Hoy con Leleman venia pensando en… la despedida de Cristiano Piccini.
El italiano se marcha al Estrella Roja. Y con él se va un buen tipo. Uno de esos jugadores que hacen vestuario y uno de esos futbolistas que han sufrido un verdadero calvario con las lesiones. Su testimonio con Alberto Planas resulta desgarrador. Cuenta que se le partió literalmente la rodilla en un entrenamiento y que hasta el doctor Maestro le dijo que era de “esas lesiones que te retiran del fútbol”.
Pero pudo más su amor a la profesión que el dolor. Pudo más el deseo de volver a jugar, de volver a sentirse futbolista como hizo ante el Elche con su gol en los instantes finales, que todo el sacrificio que durante meses ha tenido que hacer para regresar en condiciones a los terrenos de juego. Siempre digo lo mismo y lo vuelvo a decir, detrás del futbolista, so le quitas el entorno, el envoltorio repleto de tontería, frivolidad y demás cosas que a algunos le da la fama, está la persona. Esa que sufre como nosotros, que siente como nosotros, que llora como nosotros… son personas, no máquinas ni robots aunque estemos acostumbrados a verlos en su papel de futbolista cada domingo.
Se marcha Piccini. Y con él ese gol en el último minuto ante el Huesca que salvó la cabeza a Marcelino. Tal vez él no fuera consciente en ese momento que casi estaba ganando una Copa del Rey. Porque si aquel gol no hubiera existido, Marcelino habría sido despedido y tal vez hubiera llegado un Celades de turno, como sucedió tiempo después, con el que hubiese sido imposible ganar aquella Copa de Rey ni siquiera clasificarse para Champions.
Por eso yo le doy las gracias. No solo por ese gol, también por su sacrificio por el Valencia y por volver a sentirse futbolista. Ojalá le vaya bien en el Estrella Roja. Porque Piccini siempre será “uno di noi”.
