EXTREMODURO

Robe Iniesta: cronología de una vida contra todos los prejuicios

Dejó los estudios en tercero de BUP y se metió a trabajar con su padre, chapista. Allí, entre soldaduras y rutinas de taller, comienza a escribir letras. No porque hubiese futuro en ello, sino porque algo en él necesitaba salir.

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Tomás Sanjuán

Madrid |

Robe Iniesta: cronología de una vida contra todos los prejuicios
Vídeo de EFE / Imagen de Getty | EFE

Hay gente que no nace para encajar, sino para abrir un hueco a cabezazos. Robe Iniesta fue de esos. Uno de los grandes narradores de la derrota, la ternura y la rabia en castellano. Un obrero extremeño convertido en poeta, pero poeta del ruido. Un tipo que convirtió su biografía incómoda en una banda sonora generacional. Su muerte, a los 63 años, deja un vacío difícil de ocupar y cierra definitivamente una época en el rock español.

Infancia en la cuneta del mapa

Roberto Iniesta Ojea nace en Plasencia en 1962, en una Extremadura aún marcada por la desigualdad estructural y la emigración silenciosa. Familia trabajadora, calles donde casi nada pasaba y expectativas estrechas.

Deja los estudios en tercero de BUP y se mete a trabajar con su padre, chapista, oficio duro y sin florituras. Allí, entre chapa, soldaduras y rutinas de taller, comienza a escribir letras. No porque hubiese futuro en ello, sino porque algo en él necesitaba salir, como urgencia interna.

En esa periferia geográfica y social arranca su primer experimento musical: Dosis Letal. Versiones, temas propios, bares pequeños, carreteras sin glamour. Y, sin saberlo todavía, el comienzo de una de las historias más improbables de la música española.

1987: el estallido

Plasencia, 1987. Extremoduro. Un nombre casi más declaración de intenciones que proyecto artístico. Maquetas autofinanciadas, venta de casetes por la calle, literalmente, y conciertos donde se podía salir a hostias, lágrimas o ambas cosas.

La primera maqueta, Rock transgresivo, fijó la marca de la casa. Con ese lenguaje sucio y luminoso, sexo sin retórica, drogas sin maquillaje, hostilidad irreverente y una poesía de arrabal que nadie estaba esperando.

No había industria detrás. Ni managers. Ni un plan de carrera. Había precariedad, una guitarra algo desencuadernada y un tipo con la convicción de que la música no tenía por qué pedir perdón. Desde ese momento, Robe ya no está simplemente componiendo canciones, está construyendo un imaginario.

Del margen al número uno

Lo improbable ocurriría una década después. En 1996 aparece Agila, un disco que, de repente, llegó al número 1 en ventas. Ese disco no solo cambió el destino del grupo, cambió el de miles de oyentes que de repente encontraron un lenguaje donde encajaban sus propias heridas.

Después, una ristra de álbumes que también coronan listas: Canciones prohibidas (1998); Yo, minoría absoluta (2002); La ley innata (2008); Material defectuoso (2011); Para todos los públicos (2013).

Aquel obrero extremeño que vendía cintas en la calle lograba llenar pabellones, pero manteniendo su rol de antiestrella. Porque no daba entrevistas promocionales, ni practicaba ningún tipo de postureo rockero. Solo canciones. Y miles de gargantas devolviéndoselas.

Un poeta incómodo

Su escritura nunca fue fácil de clasificar. Lenguaje de calle, golpes secos de realidad, y poesía, mucha poesía. Robe habló de adicciones, de sexo, de enfermedad mental, del cansancio vital y del deseo de vivir, sin metáforas higiénicas. De hecho, fue rechazado por sectores conservadores, pero se convirtió en refugio emocional para generaciones enteras.

Robe nunca escondió su lado oscuro: drogas, autodestrucción y equivocaciones. Pero tampoco lo convirtió en pose.

También rompió moldes de género y sensibilidad, porque era un tipo con imagen rebelde, no cabe duda, pero hablaba del miedo propio, del abandono, de la fragilidad masculina sin blindarla en testosterona. Y en un rock español que en ese momento estaba cargado de bravuconería, Robe se permitió la duda.

Robe en solitario

A mediados de la década de 2010 decide orbitar fuera del nombre que él mismo fundó. Bajo el sencillo nombre de Robe, explora estructuras más largas y letras aún más introspectivas. Es la etapa del tiempo lento, de la reflexión madura.

El punto culminante fue el lanzamiento de Mayéutica, el tercer álbum de estudio de Robe en solitario. Y, quizá lo más significativo, es que demostró que su tirón no dependía de la marca Extremoduro. La gente iba a verle a él. No al logo. No a la nostalgia. A él.

Enfermedad y despedida

En 2024 suspende conciertos por un tromboembolismo pulmonar. Las alarmas se encienden. El público intuye fragilidad en un artista que siempre se mostró resistente al desgaste.

Y el 10 de diciembre de 2025 se anuncia su muerte. Sencillo, sobrio, sin dramatismos mediáticos. Como vivió: lejos del foco.

La sensación es inmediata. Fin de etapa. El cierre de una generación entera.

Hay artistas que construyen carreras. Robe construyó sentido. Y por eso, aunque ya no esté, sigue ahí: en cada chico y chica que encontró en sus palabras un lugar donde poder vivir sin pedir perdón.

Robe Iniesta: cronología de una vida contra todos los prejuicios
Robe Iniesta: cronología de una vida contra todos los prejuicios | Getty