divulga que algo queda

¿Hay un riesgo para la salud (y el clima) al cocinar con gas?

Mario Viciosa aclara en 'Por fin no es lunes' algunos puntos clave sobre el debate que se ha abierto en Estados Unidos y está empezando a llegar a los principales países de Europa

ondacero.es

Madrid | 22.01.2023 12:19

Nueva York tiene un calendario para la prohibición de nuevas instalaciones de gas doméstico y las autoridades de consumo federales han sugerido mayor regulación, dándose a entender que se podrían prohibir las cocinas de gas. Tras ello, la publicación de nuevos estudios que ligan el uso del gas en la cocina a enfermedades respiratorias. ¿Qué evidencias científicas se han encontrado y cuáles no?

En España el sonido del gas puede que nos recuerde a nuestra infancia. O a una casa un poco gourmet. O a una cocina profesional. Porque estos son los tres lugares donde en un sitio como España aún resiste con fuerza el gas en las cocinas. Es cierto que se ha ido reemplazando por la electricidad, pero gran parte de la España rural o la periferia de las ciudades ha vivido y vive aún con butano en la cocina, en las casas antiguas de las ciudades sigue presente el gas-ciudad, es decir, el propano primero y el metano después, que es el conocido como gas natural.

Pero, igual que aquí, poco a poco, va decayendo su uso en cocina, en EE UU está presente hasta en el 70% de los quemadores de estados como California, por ejemplo.

Bueno, primero decir que el debate sobre los efectos en la salud del gas en casa no es nuevo. En las últimas cuatro o cinco décadas se ha venido presentando evidencia más o menos sólida de los daños de quemar gas en casa para la salud de sus moradores, más allá de los efectos climáticos que la ciencia tiene bien medidos. El problema es que medir estos impactos en el hogar es más difícil. Hay que hacer estudios epidemiológicos y profundos análisis de datos.

Y el último de los estudios ha revisado algunos de esos trabajos, ha cruzado datos y ha demostrado que hay una correlación inapelable entre hogares donde se usan cocinas de gas y los casos de asma infantil. El dato: más de un 13% de los casos de asma, sobre todo en infancia, pueden atribuirse a la exposición a los tóxicos que se desprenden de la quema del gas de la cocina.

Lo que es evidente, a la luz de estos estudios, es que hay un mayor riesgo. Normalmente, combinado con otros factores. Por ejemplo, la propia contaminación de la ciudad, si vives en ella, donde se están quemando todos los días kilos y kilos de combustibles fósiles (incluido el gas) que desprenden sustancias iguales a las que respiramos en la cocina de casa.

En realidad, es una fuente más de contaminación, solo que esta la tenemos dentro del hogar y es más o menos controlable.

Sustancias nocivas que se liberan

Los estudios se centran en las sustancias químicas en que se convierte el gas al quemarlo. Me escribí esta semana con el doctor Eric Lebel, científico sénior del PSE Healthy Energy, uno de los autores de estos estudios, y me decía que el gas, gas, sin quemar, también se filtra un poco por los conductos y los propios aparatos. Evidentemente, no en gran proporción, pero acumulativamente, al final está ahí. Estamos respirando una fracción de metano o butano, según lo que tengamos en casa.

Pero sí, el meollo de la cuestión, lo más estudiado y peligroso, se desprende de sustancias de la quema de ese gas, sustancias como monóxido y dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono, formaldehído, benceno… este último se presenta en uno de los estudios como potencialmente cancerígeno. Uno de los autores, Taylor Grunwald, dice que cocinar con gas es como ser fumador pasivo.

Una vez más, conviene recordar que no vamos a morir todos por habernos hecho un huevo frito en la cocina de gas. Ni uno, ni cien. Porque esto son efectos acumulativos a largo plazo y combinados con todo lo demás, como los humos de tráfico o la industria, que te decía. Pero es una cosa a sumar. Y la infancia sí que resulta particularmente vulnerable.

¿Hay algo que podamos hacer para evitar una exposición dañina?

Lo ideal es no exponerse. Lo ideal es abandonar la quema de estos combustibles. En casa y fuera de casa. Dentro, obviamente, si tenemos recursos, podemos sustituir nuestra cocina por una eléctrica lo más eficiente posible. O bien ventilar el recinto. Campana extractora, incluso si no hay humo, o abrir una ventana. Un ratito, no hay que tenerla todo el rato abierta. Eso, como paliativo inmediato. Hay una normativa al respecto (las famosas rejillas) pero algunos sugieren que se queda corta.

A la larga, se terminará restringiendo muchísimo el uso del gas en general, como el del resto de combustibles fósiles, sólo que ya vamos tarde; esa transición a otras energías y modelos de consumo debería haberse iniciado antes para que fuera menos traumática y más justa. Es algo que el panel de expertos del clima de la ONU ya ha puesto sobre la mesa con claridad. Es algo que el panel de expertos en salud pública del Lancet Countdown también ha recalcado, al punto de decir que, literalmente, "nuestra adicción a los combustibles fósiles cuesta vidas".

Pero no sólo por respirar gases contaminantes sino sobre todo por el impacto en el clima y la geopolítica. No hace falta que te recuerde la que tenemos liada en Europa a cuenta del gas. Por supuesto, ni tú, ni freír tu huevo con gas sois responsables de los males del mundo. Ni te vas a morir por ello. Pero el debate está ahí, abierto en canal en EE.UU. y llegando a Europa, donde varias organizaciones ya han puesto sobre la mesa si, incluso, las cocinas de gas deberían llevar un etiquetado similar al de las cajetillas de tabaco.

¿A qué huele el gas?

A nada. Lo que llamamos gas natural, que es el actual gas ciudad, es metano. El metano es el más poderoso gas de efecto invernadero y lo asociamos muchas veces al pedo de vaca. Pero realmente, en sí, no huele a nada. En casa, un escape de gas huele porque se le añade artificialmente tetra-hidro-tiofeno, mercaptano o metanotiol que sí huelen. Justamente para que podamos detectar fugas.