Junqueras, que se enfrenta a 25 años de prisión por un delito de rebelión agravada con malversación, ha utilizado el turno de última palabra para lanzar un último alegato político en el Tribunal Supremo en favor del "diálogo" y ha lamentado que se haya traspasado a la Justicia "la responsabilidad de dictar sentencia".
"Creo que lo mejor para todos sería devolver la cuestión al terreno de la política, de la buena política, de donde nunca debería haber salido, al terreno del diálogo, la negociación y el acuerdo", ha dicho el líder de ERC, que se encuentra en prisión provisional desde el 2 de noviembre de 2017.
Junqueras se ha mantenido firme en sus "convicciones políticas, cívicas, democráticas, pacíficas, republicanas y cristianas" y en su "compromiso irrenunciable con la bondad y el respeto a la dignidad humana", y ha insistido en que "votar y defender la república desde el Parlamento no puede ser un delito".
En apenas cinco minutos y apoyándose en sus notas, el que fuese vicepresidente del Govern ha reconocido que "cualquier político, como cualquier persona, comete errores", si bien ha querido dejar claro que él se desmarca de la política "que niega el diálogo, la negociación y el acuerdo": "Siempre he evitado esa mala política".
El principal acusado del juicio del "procés" en el Supremo ha querido dejar claro que "hablar y escuchar es la base de todo entendimiento" y ha agradecido a la Sala la oportunidad de haceerlo: "Si algo debo agradecer es el hecho de haberme dado voz después de tanto tiempo privado de ella".
Junqueras se ha presentado como un "padre de familia y profesor" que se dedicó a la política de forma tardía con la "voluntad de servicio" y de "ser útil" par "construir un mundo más justo y más libre".