Sugerir, simplemente sugerir, que los barones abjuren de la religión territorial sanchista es crear apóstatas y la apostasía en los partidos está condenada con el fuego eterno. Es incitarles a la rebelión interna, castigada con la pena de muerte política en el partido.
Y es querer poner una bomba bajo el sillón de Sánchez. Y si, encima, se les exige como prueba de sangre que sean partidarios de un 155 inmediato, eso no cuela ni con la intervención de todos los santos, marxistas o centristas. Con lo cual, una de dos: o el comité lanza eso desde la ingenuidad o pretende otro objetivo. Como la ingenuidad no parece probable, hay que buscar otro objetivo, que sería el cargarse de razones para justificar el apoyo al Partido Popular.
Pero no saquemos conclusiones definitivas. Esto no hizo más que empezar. Estamos todavía en la fase de tanteo, para ver lo que se puede ganar en la subasta. Yo no doy por perdida ni la aspiración de Pablo Iglesias de sentarse en el Consejo de Ministros, por mucho que la enfríe Pedro Sánchez. Y respecto a la política territorial, seguro que hay fórmulas literarias de entenderse. La literatura imaginativa aporta lo que niega la razón.