Hoy venía pensando en… la patada de Gabriel.
Ni por asomo voy a justificarla. Lo que hizo ayer el central no es propio de un futbolista del Valencia. Se le fue la pinza. Y vaya que si se le fue. Esa patada a destiempo a Vinicius es tan lamentable como injustificable. Y ojalá no se vuelva a repetir nunca.
Pero esa patada, la de Gabi, es el fiel reflejo del estado de ánimo en que vive el Valencia. El de la impotencia, la frustración, la desesperación… el equipo está en el mismo estado de nervios en el que vivimos todos los valencianistas. La impotencia de ser incapaz de competir en el Bernabeu, la frustración de ver en que están convirtiendo al Valencia y la desesperación de no encontrar esa victoria que se resiste desde el 10 de noviembre.
Por eso, esa patada de Gabi, me da mucho miedo. Me da miedo que solo sea la punta del iceberg. Si un futbolista de la experiencia de Paulista es capaz de hacer lo que hizo ayer en el Bernabeu es que la cosa puede estar peor de lo que nos pensamos. El golpe moral que ha supuesto la marcha de Gattuso puede que llegue a tener un coste demasiado alto.
Decía Voro que esta situación es distinta a, por ejemplo, cuando sustituyó a Koeman porque no hay una ruptura en el vestuario. Una lectura que se puede hacer de forma inversa. Los futbolistas creían en Gattuso, admiraban a Gattuso, confiaban en Gattuso y la marcha del italiano les ha dejado sin ese líder dentro del vestuario. Ojalá no suceda lo mismo que cuando echaron a Marcelino. Aquel fue un golpe mortal al vestuario del que nunca consiguieron reponerse esa temporada.
Mientras tanto seguiremos con el discurso de que quedan muchos partidos. Sí, es verdad. Pero si no llega pronto esa victoria, la moral y la confianza de los futbolistas irá decreciendo en la misma proporción que lo ha hecho después de la salida de Gattuso. Y sí, la patada de Gabi… es una buena prueba de ello.
