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Territorio Negro: Los vinos de Atrio. Un robo de película

Manu Marlasca y Luis Rendueles cuentan la historia del robo en el restaurante Atrio cometido por delincuentes de guante blanco. Los que no utilizan la violencia para cometer sus crímenes o sus delitos.

ondacero.es

Madrid |

Vamos a empezar esta historia por el final: el final de la escapada de un hombre y una mujer que habían robado la bodega del restaurante Atrio en Cáceres (un restaurante de tres estrellas Michelín) y que fueron detenidos en la frontera de Croacia varios meses después.

Todo ocurrió la tarde noche del 26 de octubre de 2021, cuando una mujer joven, atractiva, con gafas oscuras, peluca y mascarilla contra el covid llega al hotel restaurante Atrio, un local muy elegante y exclusivo en Cáceres. Habla en inglés y enseña una tarjeta de identidad de una mujer suiza para registrarse en recepción. Le dan la habitación 107. Paga con una tarjeta prepago y dice que esa noche cenará en el restaurante de lujo del hotel y que lo hará con su pareja, un hombre que llegará luego.

Lo cierto es que esa mujer no es suiza, sino que realmente es una reina de la belleza mejicana y aspirante a actriz llamada Priscila Lara Guevara. Y el hombre, que no se registrará en el hotel, es Constantin Gabriel Dumitru, un ciudadano rumano que fue limpiacristales de riesgo en edificios de mucha altura, en rascacielos, y que tiene una cierta afición por robar artículos de lujo, especialmente vino, y entre ellos tiene predilección por un tinto de la región de Borgoña llamado Romaneé Conti, que se vende hasta a 19.000 euros la botella.

Aquella noche, Priscila Lara y Romaneé, haciéndose pasar por clientes, cenan el menú degustación, pagan en efectivo los casi 400 euros de la cuenta y el maître se ofrece a enseñarles la bodega. Luego, vuelven a su habitación. De madrugada, cuando solo queda un empleado en recepción, la mujer llama por teléfono. Está disgustada, dice que ha pagado mucho por la cena y que sin embargo se ha quedado con hambre. El empleado le explica que la cocina está cerrada, pero ella insiste. Él se ofrece a hacerle una ensalada y se la lleva a la habitación. Como en ese momento es el único empleado del hotel, la recepción queda momentáneamente vacía. Después de la ensalada, ella le dice que tiene más hambre y le pide un postre.

Dumitru aprovecha ese rato para entrar en la bodega del Atrio. Sabe que allí hay muchas botellas de Romanee Conti, su vino fetiche. Va a llevarse 38 de ellas. Coge otras seis botellas más de otros vinos y una de Chateau d’Yquem del año 1806, un vino dulce de Burdeos valorado en carta en 150.000 euros y que en el mercado puede alcanzar hasta los 300.000 euros.

Uno de los misterios del caso es cómo consiguieron una tarjeta magnética para entrar en la bodega, si contaron con ayuda de alguien, si fabricaron una o si simplemente la robaron.

El caso es que este hombre entra en la bodega y se lleva 44 botellas. Necesitará un carro como el de los supermercados para sacarlas de allí.

Fueron más discretos. Las cámaras les grabaron entrando en la bodega y saliendo luego del hotel con maletas en las que llevaban las botellas envueltas en toallas que también se llevaron del propio hotel, para protegerlas y que no se rompieran. Meses después Constantin y Priscila fueron detenidos en Croacia después de pasar, que se sepa, por Francia, Alemania, Holanda, Montenegro y Croacia. Pero cuando los detuvieron no tenían ni una botella en su poder y tampoco mucho dinero en efectivo ni en ninguna cuenta a su nombre. Los trasladaron a la cárcel de Cáceres, donde esperaron el juicio y continuaron con su relación de pareja, un amor que parece indestructible para disgusto de la policía.

Sí, porque la esperanza de los investigadores era que Priscila, más joven y más inexperta, se rompiera en prisión, delatara a su pareja y dijera qué había hecho con las botellas de vino, más de millón y medio de euros en botellas. No fue así. Los dos siguieron su amor en la cárcel. Ella se apuntó a un taller de peluquería, él trabajaba en el economato, dicen que hacía un café muy rico, y siguieron teniendo cada semana su vis a vis, sus relaciones íntimas en la cárcel. Para poder verse más, se apuntaron a un taller de ajedrez en prisión. Del vino robado, ni palabra.

Los dos fueron condenados a cuatro años y medio de cárcel, pero ella, Priscila, la miss mexicana, ya no está en prisión. Por una maniobra inteligente de su abogado, Juan José Collado. Al ser extranjera y tener una condena de menos de cinco años de cárcel, se puede cambiar esa condena por ser expulsado de España. Los delincuentes no suelen aceptarlo, prefieren muchas veces una cárcel española que volver a su país, pero no fue el caso de Priscila, que salió de la prisión de Cáceres rumbo a Méjico el pasado mes de septiembre

Y desde allí, donde dicen que está “descansando”, sigue en contacto con su chico, el ladrón, Constantin, que sigue en la cárcel. Ahora lo han trasladado a la prisión de Estremera, en Madrid.

Él intentó ser expulsado a Rumanía, pero al ser ciudadano de la Unión Europea es más difícil esa expulsión. En verano sí consiguió su primer permiso de salida de la cárcel de Cáceres. A la puerta de la prisión hizo unas declaraciones donde asumía por primera vez ser el autor del robo, que él definió como hurto, es decir, sin violencia. No ha vuelto a tener permisos y le queda poco para salir en libertad, no más de año y medio. Antes podría conseguir el tercer grado, es decir, ir a la cárcel solo a dormir, si tiene alguna oferta de trabajo.

El asunto es que ese primer permiso fue un poco accidentado. Además de una entrevista, Constantin tenía una reunión en Madrid para concretar uno de sus proyectos de futuro: le han ofrecido protagonizar con su chica, Priscila, un documental de cinco capítulos, un true crime para una plataforma audiovisual. Debió distraerse con el proyecto, porque no fue a firmar cada día, como era su obligación mientras disfrutaba de ese permiso.

Además, tiene otro proyecto, un poco en esa línea, pero a lo grande. Constantin y Priscila tienen también una oferta en firme de una productora de Hollywood para hacer una película sobre su historia digamos de amor, vino y robos. Les ofrecen, de momento, dinero por ceder los derechos de su historia y un porcentaje sobre la posible taquilla futura.

Es una historia tiene muy buenos ingredientes para llevarla al cine. No sólo por el robo, sino también por su propia relación de pareja. Ellos han contado que se conocieron en el año 2017 en la playa de Barcelona. Priscila, entonces una miss de 24 años, estaba de turismo. Constantin, un cuarentón atractivo de ojos azules, no sabemos qué hacía allí. Se enamoraron y desde entonces no se separaron. Se fueron a vivir a Madrid, donde estaban las dos hijas que Constantin tenía de un matrimonio anterior, y alquilaron un piso muy cerca de la central de la Policía Nacional, en Canillas.

Constantin empieza a protagonizar entonces algunos robos curiosos. Casi siempre acompañado por una mujer que nunca pudo ser identificada. En agosto de 2019 entra con una joven en una tienda de vinos del barrio de Salamanca, en Madrid, y se lleva una botella de whisky Balvenie valorada en más de 5.000 euros. Lo detienen, solo a él, y lo condenan a un año de prisión. Sigue libre porque recurre esa sentencia.

También robó vino en el duty free del aeropuerto de Ginebra, en Suiza. Se llevó tres botellas de su vino tinto favorito, del Romanee Conti. Fue detenido en 2020 por ese golpe y quedó en libertad a la espera de juicio. En julio aparece de nuevo en una lujosa tienda de Madrid de donde se lleva dos botellas más de ese vino por el que tiene fijación. Iba acompañado de una mujer que una vez más queda sin identificar.

Constantin es un ladrón, pero un ladrón enamorado. Días después entra en una tienda de lujo del mismo barrio de Salamanca, en Madrid, y se lleva un bolso de mujer que cuesta 800 euros. Todo indica que ese robo fue para regalárselo a su chica.

Sobre si el robo de Atrio lo planearon, la respuesta es que sí, milimétricamente, según la policía. La investigación apunta a que estuvieron tres veces en el hotel-restaurante, dentro o muy cerca. A la tercera fue la del robo y huida.

De las botellas no se sabe nada. La policía no ha conseguido dar con ellas. Hay una versión romántica que asegura que, cuando fueron detenidos, Constantin dijo a los policías que si dejaban en libertad a Priscila, el les diría dónde estaba el vino. Hay otra menos poética y que la policía investigó: los dos habrían vendido gran parte de las botellas, sobre todo las Romanee Conti, su especialidad, a un grupo de millonarios rusos.

Lo cierto es que los robos de esas botellas de vino tan concretas suelen ser por encargo, ya sea por negocio o por capricho. En este caso de Atrio, hay también algún indicio de que Constantin se estaría guardando la botella de ese vino de Burdeos, el premio gordo digamos, como “un plan de pensiones”.