Barcelona, 1880. Como protegida de una de las mujeres de la alta burguesía barcelonesa, Sara ha comenzado a trabajar en la colonia textil de la familia Bofarull. Allí, su prodigiosa mirada y su incomparable talento la llevarán a liderar el departamento de diseño, donde parece haber encontrado su vocación. En la mansión de los propietarios bien visible desde toda la colonia, su trabajo no pasa inadvertido, pero acechan demasiados problemas. Un trabajador ha sido asesinado y, cuando los sabotajes comienzan, Lourdes Bofarull, la fría e inteligente propietaria de la colonia, no se equivoca al creer que no serán los últimos. La vida en las antiguas colonias textiles en CataluñaCon estas premisas, el escritor Rafael Tarradas Bultó (Barcelona, 1977) nos adentra en el mundo de las antiguas colonias textiles en Cataluña. Llegaron a funcionar más de 70 y fueron un modelo de producción muy peculiar donde, en torno a la omnipresencia de la casa del "amo" y de la Iglesia de la colonia, se construía la fábrica textil y las viviendas de los trabajadores. Tiendas, un convento que también hacía las veces de guardería, la escuela, biblioteca y algún bar para los jóvenes formaban un complejo en el que el trabajador no "necesitaba" nada más para vivir. Fueron también el escenario de férreos horarios, de las primeras reivindicaciones laborales y sindicales, y demostración de la enorme desigualdad que existía entre los grandes propietarios burgueses y los humildes trabajadores. La novela es un viaje a lujo de la burguesía barcelonesa que hizo del Ensanche su patio de recreo, señala Rafael Tarradas Bultó. También veremos el Madrid de los palacios aristocráticos y la prosperidad de la industria textil organizada en colonias fabriles, pasando por la lucha de clases, donde solo el amor y la vocación pueden frenar a la venganza y el odio, añade el autor. El escenario de la novela recrea el funcionamiento de una de aquellas colonias -en este caso ficticia, la colonia Bofarull- pero que está inspirada en muchas reales. Rafael Tarradas Bultó cuenta como eran espacios donde todo se observa, donde el "amo", el director de la fábrica y el cura eran los tres pilares fundamentales del poder. Progreso pero a la vez horarios laborales enormes e incluso trabajo infantil. Trabajar y vivir en una colonia, sin embargo, tenía grandes privilegios frente a quienes se buscaban la vida fuera. La Protegida es, sobre todo, una historia de tensiones humanas: de ambiciones y renuncias, de poder y justicia, de heridas que se transmiten como herencias invisibles. Y también de mujeres que encuentran, csi a pesar de sí mismas, la forma de decidir sobre su destino. El recorrido por La Protegida abarca desde el fin de la Primera República, la Restauración Borbónica, las revueltas obreras de Barcelona, el auge y diseño del modernismo. Y responde a algunas preguntas finales: ¿Puede una mujer que ha nacido para vengar convertirse en alguien que elija perdonar? ¿Pueden el amor y la vocación profesional ser capaces de aplacar los deseos de venganza? Hay un personaje interesante en la época y que Rafael Terradas rescata en la novela, y es la Infanta Eulalia, hija de Isabel II. La venganza como pulsión moral y las heridas heredadas son, sin duda, un eje central en la novela. Vemos también el mundo textil como lenguaje simbólico y liberación femenina. Clases sociales, desigualdad estructural y jerarquía invisible. Cataluña se convirtió en epicentro de los grandes diseños de telas. Los trabajadores tenían sus viviendas en la colonia, con todo lo necesario -mucho más de lo que la gente de la época tenía fuera-. La vida en la colonia se regía por un estricto y largo horario laboral. Poca o cas nula conexión con el exterior. La radio, siempre presente en las casas, se abría como una ventana al mundo. La expresión "cama caliente" surge en esta época. Los turnos en la fábrica hacían que los diferentes miembros de las familias durmieran siempre en una cama que acababa de ser dejada por un padre, un hijo, o una hermana. Carta del autor a los lectores Querido amigo: Para cualquier autor todos sus libros son especiales y mi caso no es diferente. Sin embargo, La protegida tiene algo de nostálgico que me toca especialmente, pues habla de una época y una industria que acabaron cuando yo era pequeño y de las que conservo imágenes que mezclo con mi infancia, que fue muy feliz. Mi familia, pese a que otros de sus negocios fueron más célebres (esencialmente la fabricación de motos), se dedicó, por lado paterno y materno, a la industria textil. Recuerdo bien la fábrica de mi abuelo paterno en San Feliu de Llobregat: la ruidosa sala de hilatura, con máquinas que vibraban y personas acostumbradas a ese ruido; la zona de despachos, que tampoco escapaba a aquel sonido mecánico y constante al que nadie hacía caso, o las bobinas en cilindros de cartón. También la fábrica de mi familia materna, en Vilanova y la Geltrú: enorme y ubicada en lo que ahora es parte del centro del pueblo, con grandes naves grises y chimeneas altas de ladrillo. Fábrica era una palabra que se repetía en casa Tarradas y en casa Bultó con cierto orgullo. «Han llamado de fábrica» o «papá está en fábrica» son frases que forman parte de esos años. Aún recuerdo el número de teléfono al que llamaba. En aquella época todavía había muchas familias textiles en Barcelona que se enorgullecían de la senectud de sus empresas y de seguir fabricando telas e hilos tantos años después. Era una industria muy notable y creo que pocos imaginaban que estaba cerca del ocaso. Las familias de muchos de mis amigos se dedicaban a esta actividad. Mi novela habla del principio pujante de esa industria, de una forma de vivir y trabajar que hoy nos es difícil de comprender, pero que en aquella época era moderna y deseable. Como decía Margaret Mitchell en su aclamado libro: «una época que el viento se llevó y de la que apenas queda nada». Una época que, con La protegida, espero que sea recordada con sus virtudes y sus defectos y en la que el lector se sumergirá, pues planteo un viaje a un pasado que se alargó casi hasta el presente. Un fuerte abrazo y gracias, una vez más, por tu apoyo. Rafael Tarradas Bultó