OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El buen samaritano y la pecadora arrepentida"

Carlos Alsina

| 21.09.2020 08:22

Tal como lo cuentan los dos protagonistas, lo de hoy entre Sánchez y Ayuso va a ser como si se reunieran el padre Ángel y la madre Teresa de Calcuta. Todo bondad, todo buenas intenciones, todo ganas de ayudar.

El presidente Sánchez en el papel del buen samaritano y la señora Ayuso en el de pecadora arrepentida. Reconforta escuchar a los gobernantes tendiéndose la mano y diciéndose ‘todo lo mío es tuyo, qué más necesitas, dime’. Reconforta y escama, porque conociendo los antecedentes la escena resulta ligeramente impostada. Es un hecho que Díaz Ayuso utilizó las fases de desescalada de junio, cuando era Sanidad quien decidía quién pasaba, para persuadir a los madrileños de que el gobierno de España iba contra ellos (y contra ella). La Moncloa contra Madrid por tener un gobierno de derechas. Y es un hecho que el PSOE, con su secretario general a la cabeza, ha elegido a Díaz Ayuso como pieza de caza mayor que debe ser abatida. Y si no puede ser abatida, que al menos será reducida a la condición de caricatura de sí misma, tarea a la que ella misma se entrega a diario convertida en la mayor aliada de sus enemigos más cítricos.

Sánchez se deshace en bondad, ofreciéndose a dejar a un lado las diferencias políticas, pero deja hacer a la jefa de la oposición socialista en Madrid, vicesecretaria general del Partido Socialista en toda España, la segunda del escalafón, Adriana Lastra. Ella también predica que no es hora de reproches y disputas, pero antes de predicarlo se desfoga amontonando verbos contra la presidenta madrileña.

La tesis de siempre del PSOE es que el PP en Madrid lleva veinticinco años de-moliendo la sanidad pública para que haga negocio la sanidad privada. Veinticinco años dale que te pego y los madrileños premiándoselo con un gobierno tras otro. Veinticinco años sin gobernar la región de Madrid la izquierda. A pesar de la corrupción, la Gürtel, la Púnica, la Lezo, la financiación irregular del PP madrileño. Aquello de lo que Sánchez, y Calvo, tantas veces han acusado a Casado, aprovechar la epidemia para desgastar al gobierno (movilizaciones en la calle incluidas), es lo que ahora intenta la izquierda en Madrid: desgastar al gobierno del PP y Ciudadanos. Nadie lo llamará ‘derrocar a Díaz Ayuso’ porque derrocar es otra cosa. Como no hubo intento de derrocar a Sánchez en primavera por más que él se empeñara en afirmarlo. Aún se empeña.

A las doce del mediodía (tampoco es cuestión de madrugar) el presidente Sánchez visita territorio hostil. La Puerta del Sol, el Álamo del PP, como dice Raúl del Pozo. Ambas partes hacen saber que éste ha de ser el inicio de una nueva etapa, un espacio de colaboración (lo llaman), una oportunidad para cambiar las cosas. En su comunicado del viernes dijo Ayuso que el objetivo de esta reunión es uno: doblegar la curva. Sánchez lo repitió el sábado en la tele.

A qué precio. Y cuántas veces más. Cuántas veces más presumiremos de haberle ganado la batalla al virus para estar tres meses después prometiendo doblegar la curva (expresión que ya ha sido exhumada por los gobernantes y que sólo viene a confirmar que la curva se les ha ido, o se nos ha ido, otra vez de madre). Doblegar la curva con la única herramienta que parece funcionar en España, y que es ponernos vallas para que no podamos ir de un lado para otro transmitiendo el virus. El confinamiento con apellido: que si parcial, que si selectivo, que si perimetral, que si lo que usted quiera. Obstáculos a la circulación y orden de no abandonar el barrio. En Madrid empieza hoy este enorme experimento que consiste en persuadir a los habitantes de 37 áreas distintas para que no salgan de ellas salvo en caso necesario. Enorme experimento que casi nadie cree que vaya a doblegar curva alguna.

El trasiego de personas de unos barrios a otros es posible que se reduzca, pero en qué cuantía. Si hay que salir del barrio para ir a trabajar, o para ir al médico, o para ir a ayudar a la familia, o para tantas cosas que ni están ni van a estar prohibidas. Esto de hoy, a decir de las autoridades, es la última oportunidad, el último escalón, antes de tener que confinar al personal en casa. Por eso a la pregunta ‘qué necesita el gobierno madrileño del gobierno central?’ la respuesta es policía, guardia civil, unidad militar de emergencia. Último aviso. Es posible que a Sánchez le seduzca la idea de ver a Díaz Ayuso pidiéndole dentro de dos semanas que declare el estado de alarma en Madrid, pero también es posible que el presidente tenga hecho el cálculo del coste que tendría que confinar del todo Madrid. El coste añadido a la formidable crisis económica en la que ya estamos. Si acabas declarando la alarma en Madrid, la pregunta siguiente es cuánto tardarás en declararla en toda España. Otra vez. Como única herramienta eficaz para doblegar la curva.

Hoy empieza una nueva etapa. Un espacio de colaboración. Una oportunidad de cambiar las cosas. Y no sé cuántas cosas más, hermosas todas, entre el gobierno de España y el de la región en la que tiene su sede (diez minutos en coche oficial se tarda de la Moncloa a Sol). Todo eso empieza siete meses después de que empezara la epidemia. Repita conmigo: siete meses después. Y aún esperarán que aplaudamos su diligencia.