Rubén Amón indulta a los padres: "Reinamos, pero no gobernamos"

Más que el día del padre debería celebrarse el día mundial del padre, igual que ocurre con las categorías precarias de la sociedad y de las causas desfavorecidas. Porque el padre, al menos en la cultura mediterránea, es un estorbo y una figura embarazosa desde que San José se convirtió en figurante del portal de Belén a falta de méritos reproductivos.

El papel subordinado y hasta cabestrón del santo que celebramos hoy sobrepasa, en efecto, el equilibrio de la sagrada familia para convertirse en un síntoma o en un antecedente del gran ausente en que se ha transformado la figura del padre en aguas del Mare Nostrum.

CareceMOS de prestigio y hasta de atribuciones en los inescrutables espacios domésticos. Reinamos pero no gobernamos, para entendernos. Y somos el extremo recurrente donde hacen pinza las alianzas materno-filiales a costa de la aureola de hojalata que hemos heredado de San José. “Que papá no se entere” podría convertirse en el aforismo fundacional o recurente de nuestros hogares.

Es la paradoja de las sociedades machistas y la razón por la que los padres del Mediterráneo, de Algeciras a Estambul, como canta Serrat, hombres solos en compañía de hombre solos, se entretienen en el ágora, en el foro, en los cafés y en las tabernas portuarias, esperando que los niños se vayan a la cama, retrasando el momento de quitarse el disfraz de superhéroe en el umbral del hogar, o cruzándolo de puntillas.

Una vez dentro de la fortaleza, el padre, como le sucede a San José en la claustrofobia del establo, ignora los códigos familiares, se desplaza sin brújula, escapa a comprar cigarrillos cuando puede, sobre todo si no fuma, castiga a destiempo a la prole y la premia sin razón, incluso se expone a la emboscada parricida con que el mito de Edipo se arraiga en nuestra cultura.

Este martes 19 es el día del padre porque no lo es los 364 días restantes