OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Aznar se marchó encantado porque a Rufián y a Iglesias les tenía tantas ganas como ellos a él"

Hoy ya no está Aznar en el Congreso. Pero, incluso sin él, podemos tener una mañana interesante.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 19.09.2018 07:54

Porque hay sesión de control. Una semana después de que Rivera soltara lo de la tesis doctoral de Sánchez y le madrugara el foco a Pablo Casado. Hoy lo vuelve a intentar Casado y hoy no pregunta Rivera, vamos a ver qué pasa.

Como el debate político en España ya hay que narrarlo como si fuera el fútbol —todo son tácticas, jugadas en corto, ofensivas, contragolpes, empeño por marcar en la portería contraria y jugadores abriéndose paso a codazos— igual es así como hay que contar hoy lo del gol que, contra pronóstico, le marcó ayer el combinado gubernamental (PSOE-Podemos) al conjunto opositor (PP-Ciudadanos). ¿Gol en qué? Pues hagan memoria: en el obstáculo insalvable que hasta ahora representa para Pedro Sánchez el Senado. Como las cuentas públicas tienen que pasar por ahí, y como Montoro amarró para el Senado la capacidad de veto sobre esto que llaman la estabilidad presupuestaria, lleva el presidente desde antes del verano buscando la forma de reventar el muro y abrirse paso, en su afán presupuestario, entre los cascotes del Senado.

Recuerde: tal como la principal debilidad de Sánchez no es su tesis doctoral, sino lo menguado que es su grupo parlamentario, la principal fortaleza de Casado no es su formación académica sino tener el grupo con más diputados del Congreso y, sobre todo, tener la mayoría absoluta en el Senado. Esta otra cámara tan incómoda, hoy, para el gobierno socialista a la que Adriana Lastra llegó a birlarle su condición de representante de la soberanía nacional en un desahogo.

Entonces, ¿qué es lo que ha pasado para que el tanteo de esta mañana esté 1-0 a favor del gobierno, Sánchez, 1, Casado, 0? Pues yo se lo cuento. El objetivo de Sánchez es deshacer lo que hizo Montoro en 2012. Es decir, quitarle al Senado su condición de frontón en la cosa presupuestaria. Si le tumba el plan de estabilidad, estupendo, pero luego vuelve al Congreso y se lo aprueban. ¿Significa esto que el presidente quiere cargarse el Senado? No. Significa que quiere cargarse una ley que aprobó el gobierno de antes. ¿Forma de hacerlo? La primera que tanteó el gobierno fue la más suya, por decreto. Pero ya le hicieron ver los juristas que aquello sería un escándalo y que legalmente no tenía un pase. ¿Forma lenta de cambiar la ley? Promoviendo en el Congreso la reforma: presentas un proyecto, se tramita, etcétera. ¿Forma rápida de cambiarla? Aprovechar una ley que ya esté en trámite avanzado y le cuelas a última hora una enmienda. Tienes un barco que ya está punto de llegar a puerto y que transporta manzanas y le metes de extranjis una pera (este ejemplo le agradará a Ana Botella). Dices: pero si este barco es para las manzanas. Bueno, ya, pero consigo que la pera llegue a puerto en tiempo récord.

Lo que el gobierno consumó anoche es una operación encubierta, de camuflaje, para pillar al adversario mirando a Cuenca.

Le han metido la mina a la ley contra la violencia de género con idea de que, una vez se apruebe, quede deshecho el candado de Montoro en el Senado. Cae el muro y se queda Casado sin su principal fortaleza.

Como esto va de trucos, de trampas y de atajos, el equipo gubernamental (PSOE-Podemos) celebra el tanto y el PP busca la forma de pedir la impugnación al árbitro al grito de ¡mano, mano! Eso si, con atajo o sin él, con el Senado-frontón o el Senado derrotado, las posibilidades de que Sánchez saque adelante sus presupuestos del 19 siguen siendo, hoy, igual de cortas que eran ayer. Porque sigue dependiendo de que le den su bendición, todos a la vez, los partidos que le auparon hace ciento diez días a la Moncloa.

No estuvo fino el diputado Rufián. No es fácil ir de interrogador agresivo, inquisidor que primero emite sentencia y luego le pregunta al condenado si se avergüenza, y querer a la vez colocar golpes de pretendido humor sarcástico. No estuvo fino y lo supo aprovechar Pablo Iglesias, que fue quien consiguió tener el cuerpo a cuerpo con Aznar que venía buscando y con más aplomo y mejores resultados que el del intérprete de Esquerra.

En esta velada pugilística de ayer en la comisión Bárcenas del Congreso el momento más enternecedor lo protagonizó el canario Quevedo, que entre sus miles de ocupaciones tiene la de presidente de este ring con tentación de hoguera. Fue emocionante escucharle decir que el objeto de la comisión es investigar.

No se lo cree ni el presidente de la comisión, claro. Ninguno de los diputados ha investigado nada (acuden con fotocopias de prensa y fragmentos de sumarios) y ninguno espera que la comisión aporte nada nuevo. Aquí se trata de hacer desfilar a los comparecientes para que los portavoces de los grupos intenten ponerles en apuros sobreactuando mucho y rascando poco.

Nada nuevo iba a decir Aznar, a estas alturas, sobre la Gürtel y nada nuevo dijo. Él no sabe de la existencia de caja B, él no se ocupaba de las cuentas del partido, él no tiene nada de lo que arrepentirse, él no se siente responsable de corrupción alguna. Lleva años repitiendo estas mismas cosas y no lograron ni Simancas, ni Rufián, ni Cantó ni Iglesias que se apartara una coma de lo que tiene dicho.

Tampoco parece que pueda sorprenderse nadie a estas alturas de que Aznar considere golpista a Esquerra Republicana (y o diga), o populista financiado por Irán y Venezuela a Pablo Iglesias, y también lo diga. O que vea en ambos políticos un peligro para la democracia. Tal como ellos ven en él a un presidente nefasto que encubría la corrupción, invadía países y se inventaba armas de destrucción masiva.

Lo único sorprendente, sabiendo todo eso, es que haya quien se rasgue las vestiduras por que se dijeran esas cosas en el Congreso. Este falso pudor: ¡ay lo que ha dicho! ¡Y en sede parlamentaria!, que es una expresión que usan los políticos y los opinadores para engordar su escándalo. En sede parlamentaria. Oiga, si hay algún sitio donde se puede decir casi cualquier cosa y acusar de cualquier cosa a otro es ¡en sede parlamentaria!

Rufián hace preguntas muy simples pero las entona como si estuviera acorralando al compareciente antes incluso de que llegue a la cámara. Sube la voz para decir "responda sí o no", como en las películas mediocres de abogados buenos y acusados malos. Pero se tambalea cuando el compareciente se ríe. Y abusa de El Padrino, ésa es la verdad. No puede ser que todo lo que sucede le recuerde siempre alguna escena de El Padrino.

Iglesias se prepara mejor los temas que Rufián. Y domina mejor la puesta en escena. Es verdad que va con las conclusiones ya hechas, como todos, pero le da apariencia de interrogatorio preciso a su batería de preguntas. E interpreta bien el papel de escandalizado por el bochorno que le produce el talante de quien fue presidente de su país.

Pablo salió astisfecho (llevaba días ayuno de este papel de feroz opositor que interpreta con eficacia) y Aznar se marchó encantado porque a Rufián y a Iglesias les tenía tantas ganas como ellos a él. Y porque fue muy felicitado por los diputados del PP que, ahora que manda Casado, le tratan con más afecto que cuando era Rajoy el que mandaba.