Pues no me plantea usted nada, maestro director. Si digo que esto de Marruecos y el Sahara es asunto exclusivo de Sánchez, estoy diciendo la verdad, pero también le estoy negando al presidente lo que es y lo que representa: el gobierno de la nación que es, a su vez, emanación de la voluntad popular.
Pero si digo que es la postura de España, miento, porque el Congreso es la soberanía nacional y hoy votará un documento crítico con el cambio liderado por Sánchez. O sea, que mi conclusión es que estamos ante un cambio legítimo, incluso quizá necesario, pero mal gestionado.
Hubo oscurantismo absoluto en las conversaciones previas a la carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI: nadie supo de su existencia y sigue sin saber de su contenido. El Gobierno se instaló en la creencia de que el ministro Albares resolvía un problema de medio siglo, y yo creo que es cierto, pero los representes políticos no piensan así.
Y esos representantes se negaron a entender el significado de la expresión “en el marco de Naciones Unidas” que acompaña la aceptación de la autonomía como solución más realista.
Desde esos puntos de partida, lo que hoy alcanzaremos a ver será un jefe del gobierno agasajado al máximo nivel en la Corte de Rabat, pero sin más apoyo que el de su partido en el Parlamento español.
La imagen es penosa.Sánchez representa a España, pero la España parlamentaria no acompaña a Sánchez. Eso no es fortaleza, ni unidad, ni define una gran política exterior.
