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Punta Norte: El asombroso viaje de Lillian Alling

Javier Cancho nos cuenta en Por fin no es lunes la historia de una mujer que emigró a Estados Unidos y que años después emprendió un viaje para regresar su hogar, en Europa del Este, a pie.

Javier Cancho

| 21.06.2020 12:26

Hace 95 años, Coney Island era un lugar de Nueva York frecuentado por los menos afortunados. Y se tiene la creencia de que en Coney Island trabajo una mujer llamada Lillian Alling. Esto es lo que sabemos sobre Lillian Alling. Sabemos que llegó a Nueva York a comienzos de 1925. Era emigrante y su lugar de procedencia no está del todo claro. Se cree que probablemente fuera rusa, aunque no se descarta que fuera estonia o polaca. Tuvo trabajos esporádicos muy mal pagados. Probablemente como sirvienta. Sí está plenamente documentado que frecuentaba la biblioteca pública, donde su escaso -casi nulo- conocimiento de la lengua inglesa no representó un problema para lo que fue su mayor interés: los libros a los que más tiempo dedicó en aquella biblioteca eran cartográficos, le interesaban los mapas.

Lilliam quería regresar. Quería volver a su país. Quién sabe cuáles fueron los motivos por los que lo abandonó. Es muy posible que fueran económicos. Y ya saben ustedes que no hay nada más terco que la realidad. Y la realidad de su día a día era la de una pobreza absoluta. Así que en un papel trazó una ruta a través de América del Norte, un ruta que describía casi una línea diagonal. Y con el camino en la mente y en el bolsillo, un día emprendió el camino. El camino del retorno.

En invierno de 1926 comenzó un viaje que sería épico. Un viaje que duró varios años. Porque lo hizo a pie y completamente sola y con sólo unos centavos en el bolsillo porque con lo que le habían pagado sólo le había dado para malvivir. Lilliam se dio cuenta de que necesitaba regresar a casa. No tenía ninguna posesión pero tenía un convencimiento. Sabía lo que quería. Y estaba resuelta a conseguirlo, asumiendo todos los riesgos que el viaje comportaba. Y los peligros del sol abrasador en verano caminando todo el día, o los del frío intenso durante el invierno. En un tiempo, hace casi cien años, en el que viajar sola y caminando suponía algo más que una temeridad. Cruzó un desierto, subió una montaña. Y durante aquel largo camino, que consistía en cruzar el ancho de un continente, le preguntaron su destino en varias ocasiones, y a aquellos a los que les respondió, porque no siempre lo hacía…les dijo siempre lo mismo: voy a Siberia.

Se cree que caminó por Chicago y Minneapolis antes de girar hacia el norte, hacia Winnipeg y hacia el oeste nuevamente por Edmonton. Su marcha era lenta, pero decidida. Pasó por las montañas rocosas. No tenía dinero ni tiempo para ganárselo. Sólo tenía sus pies para caminar y su audacia para alimentarse sin perjudicar demasiado a quien le cogía la comida que le resultaba accesible. Alguna vez, fue sorprendida cogiendo algo que necesitaba para sobrevivir. Y por eso fue detenida y pasó algunos días en el calabozo. Para después reanudar el rumbo. Sabemos que a finales de 1927, Lilliam Alling llegó a Hazelton, donde giró hacia el norte para seguir el sendero del telégrafo rumbo al Yukón, en Canadá. Lilliam se desplomó exhausta en una cabaña aislada en el camino. Un operador de telégrafo alarmado llamó a la policía. Los agentes la arrestaron porque ofreció resistencia, porque se les enfrentó con la barra de hierro que llevaba para protegerse por si querían violarla. Un juez de paz la sentenció a varios meses en la cárcel.

"Ella fue la persona más decidida que he conocido"

Pero lo peor para ella es que fue enviada al sur de Canadá para pasar un tiempo en la granja de la prisión de Oakalla en Burnaby. Gracias a aquel incidente ha quedado el testimonio del agente de policía George Wyman. El agente Wyman dijo: "ella fue la persona más decidida que he conocido". En la primavera siguiente reanudó su viaje, caminando hacia el norte. La evidencia histórica muestra que llegó al Yukón, donde navegó sola a lo largo del río hasta alcanzar Alaska. Cruzó Alaska y se subió a un bote para hacer el corto, y a veces traicionero, viaje a través del Estrecho de Bering. Y es ahí, justo ahí, donde se la pierde el rastro. Pudo ser que muriera congelada. Pudo ser que siguiera caminando. No lo sabemos. En el estrecho de Bering termina esta historia.

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