En una nueva entrega de Territorio Negro, Marlasca y Rendueles han querido rendir homenaje a los perros de trabajo que forman parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En particular a cuatro de ellos, dos de la Guardia Civil y dos de la Policías Nacional, aprovechando la visita de la asociación Héroes de cuatro Patas, que ha presentado el calendario solidario en el que participa Carlos Alsina.
Mala, la perra no deseada que acabó siendo imprescindible
La primera protagonista fue Mala, una pastora alemana especialista en la detección de explosivos. Su historia empezó casi por accidente: nació fruto de un cruce no previsto entre dos perros de la Guardia Civil. A los tres meses quedó a cargo de Raúl, un guía con una larga trayectoria, que en ese momento tenía otro compañero canino: el veterano Milo, uno de los perros más reconocidos del cuerpo.
Mala trabajó en plena amenaza yihadista y participó en operaciones de seguridad en puertos, registros a células radicales e incluso en actos oficiales como la proclamación de Felipe VI. Pese a su especialidad, tenía un carácter especialmente dócil, lo que le permitía colaborar también en hospitales, residencias y colegios.
Se retiró a los siete años y vivió hasta los trece junto a su guía. Incluso en sus últimos meses, sin apenas oído y con problemas de movilidad, reaccionaba cuando Raúl le ponía la mano en el pecho: la señal de que debía buscar.
[[H3:Scottex]
El segundo caso es el de Scottex, un labrador de la Policía Nacional especializado en restos humanos (REU). Llegó a la unidad casi por azar: un particular que no podía hacerse cargo de él lo cedió a un policía, que lo llevó a la especialidad.
En uno de sus primeros servicios localizó el cadáver del estudiante Pablo Sierra en el río Guadiana. Desde entonces ha participado en búsquedas especialmente duras, como el derrumbe del edificio en el centro de Madrid y la DANA de Valencia, donde trabajó jornadas de hasta 14 horas junto a su guía, Manuel.
Los perros REU se entrenan con restos reales de donantes, gracias a convenios con universidades de Medicina. Deben ser capaces de detectar cadáveres en diferentes estados de descomposición y en entornos muy distintos: bajo tierra, bajo el agua o entre escombros.
Bora, la triple especialista del crimen organizado
La tercera protagonista es Bora, una pastora belga malinois de la Policía Nacional entrenada para detectar drogas, armas de fuego y billetes. Hija de otra perra policía, forma binomio con Oli, un guía que también trabaja con un perro de explosivos y otro de restos humanos.
Bora actualiza constantemente su catálogo de olores conforme aparecen nuevas drogas en el mercado: desde cocaína o heroína hasta sustancias como el tusi, el GHB o la metanfetamina. Su motivación, según su guía, es casi puramente emocional: trabaja para complacer a su compañero humano. A veces, incluso después de recibir el premio, vuelve a marcar la droga solo para que la vuelvan a felicitar.
Dylan, el perro de aguas de olfato infalible
El último protagonista es Dylan, un perro de aguas blanco de la Guardia Civil, conocido por su hoja de servicio extraordinaria. Trabaja con Juanma, un guía veterano de 34 años que ha entrenado a varios de los mejores perros de rastreo del país.
El primer servicio de Dylan llegó con solo diez meses, cuando localizó restos de sangre en la casa donde se había violado y asesinado a una mujer en Navalcán. Desde entonces ha participado en decenas de investigaciones complejas.
Su intervención más llamativa fue en el caso de Manuela Chavero, la mujer desaparecida en Monesterio. Cuatro años después del crimen, Dylan fue capaz de señalar los lugares exactos donde había habido sangre en la vivienda del asesino, incluso cuando la luz forense y los reactivos no mostraban nada. El propio autor reconocía: "es ahí, donde señala él". Hace apenas unas semanas, el perro localizó dos cadáveres ocultos bajo un depósito de mil litros de agua y varias arquetas, lo que le valió una condecoración. Según su guía, sin embargo, Dylan trabaja por algo mucho más simple: jugar. Su premio favorito no es una medalla, sino un dinosaurio de peluche.

