Segundo: La necesidad de echar mano de los pequeños les dio un valor desproporcionado. Vox y otros han impuesto condiciones como si fuesen mayoritarios.
Tercero: No ha sido buena idea mezclar elecciones, porque al final los pactos autonómicos condicionaron la investidura y se desembocó en tener que llamar a los independentistas para investir a Sánchez.
Cuarto: Esa llamada a Esquerra deja en mal lugar a Sánchez, que, ideas aparte, sufre la humillación de tener que dialogar con quien echó abajo sus presupuestos y le abortó la operaciónIceta.
Quinto: Visto lo visto, los pactos no se hicieron sobre ideas, sino sobre reparto de poder, a ver quién pilla más y mejor.
Sexto: Planteadas así las conversaciones, esto se ha convertido en una feria de ganado, donde cada feriante puso precio a la res.
Séptimo: Surgió un invento nuevo, que es repartir algunas alcaldías por periodos: fifty-fifty, dos años para ti, dos para mí. Una ocurrencia.
Osctavo: El bloque conservador salió beneficiado del ceremonial, pero queda herido por las ambiciones. Sobre todo, las de Madrid.
Noveno: A pesar de todo lo dicho, hay un factor positivo: este país se está acostumbrando a pactar.
Décimo: La política sigue haciendo extraños compañeros de cama.