OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Casado mete a Vox en la coalición gubernamental"

Carlos Alsina reflexiona en Más de uno sobre el celebrado discurso de Pablo Casado en la moción de censura de Vox.

Carlos Alsina

| 23.10.2020 08:35

Que lo disfrute Casado porque no tendrá muchos días como éste. De abrir el ojo por la mañana, echarse a mirar la prensa y comprobar que hay (casi) unanimidad en los diarios: la moción de censura a Pedro Sánchez que presentó Santiago Abascal la ganó Pablo Casado. Iba a ser la víctima del discurso encendido de Vox y del empeño del PSOE por exhumar la foto de Colón (la pinza) y ha logrado zafarse de la envolvente y acabar siendo el agraciado con el premio gordo de la prensa: Casado no se ha visto en otra.

Eligió la confrontación con Vox señalándole (ésta es la novedad) como parte del problema que padece la nación. Vox como obstáculo al entendimiento y el progreso, no porque sea fascista o extrema derecha (ni una cosa ni la otra salió de la boca de Casado, lo más que llegó a llamarle es populista), sino por alentar la división, la polarización y la quiebra social. Es decir, por ser, en opinión de Casado, lo mismo que Sánchez e Iglesias pero en el otro extremo. El socio oculto. El colaborador necesario.

La relevancia del discurso de ayer está en la nueva interpretación que hay que hacer de aquello que prometió Casado a sus militantes, cuando fue encumbrado, contra pronóstico, como líder del partido. ‘Sin complejos’ dijo que actuaría. ‘Sin complejos’ frente a Vox y lo que Vox representa. Desde ayer Abascal no es el socio al que el PP necesita para formar mayorías que le den gobiernos ni el partido vecino, ideológicamente, del PP al que no conviene pisar la manguera. Desde ayer es un obstáculo para la España que Casado desea. Tan obstáculo como el actual gobierno de España.

A Abascal lo que más le dolió es el retrato que de él hizo Casado como un oportunista y un vago. Viene aquí una vez al mes y el resto del tiempo no consta que haga usted nada. Oportunista, vago y desagradecido: fue el PP quien le dio trabajo toda su vida.

El gobierno fingió que aplaudía la arremetida del PP contra Vox. Se escuchó a Iglesias, a Adriana Lastra, a Sánchez, felicitar a Casado.

Esto es lo más chocante que sucedió ayer. Que el PSOE y Podemos celebraran un discurso que igual es que no entendieron bien, porque la tesis principal de Casado fue que él no quiere que gobierne Abascal porque Abascal representa lo mismo que Sánchez e Iglesias: la polarización, la división, el ruido y la táctica. No dijo que Abascal le parezca ultraderechista, fraquista o xenófobo, dijo que Abascal juega a lo mismo que juega Sánchez, a dividir España en su beneficio. ¿Esto es lo que aplaudieron Lastra, Iglesias, Pedro Sánchez? ¿En serio?

Casado se desmarca de la extrema derecha el mismo día que el PSOE firma un manifiesto por la democracia con Bildu y con la CUP. Los de Otegi y los que venían al Congreso con el único deseo de sabotear la vida parlamentaria. Y también con Esquerra y Junts per Cataluña, que encarnaban, según el Pedro Sánchez de la campaña electoral de hace once meses, la mayor amenaza a la convivencia que sufría España.

Éste es el camino que quiere recorrer Casado: convencer a la sociedad de que sólo él, entre el Vox ruidoso, corrosivo y populista y la izquierda populista, corrosiva y ruidosa, solo él abandera la España del entendimiento constructivo.

Que disfrute de la lectura de los diarios porque hay comentaristas entusiastas que la ven ya habitando la Moncloa. Y que evite mirar el twitter, o el facebook (donde la infantería de Vox se hace oír con eficacia); y que se haga a la idea de que algunos de los opinadores que con más pasión le reivindicaron hasta ayer, hoy se sienten desdeñados y pronostican lo contrario: que morirá de moderación y Vox le dará el sorpasso.

También le digo que cada vez que sucede algo que no se esperaba los medios tendemos a exagerar la nota: un antes y un después, ya nada será igual, una jornada histórica. Pues hombre, iremos viendo. Hay opinadores abonados a la futurología que no escarmientan. Y si algo nos ha ensenado la vida política de los últimos diez años es que aquí nadie sabe lo que va a suceder mañana. Si no sabemos lo que va a defender mañana Pedro Sánchez, como para saber si este movimiento audaz que ayer hizo Casado le disparará en la intención de voto o todo lo contrario.

El presidente, que hábil ya tiene demostrado que es, se guardaba la noticia de que retira su plan para cambiar las reglas de elección del CGPJ. Lo llamó parar el reloj pero, en realidad, es la retirada de la reforma legal que sólo ha merecido el entusiasmo de medio gobierno y de algún diario afín. Un soberano patinazo. Que el mismo presidente que anteayer consideraba urgente, acuciante, poner en marcha el reloj de la democracia (entiéndase, desbloquear la renovación del Consejo por la vía expeditiva de tirar la puerta abajo) hoy predica la bondad de parar ese mismo reloj para dar tiempo al PP a que reconsidere su postura y se avenga a consumar, como toda la vida, el intercambio de cromos. El más puro estilo Sánchez. Cómo salir airoso del enganchón fingiendo que es él quien ha indultado al toro.

El país, entretanto, sigue adelante. O hacia atrás, según se mire. Llegamos al 23 de octubre sin proyecto de Presupuestos para el año que viene, metidos en la recesión y con todos los indicadores sanitarios empeorando. No sólo empeoran, lo hacen a una velocidad mayor cada día que pasa. Empezamos la semana con una incidencia acumulada de 312 casos por cien mil habitantes. Ayer ya estábamos en 348.

La esperanza sigue siendo la vacuna. Pero como admitió ayer aquí el ministro de Sanidad, nadie puede afirmar con seguridad no ya que vaya a estar lista en cinco meses, sino siquiera que vaya a llegar a haber una vacuna.

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