Ni en Murcia dimitió el imputado ni en Madrid se prestó el PP a apoyar una comisión de investigación sobre la caja B del partido. Ciudadanos se siente chuleado y da los pactos por incumplidos. El PP les acusa de estar en el postureo poniéndole una vela a dios y otra al diablo: Rivera cuántico, con el PP y contra el PP a la vez.
Un socio se chotea del otro.
El otro le llama caradura.
El primero responde llamándole mentiroso.
De las lentejas que dijo Maillo —habrían firmado un folio en blanco con tal de hacer presidente a Rajoy—, de las lentejas de Maillo a las ostras de Girauta.
El abreostras es la comisión de investigación que ha pactado Ciudadanos con el PSOE y con Podemos —habemus, Pablo, nueva triple alianza—. El abreostras o mejor, y con perdón, el abrehostias. Porque aquí las comisiones de investigación se crean sólo para repartir hondonadas.
Cómo estará siendo, de agrio, el divorcio del cocodrilo Rajoy y el junco Rivera que el presidente advirtió ayer bíblicamente al naranja —a ver lo que tarda Rafael Hernando en volver a llamarle naranjito— que puede acabar convertido, cielos, en una estatua de sal.
Tremendo. La dureza que ha alcanzado el enfrentamiento. La mujer de Lot. En sede parlamentaria. Debió de haber recordado Rajoy que, cuando su señora giró el rostro, estaba Lot huyendo de Sodoma. ¡De Sodoma, presidente! Sodoma es lo que usted llama el pasado. Y no siga con la analogía porque Lot terminó borracho en una cueva y con sus dos hijas cabalgándolo.
Aquí tienen a estos dos socios que se vieron la semana pasada y salieron diciendo que todo iba muy bien…diciendo ahora que todo está fatal. En solo una semana hemos pasado de "Los puentes de Madison" a "El señor y la señora Smith". Comisión de investigación va, comisión de investigación viene.
La guerra de comisiones. Que es guerra de ventiladores. Y que es el festival del cuentismo. El otro Hernando, Antonio, proclamando que impulsan las comisiones de investigación llevados de su amor por la verdad y su afán de restituir la confianza en las instituciones.
Cuentos.
"Investigación" lo llaman los partidos. ¿No percibe ya usted las risas de fondo?
Para que una investigación merezca tal nombre ha de iniciarse con la mente despejada y libre de prejuicios, sin decidir primero qué conclusión queremos que tenga para supeditar todo lo que se haga a obtener ése, y no otro, resultado. Sólo hay que examinar las opiniones que, sobre cualquier tema, emiten cada día los grupos políticos para saber que su amor por la verdad es muy limitado. Sólo hay oírles interpretar los pactos que firman, o las sentencias judiciales, o los informes que invocan sin haberse leído, para entender en lo que andan. La única verdad que, en realidad, abrazan es la que mejor convenga cada día a sus estrategias partidistas. La pretendida investigación parlamentaria es más de lo mismo.
Si el Parlamento tuviera medios, recursos, para hacer investigaciones de verdad y, sobre todo, si los partidos tuvieran la honradez de encarar esas investigaciones sin anticipar cuál debe ser su resultado, un instrumento como éste sería de un valor inigualable. Pero aquí no se trata de eso. Las investigaciones serias en España las ha hecho y las sigue haciendo el poder judicial. Los partidos están a otra cosa, a la guerra de ventiladores. Palomitas para tenernos entretenidos.
Crean comisiones de investigación por la única razón por la que se han creado siempre en España: erosionar al adversario político. Escenificar en el Congreso lo mismo que desde hace años está ocurriendo en los juzgados y estirar todo lo que se pueda el chicle para ocupar espacio en los medios.
Es el burdo uso partidista que los grupos hacen de las comisiones de investigación —desde el minuto uno, cuando discuten su alcance y las listas de convocados— es el burdo uso partidista lo que ha arruinado el crédito de un instrumento parlamentario tan apreciable como éste.
Vosotros me montáis una comisión en el Congreso, yo os montó a vosotros una en el Senado. Y a la vez nos ponemos a investigar —use usted el verbo que prefiera— los quince años de gestión de las cajas de ahorro.
Qué encomiable sacrificio al cargarse sus señorías de tantísimo trabajo. La cantidad de papeles que se comprometen a estudiar. No les va a quedar tiempo para irse de mítines los fines de semana.
Entretanto, el gobierno fracasa en su intento de aprobar unos presupuestos —fracasa el gobierno y fracasa el congreso—: lo urgentísimo que era tener unas cuentas nuevas (eso pregonaba Rajoy allá por octubre) y estamos a mitad de marzo sin que se haya aprobado cuenta alguna.
Cómo sorprendernos a estas alturas de que la célebre reforma de la estiba lleve años esperando a que el parlamento tenga a bien impulsarla. Cómo sorprendernos si fue la presidenta de este Parlamento la primera que, cuando era ministra, pasó de complicarse la vida y aparcó el tema. Cómo sorprenderse de que manden a la nevera el decreto ése que aprobó el otro día el consejo de ministros y subcontraten a patronal y sindicatos la labor que corresponde al legislativo: ustedes acuerden y luego ya nos dicen qué ponemos.
Y entretanto, la campaña electoral en Murcia ya ha comenzado. Ciudadanos quiere elecciones y ya no sabe qué más hacer para empujar a Pedro Antonio Sánchez a que las convoque. Ayer se vieron con el PSOE y salieron diciendo que le dan al presidente un ultimátum. Que para el 27 tiene que haberse ido o convocado. El 27. Y si no convoca para evitar la moción de censura, le presentan la moción y hacen presidente a otro pero sólo para que disuelva y convoque. De aquí al 27. Tic tac, toméselo usted con calma.