OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Rivera mira sus cromos y vuelve a preguntarse qué debe ser Ciudadanos"

Terminó el 'Juego de tronos' y ha empezado el 'Juego de cromos'. El trono de hierro lo ganó Sánchezpero ahora empieza la carrera por los tronitos de los reinos autonómicos.

Carlos Alsina

Madrid | (Publicado 28.05.2019 07:52 )

En esta carrera son Pedro y Pablo los que compiten por ganarse el favor del cerrajero Rivera, que es quien tiene la llave (donde la tiene). No son maniobras de seducción. Son cálculos, previsión de costes y rentas, y es precio. Ya no hay elecciones a la vuelta de un mes. Ya no hay elecciones hasta dentro de cuatro años.

Rivera mira sus cromos y vuelve a preguntarse qué debe ser Ciudadanos. Ubicarse en la derecha-derecha le ha servido (así lo ven los naranjas) para seguir creciendo, pero no lo bastante para ser otra cosa que la segunda marca de la derecha. Así que Rivera mira a Sánchez y a quien ve es a Javier Lambán, un socialista que es sanchista pero de última hora, qué otra cosa puede ser si el rey Pedro conquistó el trono. Lambán le sirve a Rivera para pactar por la izquierda sin que se le abran las costuras.

Y Sánchez mira a Rivera y le encuentra ahora aptitudes que hasta el domingo no le veía. Antes veía a un Abascalafeitado y ahora ve un joven reformista. Un liberal europeo. En Ferraz nadie cantó el domingo 'con Rivera, no; con Rivera, no'. Dile tú a Lambán que con Rivera no. Díselo a Tudanca.

Todo lo hemos visto ya. Hace seis meses ya se lo escuchamos. AÁbalos, a Carmen Calvo, a Pedro Sánchez. La suma de PP y Ciudadanos no bastaba para investir presidente en Andalucía. Hacía falta el tercer elemento, el elefante en la cacharrería, ¡Vox! Y ahí estuvieron Sánchez, Ábalos, Calvo, advirtiendo a Ciudadanos del grave error político, y la grave responsabilidad moral en que incurriría, si permitía que fuera Abascal quien decidiera el gobierno de Andalucía. 'Aísle a Vox', le decían, 'permita que gobierne el PSOE, qué pensarán de usted sus socios europeos'. Incluso lo deManuel Valls yo lo vimos entonces: el repudio a la extrema derecha nacionalista y populista, el cordón sanitario que para Valls, como para el PSOE, debía levantarse frente a Vox, no entre Ciudadanos y los socialistas.

En Andalucía, hace medio año, es donde empezó a cambiar todo. No sólo porque el PSOE perdió por primera vez el poder regional; no sólo porque debutó Vox como socio necesario; no sólo porque Ciudadanos se estrenó en un gobierno de coalición con quien no había ganado las elecciones. Cambió todo porque entonces cuando Sánchez empezó a resideñar la táctica y el calendario. Había que neutralizar la cuestión catalana como motor del debate político y sustituirla por el pulso tradicional de derecha-izquierdas, o de las derechas y las izquierdas. Llegó Colón y Sánchez vio coronada su nueva estrategia: él no tenía que defender su gestión, o defenderse a sí mismo; él estaba para defender a España de las tres derechas. Que como tres derechas que eran gobernarían juntas allí donde pudieran. Lo habían hecho en Andalucía y lo harían donde quiera que sumaran. Por eso la población votante debía movilizarse para frustrar esa suma.

Funcionó en abril y le funcionó al PSOE mejor de lo esperado. Jibarizó a Podemos absorbiendo (o recuperando) la mayor parte del voto de la izquierda y desbarató el plan del trío derechoso para gobernar entre los tres España.

Funcionó en abril pero ha terminado de funcionar en mayo. Esta vez la suma no ha sido desbaratada. Suma el trío en algunos parlamentos regionales y suma en ayuntamientos de peso. Así que le toca a Sánchez —y a Ábalos, y a Carmen Calvo— desempolvar el discurso aquel de hace seis meses. 'No permitan que Vox decida quién gobierna. Ábrase, Rivera, al cortejo del PSOE'. Y tal como ya hizo entonces, el presidente del gobierno busca el respaldo de sus colegas europeos para decirle a Rivera que aísle a Vox. Se reúne con Macron. Se ve esta mañana con Ángela Merkel. Beligerantes ambos contra la extrema derecha en sus respectivos países.

La estrategia de Sánchez es de cajón de madera de pino. Para cortejar a Ciudadanos en Aragón, en Castilla y León, en Murcia, primero necesita que Rivera se deje ser cortejado. En el caso de Sánchez, el problema es que él mismo se ha pasado seis meses predicando que el PP, C’s y Vox son una misma cosa, la derecha trifálica (que dijo su ministra de Justicia), el trifachito (que le gusta decir a Iceta). Si te has cansado de decir que las tres derechas gobernarían juntas si el pueblo no impedía que sumaran, ahora tendrías que admitir (en coherencia contigo mismo) que dado que suman, gobiernen. Es tu pronóstico cumplido.

Pero en esto, como en todo lo demás, los estribillos mitineros decaen en cuanto las elecciones ya son historia. Ahora lo que busca el PSOE es que Ciudadanos, emancipado del trifachito, se abra a hacer presidentes socialistas. Que no tenga ojos sólo para el PP. Que Rivera cambie el cordón sanitario al PSOE por el cordón sanitario a Vox (después de todo Vox es un partido nacionalista, populista y euroescéptico —sí que lo es— y el PSOE es la marca socialdemócrata en España). ¡Qué van a decir de ti los líderes europeos, Albert! ¡Qué va a decir Macron! Éste es el mensaje.

A Rivera, a estas alturas, Macron le importa lo justo porque a Rivera sólo le gusta compararse con quien está en la cresta de la ola y Macron anda el hombre braceando. Con Manuel Valls le pasa lo mismo. Se rompió la fascinación y el enamoramiento. Rivera es hombre de impulsos, de deslumbramientos efímeros y de encaprichamientos pasajeros. Manuel Valls ya repudió hace medio año el pacto con Vox en Andalucía y acabó personándose en la plaza de Colón acatando disciplina. Y eso que entonces aún era el Valls con opciones de dar la campanada en Barcelona. Éste de ahora es el concejal de a pie que va a tener que decidir si suma sus votos al PSC para hacer alcaldesa a Ada Colau.

Pero ayer tuvo oportunidad Arrimadas de reiterar aquello de la campaña electoral —¿cómo era?, vade retro Partido Sanchista— y lo que dijo es que han creado un comité para ir viendo qué se hace. Sin cordón sanitario ni al Partido Sanchista ni al Partido Voxista. La geometría variable en versión naranja. Los estribillos mitineros decaen. Ciudadanos convirtió a Sánchez en la encarnación misma de todas las traiciones posibles a España. El vendepatrias que tiene prometida la autodeterminación a Torra y que va a arruinar la economía española gobernando conPablo Iglesias. A ver cómo haces ahora presidente de Castilla y León a un escudero de Sánchez que se llama Tudanca o presidente de Murcia a otro sanchista.

Pablo Casado, que también tiene ya un comité para lo de los pactos, se mira al espejo y no se lo cree. Hace dos días aún temía que la Ejecutiva de su partido de ayer fuera su decapitación en diferido y ha podido conservar la cabeza y el despacho. Hoy Casado se siente vacunado contra la amenaza fantasma del sorayismo. O del sorayismo y el marianismo, que comparten origen pero son movimientos distintos. Con razón pudo ayer rebatir el diagnóstico, facilón, de los Moreno, los Feijóo y los Alfonso Alonso. Esto de que el PP se recupera cuando vuelve a ser centrista. No parece que en Madrid, donde Vox ha quedado quinto, los candidatos del PP fueran lo más centrista del partido. Casado los escogió, con la opinión en contra de casi todo el mundo, precisamente porque no lo eran.

En Madrid lo que ha ocurrido es que la derecha ha captado doscientos mil votos nuevos que hace cuatro años no estuvieron. Y que la izquierda ha repetido lo que tuvo entonces. Carmena ha mantenido (un poco a la baja) lo que ya tuvo hace cuatro años. Pero ha movilizado a más votantes que entonces en su contra, para impedir que siguiera. Lo que a Pablo Iglesias más le cuesta admitir, en su análisis (inexistente aún) de su nuevo fiasco electoral, es que sus marcas afines hayan podido perder gobiernos municipales no por la división o las peleas internas, sino por estos cuatro años de gestión. Por el alto grado de contestación, y rechazo, que esa gestión ha merecido en decenas de miles de vecinos.