Me parece irresistible el indulto de Marco Antonio Navarro Tacoronte, cuyos apellidos y nombre, Marco Antonio Navarro Tacoronte, aloja tanta sonoridad y tantas matrices como los delitos por los que lo han condenado los tribunales.
Falsificación de documentos públicos; robo con fuerza en las cosas; robo con violencia e intimidación; falsificación de documento público, oficial o mercantil; abandono de familia; estafa; y conducción sin permiso de conducir.
El historial demuestra que Tacoronte no tiene demasiado miedo a la cárcel ni a la reincidencia, pero sí faculta una extraordinaria versatilidad para desempeñar un papel esencial en la trama de corruptelas que había diseñado el tito Berni.
A Tacoronte se le conocía como El mediador. Y no en la acepción positiva del adjetivo, sino en la más oscura. Comisionista. Conseguidor. Y extorsionador, pues su archivo de Whattasps, vídeos y mensajes le convierten en un aprendiz isleño de Villarejo o de Torrente.
El facha rojo lo llaman en alusión a su camaelonismo. Porque su única bandera es el dinero, se jacta de decir. Y de recaudar, casi siempre como facilitador de las drogas, las putas y las relaciones empresariales en que se desempeñaba el imperio lúdico-impúdico-púbico del tito Berni.
Me fascina la entrevista que le hizo hace unos días el diario Canarias 7 a Tacoronte. No tanto por la primera primera pregunta, ¿se considera un corrupto?, sino por una respuesta que mantiene en vilo al Partido Socialista.
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