Hoy, en Territorio Negro, hablaremos del caso que hace dos años terminó con la vida de Don Manuel, la víctima del asesinato que del que Manu Marlasca y Luis Rendueles nos hablan hoy.
Don Manuel López Borrajo ya era un hombre anciano cuando le mataron, un ingeniero jubilado de noventa años, soltero, sin hijos, y que desde la muerte de su hermana vivía solo en su piso de la avenida de Abrantes, en el barrio de Carabanchel, en Madrid. En 2016, el hombre, ya con los achaques propios de la edad, decidió contratar a Jaime Enrique Mendoza, un inmigrante ecuatoriano del que el portero de su finca hablaba maravillas: decía que era un hombre trabajador, serio y cariñoso.
La relación de Don Manuel y Jaime
La relación laboral entre el anciano y el inmigrante duró hasta el 12 de julio de 2023, el día que, según la investigación de la Guardia Civil y el escrito de acusación del fiscal, Jaime Enrique Mendoza mató a don Manuel estrangulándole cuando los dos estaban en el vehículo del cuidador, un crimen por el que la fiscalía solicita prisión permanente revisable en un juicio que se celebrará en los próximos meses.
Durante los 7 años que estuvo trabajando con él fueron intensos. Durante los primeros años, según los testimonios recogidos por los investigadores, Jaime cuidaba muy bien de don Manuel y éste le pagaba un buen sueldo (teniendo en cuenta cómo están los salarios en este sector): le abonaba dos mil euros mensuales con los que el ecuatoriano mantenía a su mujer, Olga, y a sus cinco hijos, que se habían quedado en Ecuador mientras él se ganaba la vida aquí. Finalmente, la familia de Jaime se trasladó a Madrid en 2019, cuando el cuidador llevaba tres años trabajando para don Manuel.
El problema es que una familia tan grande tenía dificultades para encontrar casa en Madrid, así que el ingeniero jubilado echó una mano a su empleado y le donó ochenta mil euros para comprar un piso en San Martín de Valdeiglesias, un pueblo situado a una hora de Madrid, en el límite de la comunidad con Toledo y Ávila.
Comienzan los problemas
Jaime siguió cuidando de don Manuel, pero poco después de comprarse la casa es cuando comienzan los problemas, porque, con su familia en España y viviendo a una hora de distancia, el ecuatoriano ya no estaba pendiente del anciano las veinticuatro horas del día, como ocurría antes. Y pasa otra cosa, y es que poco después de la llegada de la mujer y los cinco hijos de Jaime a Madrid, llega la epidemia del COVID, por lo que todo se complica aún más.
Durante el confinamiento Jaime tuvo dificultades para acudir a la casa de don Manuel en Carabanchel, y mientras tanto, en esos meses, la salud del anciano, aunque no llegó a ser una persona completamente dependiente, se fue deteriorando. Don Manuel echaba la culpa a Olga, la mujer del cuidador, del abandono que él pensaba que sufría en esos momentos por parte de Jaime. Para evitar más problemas, en el año 2022, don Manuel y su cuidador llegaron a un acuerdo que parecía razonable para las dos partes.
Ese acuerdo consistía en que Don Manuel se trasladaría hasta San Martín de Valdeiglesias para vivir en la misma casa con Jaime, con su mujer y con sus cinco hijos. Imaginaos la situación, es fácil pensar que esa convivencia no debió de ser muy armoniosa. Sobre todo teniendo en cuenta que el anciano tenía cada vez más achaques, que su movilidad se fue reduciendo y que en 2023 tuvo lugar un episodio que tensionó aún más las relaciones entre don Manuel y su cuidador.
El anciano se cayó en casa y permaneció seis horas en el suelo, solo, sin recibir ninguna ayuda porque no había nadie en el domicilio familiar. El deterioro de su salud obligó a ingresarle varias veces en una clínica privada de Madrid, la última de ellas el 7 de julio de 2023 y allí, cuando se estaba recuperando, le contó a una de las doctoras que le atendieron que no quería regresar a la casa de Jaime y su familia, sino que iba a tramitar su ingreso en una residencia privada. Y en ese caso Jaime, el cuidador, se quedaba sin sueldo. Don Manuel nunca llegó a entrar en esa residencia. Lo último que se sabe de él es que el 12 de julio de 2023, cuando le dieron el alta, lo recogió su cuidador de la clínica.
La detención
Nadie volvió a ver al anciano, ni vivo ni muerto, hasta más de dos meses después. Ayudó a esta situación que don Manuel no tuviera ningún familiar directo, nadie que le echara de menos: ni hijos, ni hermanos, ni sobrinos.
Sin embargo, dos meses después, en septiembre de 2023, ocurre un episodio verdaderamente extraño: Olga, la mujer del cuidador, acude al cuartel de la Guardia Civil de La Adrada, en Ávila, y cuenta allí una historia que le había contado su marido, Jaime. Él le había confesado que el 12 de julio recogió a don Manuel del hospital pero que, durante el trayecto a casa, se le había muerto en el coche. Y que tomó entonces la decisión de ocultar su cuerpo en el trastero de su casa de San Martín de Valdeiglesias. Según la declaración de Olga, ella instó a Jaime a contarle todo a la Guardia Civil, pero su marido se había negado y dijo que iba a esconder el cadáver en otra parte, así que ella decidió denunciar.
La Guardia Civil comienza inmediatamente una búsqueda casi a ciegas hasta que en una finca de Sotillo de la Adrada encuentran el coche de Jaime y a él al lado. Cuando acuden a por él, el hombre se viene abajo, y confiesa a los agentes que había hecho cosas muy malas, que se arrepentía y que iba a quitarse la vida. Fue una declaración espontánea, no hizo falta que los agentes le preguntasen nada. El mismo Jaime, al ver que los agentes iban a por él, hace la confesión, les cuenta que había matado al anciano que cuidaba, que lo había escondido en un trastero de su domicilio y que lo había metido en un bidón de plástico con cal que, a su vez, había introducido en una caja de madera hecha por él mismo.
Jaime no dio demasiados detalles de lo ocurrido en ese día de julio, cuando recogió a don Manuel de la clínica. Solo dijo que cuando iban en el coche el anciano se puso a toser mucho y le pidió regresar al hospital, pero él se negó. Dijo que don Manuel estaba muy nervioso y cansado, porque llevaba días sin dormir y que cuando se puso a discutir con él, acabó estrangulándole con el cinturón de seguridad junto a una gasolinera en el término municipal de Brunete. Los agentes le detienen, como es lógico, en ese instante y ya ahí encuentran pistas sobre el posible móvil del crimen: dos tarjetas de crédito propiedad de don Manuel, las cuáles el asesino llevaba en sus bolsillos. El anciano, que confiaba plenamente en su cuidador, se las había dado tiempo atrás para que le administrase el dinero y operase en el banco libremente.
Don Manuel le pagaba dos mil euros al mes, le regaló ochenta mil euros para ayudarle a comprar un piso. Y no solo eso: cambió su testamento para legar a los dos hijos mayores de Jaime, que estudiaban en la universidad, el piso de Carabanchel donde vivía, una casa de noventa metros cuadrados. Pero eso no le debió de parecer suficiente a Jaime, que hizo las siguientes operaciones desde que mató a don Manuel, tal y como constató la Guardia Civil en su investigación y recoge el escrito del fiscal: realizó cuatro transferencias: siendo la primera tan sólo doce días después del crimen. Cuando los agentes registraron la casa de Jaime, hallaron más de sesenta y cuatro mil euros en metálico.
La condena
En principio, la condena que pueden ponerle a Jaime es la prisión permanente revisable, la cuál ha solicitado el fiscal porque el primer supuesto de la prisión permanente revisable dice que será castigado con esta pena quien asesine a una "víctima menor de dieciséis años de edad o se trate de una persona especialmente vulnerable por razón de su edad, enfermedad o discapacidad".
Y si había alguien vulnerable, era don Manuel.