opinión

Monólogo de Alsina: "Pausa en la máquina de desacreditar gente"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre el final del estado de alarma; el archivo de la causa sobre el 8M y la destitución de José Antonio Nieto.

Carlos Alsina

| 15.06.2020 08:26

A siete días de que se acabe el estado de alarma. Esto sí que nadie lo vio venir: que la restricción a la libertad de movimientos duraría tres meses y pico. Desde luego, el día que se declaró la alarma (para quince días, ¿se acuerda?) nadie previó que se alargaría tanto.

Noventa días después, o noventa y dos, aún no podemos desplazarnos entre regiones españolas pero si podemos viajar a Italia, que es el primer país que abrió fronteras sin cuarentena para turistas ni nada. Desde el lunes que viene, también tendremos turistas aquí, sin aislamiento y con controles de temperatura en los aeropuertos (aquella medida que algunos reclamaban en febrero y que nunca llegó a plantearse).

Las dos ciudades más habitadas del país siguen en fase dos y así van a llegar, rezagadas, al lunes que viene, cuando ya podamos movernos a cualquier lugar del país esté en la fase que esté, pequeño desajuste que no se calculó al diseñar el plan de desescalada. Lo cierto es que vamos dejando atrás las medidas más drásticas, la mayoría de ellas inéditas, que tomaron los gobiernos cuando empezó a ser evidente que la epidemia se había descontrolado y nos vamos adentrando en una temporada estival extraña.

Quién les iba a decir a los presidentes autonómicos que llegarían a tratarse tanto y a conocerse tan bien como han llegado a conocerse estos días. Y que Torra sería como uno más. O como dos más, él y Urkullu.

Desde que los presidentes autonómicos han ido teniendo más capacidad de decisión, y más responsabilidad, ha ido abriéndose camino este nuevo tono de armonía y conciliación que se respiró ayer en la kedada dominical. Feijóo y Moreno Bonilla, los dos barones de más peso del Partido Popular (y ninguno de los cuales le debe nada a Pablo Casado) reconociendo con buen talante el trabajo del gobierno.

Feijóo puede exhibir hoy que Galicia es la primera comunidad que supera todas las fases. Más corta que ninguna la fase tres y después de haber recibido los elogios del ministerio de Sanidad por su buen trabajo. No se sabe cuánto computa un elogio de Sanidad en las urnas del 12 de julio pero llegar antes que nadie a la normalidad digamos que perjudicar, no perjudica. A quien tiene el gobierno regional.

Hay asuntos pendientes, como ver qué se hace si se produce un rebrote en alguna provincia del país para poder aislarla sin recurrir a la alarma general.

Y hay asuntos judiciales pendientes. El viernes les conté a esta hora que el foco que estaba puesto sobre la causa judicial del 8M iría decayendo una vez que el delegado del gobierno en Madrid, único investigado, había respondido a las preguntas de la jueza. Pero que eso no significa que no haya otras investigaciones judiciales que están por llegar y que serán, a diferencia de ésta, más comprometidas paras los gobiernos, el de España y los autonómicos. Causas judiciales que no se refieren a manifestaciones en la calle, sino a desbastecimiento de material de protección para médicos y enfermeras y desatención a ancianos en las residencias. Ahí sí hubo daños comprobables y ahí sí es posible que por imprevisión y por negligencia se incurriera en responsabilidades legales. 'Posible', ni mucho menos evidente.

El viernes, cuando se conoció el archivo de la causa del 8M, los lectores de algunos diarios se preguntarían: cómo es posible, si he leído todos estos días que por supuesto que el delegado del gobierno era culpable; los lectores de otros diarios pensarían: cómo es posible, si he leído todos estos días que la jueza había organizado una cacería contra el gobierno y no pararía hasta empitonar al sufrido doctor Simón. La jueza Rodríguez Medel, héroe o villana, según a quien escuches.

Ahora que ha archivado la causa por falta de indicios ya no le publicarán a la jueza perfiles dictados que destaquen su vínculo familiar con la Guardia Civil o su presunto despecho hacia Marlaska por no haberla nombrado directora general de la Benemérita. Tampoco le dedicarán al médico forense artículos que cuestionen su capacidad para hacer un informe y que subrayen que dio conferencias a los Legionarios de Cristo, acabáramos. No veremos ya estos días crónicas espumosas sobre la influencia del Opus Dei en la secretaría de Estado de Seguridad a través del coronel Pérez de los Cobos y otros recalcitrantes conservadores. Ahora ya para la máquina de desacreditar gente. Ya no hace falta agitar la opinión pública porque ya no hay tema.

El archivo de la causa del 8M lo decidió quien podía decidirlo, que es la jueza. La misma que admitió la denuncia, encargó unos informes y citó al denunciado para que acuda a declarar con abogado. Y que nunca presupuso que ni el delegado del gobierno, ni el gobierno mismo, fuera culpable de nada. Permanece la pregunta que ya hicimos aquí hace semanas, cuando se vislumbraba (a pesar de las anteojeras de algunos) que no había sustancia para procesar al delegado. La pregunta era: si este caso siempre ha sido muy menor, y poco comprometedor para el gobierno, por qué tantos nervios, tanta inseguridad, tanta cañonera política y mediática. El ministro llevándose por delante al jefe de la Guardia Civil de Madrid y la infantería pro gubernamental saliendo en tromba contra los guardias, el forense, la jueza, el Opus y los Legionarios de Cristo. A qué tanto escándalo por una causa judicial minúscula. Y en qué ha quedado la famosa investigación sobre la filtración del primer informe a la prensa: ¿se sabe ya si lo filtró el coronel Pérez de los Cobos? ¿Ha encontrado ya el nuevo jefe de la comandancia al filtrador y lo ha puesto a disposición de un juez? Después de todo, fue en eso, la filtración, en lo que se amparó el ministro (y el secretario de Estado, y la directora general) para relevar a De los Cobos.

A la espera quedamos de que el ministerio informe.

Y a la espera de que el gobierno haga su propio examen de todo aquello que se hizo mal. Y de aquello que, haciéndose bien, le mereció a quien lo hizo no el aplauso por su buen ojo sino todo lo contrario: la defenestración.

Esto es lo que se ha decidido a contar ahora un alto mando de la policía que fue destituido (policía, no guardia civil), el jefe de riesgos laborales del cuerpo, José Antonio Nieto.

Igual usted se acuerda de una de aquellas ruedas de prensa en la Moncloa con cinco comparecientes y tres de ellos de uniforme, cuando el gobierno sacaba a dos generales y un alto mando de la policía a explicar todo lo que se estaba haciendo. Estábamos en la segunda semana de estado de alarma y el estribillo del gobierno era que nadie había podido ver, hasta primeros de marzo, la gravedad de la epidemia y que, en cuanto se vio, se actuó. Y entonces el número dos de la policía nacional, comisario José Ángel González, dice.

Y el secretario de Estado de Comunicación le pide aclaración porque lo de hace ya tres meses encaja poco con lo que el gobierno viene contando.

Si la policía llevaba dos meses comprando mascarillas, entonces era que alguien sí lo había visto venir.

En nuestra serie documental 'Cuando fuimos ciegos' ya contamos que, en efecto, el 24 de enero la dirección de la policía nacional había enviado una instrucción a las comisarías para que los agentes se protejan con mascarillas y guantes de nitrilo en el trato con viajeros procedentes de países donde hubiera casos de coronavirus. La instrucción tiene un autor: el jefe de riesgos laborales de la policía, José Antonio Nieto. Y emitirla le provoca un choque con el ministerio de Sanidad, según revela él ahora, porque Sanidad entiende que es desproporcionado que los policías lleven mascarilla en los aeropuertos y que va a generar alarma social. El mismo día en que se ha emitido la nota ha dicho el doctor Simón a los periodistas que el riesgo de que el virus llegue a España es muy bajo.

Toda la inquietud en enero era no generar intranquilidad. Aún no había casos en España y no veía necesidad ni de suspender los vuelos directos con China, ni de controlar a los viajeros a su llegada, ni de que los policías (o el resto de personal) que tuvieran trato con esos viajeros se protegieran de un posible contagio.

El jefe de riesgos laborales de la policía fue destituido el 13 de marzo. Él cree que pudo deberse a los choques que tuvo con el ministerio de Sanidad. A las ocho y media conversaremos con José Antonio Nieto, recuperado él mismo, por cierto, del coronavirus.

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