Madrid |
Eso de entrar en el gobierno a prueba, como unos becarios en busca de ministerios temporales y precarios, es tan generoso que roza la súplica y está en el borde de la humillación. Es el aprendiz de torero que busca una oportunidad. Es el padre que pide un empleo para su hijo, aunque sea sin cobrar. Es lo más insólito que hemos visto y veremos.
Pero tiene un problema: Sánchez huye de la coalición como de la gota fría. La coalición temporal le parece una coña. Tiene tanto miedo a abrir la puerta del poder a Podemos como a echarlos después. Piensa que una vez dentro no habrá forma de echarlos. No se fía de Podemos y punto. Con lo cual, entiendo que todas las naves quedan quemadas a cuatro días de las consultas del Rey y, si quedaba alguna duda, vienen elecciones.
No puedo decir definitivamente, porque esa palabra no existe en política, pero con máxima certeza. La solución es la que apuntó Núñez Feijóo ayer en este programa: gran coalición PSOE-PP. Pero ya es tarde, falta voluntad y sospecho que Sánchez, ante la palabra coalición, grande o pequeña, pide agua bendita y dice lo del santo: vade retro, Satán.