A los políticos les adornan las mismas virtudes y defectos que al resto de la ciudadanía. Los hay eficaces e ineficaces. Los hay ingeniosos y grises. Los hay moderados y exaltados. Oportunistas y con altura de Estado. Pero si hay un don que un político no puede permitirse es ser peligroso. Sugerir a todas horas que en las Fuerzas Armadas podría haber ruido de sables, que en nuestras fuerzas de seguridad hay quien ve con agrado un supuesto mensaje golpista de la derecha no es sólo una infamia contra partidos democráticos, es una vileza contra esas Fuerzas de seguridad leales a la Constitución y entregadas como hemos visto en el COVID. Semejante marrullería de Iglesias, Montero o Garzón sólo se explica en la necesidad perpetua de regresar a la dictadura y al post franquismo para sostener sus discursos. Creen que son progresistas y se han quedado muy antiguos.