OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "En el mundo feliz del PSOE, sólo van a pagar más los riquísimos, las malvadas eléctricas y las compañías de internet"

Va a tener que acostumbrarse la ministra. Al foco y al escrutinio.

No parece que la exposición pública le guste pero no le va a quedar más remedio.

Ocho de cada diez ciudadanos no tienen ni idea de quién es Nadia Calviño.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 16.10.2018 07:55

Si preguntas quién era el ministro de Economía con Rajoy casi todo el mundo dirá Luis de Guindos. El superviviente que se buscó un sillón en Frankfurt dos meses antes de que a Rajoy lo dejaraUrkullucolgado de la brocha.

Si preguntas quién fue el ministro de Zapaterote sale Solbes. Aquel hombre apacible que esperó a ser ex ministro para contarle a todo el mundo lo poco que le gustaba la alegría con que gastaba su jefe, el presidente. Lo poco que él se oponía a esa alegría no hacía falta que lo contara porque estaba en los acuerdos del Consejo de Ministros. Solbes y Salgado, que vino luego, cuando el zapaterismo ya flaqueaba.

Aznartuvo aRodrigo Rato (quién le vio yo quién le ve, del gobierno al trullo pasando por Caja Madrid y el Fondo Monetario).Felipe tuvo aSolchaga(el liberal, decían entonces, enfrentado a los guerristas, que eran más de intervenirlo todo).

Los ministros de Economía siempre han sido muy conocidos.

Su popularidad (o impopularidad) iba ligada a su poder. Eran los que más mandaban.

Hasta ahora.

Nadia Calviño es mayormente desconocida por dos motivos:

No ha protagonizado ningún escándalo, cosa que le honra. No ha chapoteado en ningún charco.

• Y no tiene el poder que alcanzaron sus predecesores. A ella la reclutó Sánchez en Bruselas, cuando buscaba una profesional acreditada, bien valorada por las cargos comunitarios, que le diera el aval que necesitaba para no parecer un peligroso izquierdista manirroto. Con Calviño de cancerbera, la sujeción del nuevo gobierno a la doctrina del equilibrio presupuestario quedaba asegurada.

Bueno, ahora se trata de ver si Calviño ha resultado eficaz en esa tarea. Van a ser sus antiguos colegas de Bruselas los que examinen el plan presupuestario que ella firma en busca de posibles lagunas, o dudas, o debilidades. Y aunque sólo por eso, va a ir estando cada vez la ministra de Economía en el foco del debate y en el foco de los medios.

Por eso, y porque vienen curvas. Lo que hasta este verano se resistía a admitir en público el gobierno —que el ritmo de crecimiento económico está bajando— ha acabado por reconocerlo en el papel oficial. La previsión para este año al 2,6 % y para el próximo al 2,3 %. No es un 'Houston, Houston' —crecer, seguiremos creciendo— pero sí es la constatación de que el viento a favor que ha permitido mejorar la actividad, reducir el déficit y aumentar los ingresos del Estado está empezando a flojear.

Uno de los aspectos que habrá de examinar la comisión europea es si ese menor crecimiento para el próximo está bien valorado en el plan del gobierno, en su cuantía y en sus efectos. La tesis de Calviño yMontero, pareja de facto en la elaboración de este plan presupuestario, es que flaquea el ritmo de crecimiento pero no lo bastante para que tenga un impacto negativo en las inversiones o en las exportaciones. Y no lo bastante como para que no pueda recaudarse tanto como hasta ahora con los impuestos que ya había y un añadido de cinco mil millones y pico con los impuestos nuevos.

En el mundo feliz de los argumentarios gubernamentales, sólo van a pagar más (recargo de solidaridad, que diría Montoro) los riquísimos, las malvadas eléctricas y las compañías de internet que, después de todo, son extranjeras. En la vida real el coche diésel sin ad blue lo tienen las familias de clase media, los 400 euros más al año de cuota mínima los tendrán que pagar los autónomos de ingresos limitados y el impuesto a las empresas de internet acabará salpicando, como el de las eléctricas o los bancos, a sus clientes o usuarios.

Si los planes del gobierno llegan a puerto, gracias a todo ese dinero nuevo que los contribuyentes aportarán al Estado se podrá mejorar la ayuda a la dependencia, los permisos de paternidad, las pensiones mínimas y las escuelas infantiles sin poner en riesgo el cumplimiento del déficit. Pagar un poco más por aquí y por allá redundará en más bienestar para el Estado del bienestar y más protección para quienes menos tienen. Y por eso la vida de la gente, incluso de la que tenga que poner más dinero (que seremos la inmensa mayoría) será mejor de lo que era con los Presupuestos de antes.

En Podemos ya avisan de que el pacto que se firmó en Moncloa, entre el presidente Sánchez y el con presidente Iglesias, no es elástico. No puede estirarse o encogerse al gusto de los otros con presidentes que va a necesitar Pedro para aprobar sus cuentas. No es, en fin, negociable.

Claro que tampoco se ha escuchado hasta ahora a esos otros con presidentes, Urkullu,Junqueras,Puigdemont,poner ningún reparo concreto ni al pacto Pedro-Pablo ni al plan de Calviño-Montero.

En lo que están los independentistas es en vincular su acción de oro en los Presupuestos con la autodeterminación y la absolución de los presos. Sí, hay un señor del PDeCAT en el Congreso,Campuzano, que ha dicho que una cosa es una cosa y la otra es otra, pero lo que no ha dicho todavía es que él vaya a romper la disciplina de voto de su partido —la disciplina puigdemoníaca— en caso de que el de Waterloo persevere en complicarle la vida a Sánchez. Del mismo modo que Junqueras tampoco ha dicho que no haya que hacerle ni caso a los portavoces de su partido que exigen el sometimiento inmediato de la fiscal general del Estado.

Ayer mismo, en respuesta al esfuerzo empático que está haciendo el gobierno, el diputado autonómico de Esquerra Republicana Antoni Castellá ha dicho que si no fuera porque España es Unión Europea, el Estado tendría la tentación de fusilar a Oriol Junqueras.

Como a Companys. Se detecta un cierta tendencia a fabular con bombardeos, sangre y fusilamientos en algunos cargos electos del independentismo. Acuérdese usted de Marta Rovira, tan apegada a la tierra, soltando aquello de que el gobierno español había amenazado con llenar de muertos las calles de Cataluña. Sangre, muerte y fusiles. Cualquiera diría que algunos se recrean en la fabulación cruenta. Luego la señora Rovira hizo la maleta y se largó a Ginebra a que Anna Gabriel le descubriera las bondades de la vida suiza. Tan apacible, tan descansada y de tantísimo sacrificio.

No pasa un día sin que algún dirigente de Esquerra o de los puigdemones alimente la falsa identificación entre el Estado español de 2018 y el régimen franquista. El día que no lo hace Torra lo hace este Castellá, que dice que hoy ejercen la represión los herederos de quienes fusilaron a Companys. Ya conocen esa otra leyenda urbana alimentada en foros independentistas: que los jueces del Supremo llevan ahí desde Franco los puso. Porque son jueces de una longevidad tan asombrosa que se apellidan todos Matusalén. Aunque Llarena tenga 55 años.