Monólogo de Alsina: "Si Vox recula, se encargará de hacer desaparecer la palabra traición del argumentario"
Pedro Sánchez para la agencia Efe.
En Andalucía ya están en marcha las audiciones de los coaches del PP y de Ciudadanos para elegir consejeros y consejeras. El nuevo gobierno andaluz, que Moreno Bonilla sigue creyendo que verá la luz la próxima semana, tendrá diez ministerios. Un presidente, del PP, un vicepresidente con mando en la política económica, de Ciudadanos, y el resto a repartir sabiendo que Hacienda, la consejería llamada a cumplir la primera promesa de Bonilla, que es bajar los impuestos, se la queda el PP. Reparto de poder y reparto de bazas que rentabilizar ante la opinión pública. Van a repartírselo todo, desde los folios a los focos pasando por las ruedas de prensa y los medios de comunicación públicos. No pierda usted de vista que éste va a ser no sólo el primer gobierno no socialista de Andalucía; va a ser el primer gobierno compartido entre el PP y Ciudadanos, experiencia piloto; y va a ser, de hecho, el primer gobierno naranja, primera prueba real de lo que es capaz de hacer Ciudadanos cuando él gobierna.
Debutará este nuevo matrimonio de conveniencia con dos banderas: la bajada fiscal y el adelgazamiento de la red de empresas y organismos públicos. Y esta segunda incluye la auditoría prometida a la propia administración, que es la forma elegante de llamar a esto que en otros tiempos se llamaba abrir cajones y levantar al fombras. Ya veremos si sale de debajo tanta porquería como Moreno sostiene que está por descubrirse aún.
El parto de la primera criatura de esta pareja que en Andalucía constituyen ya Casado y Rivera sería el parto más sencillo del mundo (negociación express y sin obstáculos serios conocidos) si no fuera porque juntos les siguen faltando diputados para investir un presidente. Ya sabe usted cómo está el asunto: Vox no confirma su apoyo a Bonilla y ha puesto como condición que el PP borre del acuerdo que ha firmado con Ciudadanos el compromiso de desarrollar la ley andaluza contra la violencia de género. De esa exigencia aún no se han apeado los de Abascal, a pesar de que tanto el PP como Ciudadanos han reiterado su compromiso con la ley que ambos partidos, por otra parte, apoyaron. Villegas insistió ayer en esta idea: que Vox puede hacer lo que le parezca oportuno, pero que el acuerdo no se modifica porque entonces es Ciudadanos el que se borra del pacto.
El pacto es entre dos, dice Villegas, no entre tres. Bien sabe él que no es así. El pacto formalmente es entre dos pero requiere del tres para que salga de ahí un gobierno. Y el tres, por más que a Ciudadanos le incomode, o le trastoque, o haga que le salgan ronchas, el tres se llama Vox, se llama Abascal, se llama Ortega Smith, se llama Serrano. Y éste es el otro pacto —necesario para que el primero fructifique— que Ciudadanos le ha subcontratado al PP para que sea Casado el que se ocupe. Que se encargue Casado de que Abascal se coma el pacto de gobierno tal como está firmado y se conforme con el compromiso de que le tendrán en cuenta para las reformas legales que se vayan presentando. El PP cortejando al partido que, electoralmente, le está comiendo la tostada. En Génova la frase que más se escucha es ‘qué remedio’.
Vox lo que dice es que ellos no van a recular porque sería una traición a sus votantes, pero si al final reculan ya se encargará de que la palabra traición desaparezca de los argumentarios. También le hacían ascos a Ciudadanos hace dos semanas y acabaron haciendo a Marta Bosquet presidenta del Parlamento. También decían que el PP era la derechita cobarde y ahora ya han dejado de decirlo. Vox va de revulsivo del sistema, de nueva política y de contestación a los partidos tradicionales (los mismos estribillos que ya le escuchamos hace años a Podemos) pero a la hora de la verdad está en lo mismo que el resto de partidos: calcular sus opciones e intentar que la decisión que tomen no arruine la tendencia hacia arriba con que hoy le sonríen las encuestas. Sueña Abascal con ser él quien ahora asalte los cielos pero corre el peligro de que los cielos, si se pasa de frenada, le sean esquivos. No sería el primero, ¿verdad?, al que le pasara factura sobrevalorar sus fuerzas.
Está el movimiento independentista catalán hiperventilando porque Manuel Valls ex-clamó ‘qué pesados’ cuando en la cena del premio Nadal el galardonado con el Josep pla se marcó un discurso sobre la injusticia de que Puigdemont esté en el exilio y Junqueras sea un preso político. ‘Mira que sois pesados’, le dijo Valls a Artur Mas, qué pesados sois y tú tienes la culpa. El numerito de Valls, lo llaman los comentaristas adictos al procés, que de numeritos saben bastante. A Ada Colau, que no es comentarista sino alcaldesa y que no es adicta al procés pero votó sí sí en la consulta de Artur Mas, le parece que fue una cosa histriónica y fuera de lugar calculada para que se hablara de ello. A ver, autoridad en la materia hay que reconocerle a la alcaldesa. Recuérdese que ella dio plantón al rey Felipe a su llegada al Mobile del año pasado pero luego fue a buscarle dentro del edificio para darle la mano y sonreirle mucho. Primero te planto, por dignidad, luego te hago la pelota, por cortesía institucional. Y así todo.
Hoy la misma prensa independentista que se indignó muchísimo en diciembre porque Sánchez organizaba un consejo de ministros en Barcelona para provocar —qué insolente, Sánchez— celebra que el rey Felipe vaya a entregar los despachos a los nuevos jueces en Madrid, y no en Barcelona, porque es una rendición. La prueba, proclaman, de que Cataluña no quiere saber ya nada de la monarquía española. Que se quede en Madrid el Borbón. Ya se ocupó Colau nada más llegar al poder de pasar por la guillotina a los bustos borbónicos. Si vas a Barcelona, provocas. Si no vas, es que ya han ganado.
Los despachos de los nuevos jueces serán entregados, en efecto, hoy en Madrid después de veinte años entregándose en Barcelona, que es donde está la Escuela Judicial. Lesmes, que sigue siendo presidente del Poder Judicial tras el gatillazo de Sánchez con Marchena, decidió en diciembre que la ceremonia no se hiciera en Cataluña. Hoy no hará falta que los mossos de esquadra blinden el Auditori ni desalojen a los agitadores que en abril le montaron un comité de bienvenida al rey cantándole canciones de Valtonyc. Bueno, canciones o lo que cantaran. Hoy no habrá un solo incidente por la presencia del rey porque no estará el rey. Ni el rey ni nadie. Como dice el gobierno, se ha recuperado la normalidad en Cataluña, el presidente puede pasear tranquilamente por el centro de la ciudad (siempre que antes le monten una burbuja blindada por nueve mil policías) y triunfa el diálogo institucional. Pero ni hay premios Princesa de Girona en Girona ni hay entrega de despachos a jueces en Barcelona. Lo que viene siendo normal.