Rescoldos con mucho humo los de anoche en Riad pese a que el trofeo no tiene mucho abolengo. El Barça de Xavi tenía necesidad de confeti, de encorbatados dando medallas, de himno en las radios… y puso todo lo necesario para ser protagonista.
En lunes de resaca me gusta pasarle el ‘stabilo’ amarillo a nombres que merecen pronunciación en alto en corrillos de oficina: el primero es Gavi, un taco que podrá votar por los pelos en este electoral 2023. Carácter, disposición, intuición, clase, tempo, un vie-joven que promete marcar su propia época.
El segundo es el de Xavi. Historia del Barça al que todavía algún culé le torcía el morro por la falta de pedigrí como director de orquesta. Este título es el primero, y como pasa en el amor, ni se olvida ni se puede quedar ahí, siempre hay que acumular experiencia. Y el tercer nombre es Lewandowski, un polaco treintañero que no se cansa de ejecutar, de rebañar, de ser letal en el área o donde se tercie.
El hambre puede ser un motor de talento. Y ayer vimos a un Madrid ahíto y a un Barcelona como al final de la jornada del ayuno intermitente de 18 horas. Los jugadores de Ancelotti sufren hoy lo que los ministros en cada repaso demoscópico: no llega al aprobado ninguno. Es más, el grupo medular y los laterales, de deficiente contundente.
¿Esto puede marcar el rumbo del curso? ¿han de apostatar los madridistas y empezar a fabricar huecos en sus vitrinas los culés? Pues no. El título es chiquito y pesa menos que el envoltorio saudí. Es verdad que los de Xavi se han quitado un precinto… y también es cierto que los síntomas en la plantilla de la Castellana invitan a sacar la chequera y comprar. Aunque para ellos nunca haya rebajas ni gangas.
