La isla de Ons queda a la entrada de la Ría de Pontevedra. Este lugar se ubica en la Rías Baixas, que -igual- es una referencia que ustedes pueden situar mejor. Ons es una isla de seis kilómetros de largo y algo más de un kilómetro de ancho. Este lugar, en realidad, forma parte de un archipiélago. Tenemos muy cerca los islotes de Onza, Freitosa y Centolo. Este lugar está como a unos 4 kilómetros de la península. Estoy en el faro, como el de Antonio, donde tenemos la estación de radio, esta faro gallego también tiene un farero. Son pocos en España ya los fareros que siguen trabajando. Para llegar hasta aquí he bordeado los acantilados de la ensenada de Cani-veliñas. Esta es la zona de O Cucorro, es la parte más alta de la isla.
Desde aquí las vistas son inmejorables. No se ve el nuevo mundo, pero sí se contempla una superficie muy amplia del océano porque el día está despejado. Debemos estar cerca ya de los 25 grados o con esa sensación térmica, al menos. En el interior de la isla es casi todo matorral. Y en cuanto a los bichos. Hay gaviotas. La que se ve por aquí es la gaviota patiamarilla y el cormorán moñudo . Hoy, aquí desde luego huele a maresía.
Qué palabra más sugerente. Maresía es el aire cargado de humedad. Pero, no de una humedad cualquiera. Es humedad marina. La maresía es uno de esos tesoros en los diccionarios históricos de la lengua española. Hay historia en las palabras y con palabras quedó escrita la historia de este lugar en el que hoy nos hemos plantado, cruzando la cornisa cantábrica en dirección oeste, para descendiendo hasta Sanxenxo donde un amigo me ha traído en barco hasta esta isla de la que hizo descripción legendaria, Plinio el Viejo.
Plinio el Viejo perteneció a la orden ecuestre de los caballeros romanos. Su obra Historia Natural fue casi un modelo enciclopédico durante más de mil años. Tuvo una vida fascinante y una muerte dramática, después de una erupción del Vesubio. Antes de los gases tóxicos le arrebataran la vida, antes estuvo destinado en la Galia y en Hispania. Y Plinio hizo una descripción de algunos lugares la Península Ibérica. Refiriéndose en uno de sus pasajes a la isla de Ons. Plinio el Viejo escribe Ex Insulis nominandae Corticata et Aunios. Esta es la primera referencia histórica documentada a la isla de Aunios, que es como se la mencionaba en latín. La isla de Ons. Probablemente, hubo presencia en esa isla desde hace unos 4.000 años. Aunque, los primeros rastros encontrados proceden de los tiempos de Roma. Hace 20 siglos, en Ons, en esta isla se producía salazón para el imperio. Pero, aquí, en este lugar, en la isla de Ons, se creaba -sobre todo- la púrpura que vestían los romanos más ricos.
El púrpura fue el color de lujo en la antigua Roma. Plinio el Viejo describió esa tonalidad tan distinguida como el color de la sangre coagulada: oscura cuando se observa de frente, y con reflejos brillantes cuando se la mira desde un ángulo. El proceso de fabricación del tinte era tan complejo que hoy resulta intrigante. Sigue siendo un enigma porque, a día de hoy, se desconoce exactamente cómo se hacía hace 2.000 años. Hay una leyenda fenicia en la que se relata el origen de la tintura púrpura en la tierra de los tirios. La tierra de los tirios quedaba al sur del Líbano. Los tirios nos suenan por aquella expresión en la que se decía tirios y troyanos, una expresión utilizada para representar una enconada enemistad. En efecto, ese es un tópico literario para referirse a dos adversarios irreconciliables. Fíjate esa expresión, sobre itrios y troyanos, sale en el Quijote de Cervantes. Es muy fascinante como referencias culturales que vienen de tan antiguo se filtran y reaparecen en las oquedades de la cultura y el tiempo.
Oye, siguiendo con la línea del tiempo en el que estábamos, volviendo a la leyenda fenicia, qué se contaba sobre el color púrpura en aquel mito. Se contaba que, un día, el dios Melkart, patrono en la tierra de los tirios...un día estaba paseando por la playa con su amante y con su perro… sucedió que el perro sacó un caracol marino del agua y comenzó a comérselo. Y al mordisquearlo, la boca del perro se cubrió de una intensa tonalidad púrpura. Y aquella transformación de la mueca del animal por un color tan intenso, aquello inspiró a al dios Melkart. Y se cuenta que a partir de ahí surgió la idea de utilizar caracoles para teñir túnicas femeninas. Lo que hoy sabemos de cómo se pigmentaban las prendas, lo único que sabemos es que hacían faltan montañas de caracoles para teñir una sola túnica. El resto es puro misterio.
Las descripciones de Plinio el Viejo sobre el proceso de fabricación del tinte son tan concisas como estrafalarias. Es complicado hacerse una idea de cómo se procedía. Hay alguna idea al respecto de cómo se hacía. Se cae que los antiguos cosechadores de moluscos recogían y mantenían a los caracoles vivos con agua de agua entre las rocas intentando evitar que se devorasen entre sí. Porque en esa situación, encerrados los caracoles, tendían a intentar zamparse unos a otros. Cuando tenían suficientes caracoles, abrían las durísimas conchas, machacaban las glándulas que guardaban el pigmento para liberarlo. Entonces, lo introducían en cubas de agua caliente con sal y dejando macerar hasta que el pigmento estaba listo. Tal vez, el proceso no parezca tan complicado, pero cuando se ha intentado intentó imitar, seguir paso a paso algo parecido a lo que he contado siempre se ha acabado desistiendo a causa del olor nauseabundo y por los ataques de nubes de moscas y tábanos que semejante arma atraía. Todo para conseguir un color del que se ha escrito que era de una negrura ensangrentada con un intensidad tan lograda que no había pigmentación que se le aproximase.