Las importantes y múltiples bajas que presentaba el conjunto local obligaron a su técnico Imanol Alguacil, sobre todo en su lateral derecho, a componer un auténtico rompecabezas. Martín Zubimendi fue el elegido para cerrar ese flanco y Valladolid trató de aprovecharlo cargando el juego sobre Machis y Monchu para hacer daño.
Los pucelanos no generarían mucho peligro, pero sí la sensación de que si los donostiarras se descomponían podían pagarlo caro y eso se notó en el juego del tercer clasificado de la liga, que acentuó más guardar la ropa que nadar a la aventura en un choque que se antojaba largo.
No había ocasiones claras en ninguna de las porterías, si acaso sustos provocados por dos cabezazos de Illarramendi y un remate intencionado pero desviado de Sergio León, hasta que llegó la gran ocasión de los vascos para ponerse por delante.
Faltaban diez minutos para el descanso y los donostiarras cogieron a contrapié a su rival. Marín conectó con Sorloth y el noruego, con toda la intención, picó un balón que salvó el poste de Masip con el Reale Arena cantando el gol.
El empate era un botín escaso para los dos equipos por lo que se esperaba un segundo tiempo más abierto en el que podía pasar de todo ya que la Real, sin Merino, Silva o Momo Cho lesionados y Oyarzabal esperando su oportunidad en el banco, era un equipo alejado del que ha impactado por su juego durante toda la temporada.
Así fue el segundo período, con un Valladolid contestón y una Real que no se resignaba a quedarse con un solo punto, mientras la afición esperaba la entrada del capitán Oyarzabal para darle un nuevo giro y en los castellano-leoneses aparecía el canadiense Cyle Larin.
Kubo y Sorloth, en el tramo final, pondrían a prueba a Masip sin el éxito que sí encontraría el Valladolid cerca del final con el segundo gol en liga de Larin, de cabeza ante la estirada de Remiro, que significa un importante balón de oxígeno para su equipo.
