiasmo; uno pesado, con pisadas fuertes, puede transmitir rabia o frustración; mientras que un andar titubeante podría sugerir temor o indecisión.

Lo que tu mirada revela mientras caminas

Mientras caminamos por la calle, nuestra mirada no es casual: revela quiénes somos y cómo nos sentimos. Un estudio de Hoppe et al. (2018) mostró que, con solo grabar a voluntarios realizando una sencilla tarea en un campus universitario y analizar sus movimientos oculares, es posible anticipar rasgos de extraversión, neuroticismo, amabilidad y responsabilidad (los cuatro componentes del Big Five), e incluso la curiosidad, con una fiabilidad superior al azar.

Poco después, investigadores del Max Planck Institute desarrollaron un software capaz de estimar en tiempo real cuánta ansiedad, curiosidad o sociabilidad tiene alguien, solo a partir de los movimientos de sus ojos. Y en la Universidad de South Australia entrenaron una red neuronal que, tras un paseo de diez minutos, llegó a acertar hasta en un 50 % al predecir los mismos rasgos con cuestionarios NEO Five-Factor Inventory (inventario breve de personalidad desarrollado por Paul Costa y Robert McCrae).

Al mismo tiempo, los psicólogos del comportamiento nos recuerdan que mirar al suelo mientras caminamos, con los hombros algo encorvados, transmite inseguridad, timidez o baja autoestima. En cambio, fijar la vista al frente, con la barbilla levemente elevada, irradia confianza y determinación. Existen también movimientos más sutiles que hablan por sí solos:

Client Challenge
  • Mirada escaneante: cuando los ojos “barren” el espacio de un lado a otro, denota interés activo y ganas de interactuar con el entorno.
  • Microscaneos laterales: pequeños rápidos destellos hacia los costados sin girar el cuerpo, que indican alerta o cierta ansiedad social ante lo que nos rodea.
  • Mirada al cielo: alzar la vista hacia arriba de forma intermitente sugiere una mente imaginativa y la búsqueda de nuevas ideas.
  • Gaze furtivo: mirar fugazmente a algo (un escaparate, una persona conocida) y volver al camino señala curiosidad puntual y buena capacidad de atención.
  • Ojeada de reojo: vistazo rápido sin girar la cabeza, denota discreción.
  • Fijación breve: detenerse un instante para mirar algo con atención, indica interés profundo.
  • Mirada periférica: mantener visión frontal mientras detectas movimientos laterales, refleja alerta o cautela.
  • Mirada soñadora: ojo desenfocado mientras avanzas, sugiere abstracción o fantasía.