El día que se declaró el estado de alarma en España, el número de personas contagiadas de coronavirus (el total) era de 6.400. El número de contagiados, hoy, es de diez mil nuevos cada día.
El día que se declaro el estado de alarma en España, el número de fallecidos por coronavirus (el total) era de 195. El número de fallecidos de ayer fue de 241. En un día.
El daño que en contagios, en fallecimientos, en hospitalizaciones tiene hoy la epidemia en España es mayor que el de primeros de marzo. No hace falta que vengan las autoridades a explicarnos que la situación no es exactamente la misma: que ahora hay test que entonces no había, que ahora hay rastreadores que entonces no había, que ahora hay mascarillas en todas partes y medidas de higiene en los colegios, los transportes y los centros de trabajo que entonces no teníamos. Pero como dijo aquí el doctor Bengoa la semana pasada, los números no engañan. 241 fallecidos en un solo día es el peor dato de esto que se llama la segunda ola.
La presidenta de Madrid, Díaz Ayuso, admitió ayer en este programa que a la segunda ola también se ha llegado tarde.
El alcalde de Madrid, Almeida, admitió anoche en La Brújula que las autoridades tienen que hacer autocrítica porque volvemos a estar en situación muy preocupante.
Una mañana más recordamos que no en todo el país la situación es igual de apurada. Hay ciudades que han pasado ya por las restricciones y ahora las van levantando, como Alfaro, como Valladolid, como Salamanca. Ciudades cuyos alcaldes (algunos) se revolvieron contra las medidas y en las que protestaron los sectores afectados: los bares, los conciertos, las misas. Pero hay ciudades a las que ahora las restricciones van llegando. La mayor de ellas es Madrid. Hoy la comunidad de Madrid, 25 % de camas ocupadas por enfermos de coronavirus, áreas sanitarias con más de mil contagios por cien mil habitantes, ampliará las limitaciones al movimiento y a los horarios de la hostelería y el ocio. El tono, anoche, del alcalde Almeida era lo contrario de intentar quitar hierro a la situación.
De la desescalada de junio pasamos a la re-escalada de septiembre. Si en junio pasar de fase era eliminar restricciones, en septiembre pasar de fase es ponerlas. Si en junio fuimos pudiendo salir del confinamiento poco a poco, que si a hacer deporte, que si a pasear un kilómetro, que si a tomar algo en una terraza, que si a viajar a otra provincia para ver a los padres, en septiembre el proceso es el contrario. Poco a poco hacia algo parecido a un confinamiento limitado: cada vez es menor el número de personas que pueden juntarse, menor el número de actividades sociales permitidas, más reducido el horario de la hostelería y el ocio, más restringido el ámbito de movimiento.
El presidente Sánchez se pierde hoy la sesión de control al gobierno ---qué disgusto para él--- porque se va a Bruselas. A la reunión de jefes de gobierno europeos que, en realidad, no se va a celebrar. Se desconvocó ayer porque ha dado positivo un guardaespaldas del presidente del Consejo y a éste le toca cuarentenarse. Se suspende el Consejo pero Sánchez no suspende el viaje porque había quedado con la señora Von der Leyen y a lo mejor, algo puede sacar.
Es posible que en el Congreso hoy alguien le haga a la ministra de Hacienda esta pregunta que ayer le formuló una periodista.
La integralidad. Los Presupuestos, en secreto. En realidad, ministra, el clásico en España ya es otro. El clásico es que el gobierno de turno incumple su obligación de presentar un proyecto de presupuestos al Congreso a tiempo para que la tramitación esté concluida antes de fin de año. El clásico es que se llegue tarde a todo y el primero de enero haya que prorrogar las cuentas del año anterior, o por unos días, o por unas semanas, o por tres años, como ocurre ahora. El clásico es que la negociación parlamentaria intenta hacerse antes porque hay gobiernos que, en el colmo de la dejación de funciones, llegan a plantearse no presentar presupuestos si no tienen la votación ganada. Esto, en concreto, es lo que llegó a proponerse (y a decir en público) el actual presidente hace dos años. Que él para perderlos, no los presentaba.
Entre los socios cortejados que ya deben de tener información privilegiada sobre el techo de gasto y los demás números está la señora Aizpurúa, con la que Lastra firmó el contrato para derogar la reforma laboral y a la que Pablo Iglesias lleva agasajando desde hace días.
Es llamativo, por cierto, esto que ha pasado con Victor Trimiño. ¿Quién es Victor Trimiño? Pues un joven de veintiocho años que se ha estrenado como secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi. Y que el domingo incluyó en su discurso (además de una defensa del régimen republicano o críticas a Vox y a quienes pactan con Vox) este pasaje sobre Bildu y las razones morales para no tratarla como si fuera un partido político más.
Digo que es llamativo el caso de Victor Trimiño porque una afirmación como ésta, que tanto difiere de la doctrina actual de la Moncloa y de Ferraz, es de gran interés público. Y estoy seguro de que Trimiño ha tenido invitaciones de un montón de medios de comunicación (y de programas como éste) para conversar y exponer su postura. Y sin embargo, no he visto una entrevista con Victor Trimiño en ningún medio. Y esto es raro. Puede que sea porque Víctor, como él mismo dijo en el Congreso, es un chico tímido. O puede ser porque a un joven socialista vasco que opina que negociar con Bildu como si fuera un partido más es blanquearlo, la dirección socialista le ha prohibido hablar.
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