Y siempre gobernó el PSOE. Porque los andaluces, como bien sabe Javier Arenas, así lo quisieron.
Primero Escuredo, después Rodríguez de la Borbolla (Pepote), más tarde Chaves (Manolo), luego Griñán (Pepe Griñán) y ahora Susana (Díaz).
Siempre gobernó el PSOE por decisión mayoritaria de los andaluces, por incapacidad del PP de darle la vuelta a esa mayoría —sólo ganó en 2012, pero con menos escaños que la suma PSOE-IU— y sin que ni los años en que hubo sintonía política entre el gobierno autonómico y el central (con Felipe y con Zapatero) ni los años en que jugó el gobierno andaluz a ser oposición a las políticas de la Moncloa (con Aznar y ahora con Rajoy) hayan logrado que los indicadores económicos de la región andaluza dejen de estar en los puestos de cola de las autonomías del país. La tasa de paro (28 %) y el PIB per cápita.
Hoy es el día de Andalucía. Y como suele ocurrir desde que está en el gobierno Susana Díaz, lo que haga y lo que diga se juzgará fuera de la comunidad autónoma no tanto por lo que es —responsable última del gobierno de su región— como por lo que se supone que va a ser —candidata a la secretaría general del PSOE—. No es un secreto que la señora Díaz es más receptiva a las preguntas de la prensa cuando viaja a Madrid a hacer desayunos informativos que cuando comparece en Sevilla para ser examinada por las decisiones que toma su gobierno. Está más cómoda la presidenta rasgándose las vestiduras por el sufrimiento que han causado las políticas austericidas de Rajoy que afrontando la protesta ciudadana que ha ido creciendo al calor de sus decisiones sobre política sanitaria. Se postula como la alternativa de izquierda a las políticas conservadoras del PP en Moncloa sin que los resultados avalen que lo suyo es un éxito y lo otro, un fracaso.
Y sin que ese discurso, reiterado, de confrontación con el PP le evite aparecer, a los ojos de una parte de la militancia socialista, como la aspirante a dirigir el partido más proclive a los pactos con la derecha, en contraste con un Pedro Sánchez que hace dos años era visto como un centrista y ahora cultiva la imagen de izquierdista irredento.
Hoy la presidenta Díaz entregará las medallas de Andalucía —galardonado el director del diario El País— y cruzará la última meta volante antes de postularse de una vez, y a campo abierto, como rival de Sánchez por la secretaría general del partido (Patxi López, por más empeño que pone, no consigue abandonar la sección de accesorios).
En puertas de iniciar esa carrera, y temiendo aparecer como una presidenta contestada por la población para la que gobierna, ha abortado Díaz la fusión de los dos hospitales granadinos, ha entregado la cabeza del gerente del servicio andaluz de salud y se ha apresurado a asumir con los estibadores el compromiso de tumbar el decreto del gobierno sobre la reforma portuaria.
Hoy cuenta Susana con aliados relevantes que intentarán silenciar las críticas a su labor como presidenta con el argumento de que debilitarla a ella es hacer fuerte a Pedro Sánchez, la amenaza fantasma, el rojo peligroso, el muerto que siempre vuelve a la vida. Como la película: “La muerte os sienta tan bien, Pedro”.
Y encima Juan Manuel Moreno, delegado voluntarioso del marianismo sorayista en Andalucía, se ha quedado sin la baza de poder criticar a Díaz por tener los pies en Sevilla y la cabeza en Madrid. Después de todo, acumular cargos ha quedado bendecido en el congreso del PP. Como dice Cospedal, “no son cargos, son responsabilidades”.
Puigdemont se libró de la quedada ante el Supremo de ayer porque estaba en Barcelona inaugurando el Mobile, la feria de inalámbricos. Con el rey, con Soraya y con Forcadell, amigados todos en la operación diálogo sin cables. Se le vio a Puigdemont en la feria conduciendo a distancia un vehículo inteligente —teleconduciendo— con mucha más pericia que la que ha demostrado nunca en la conducción del gobierno de Cataluña.
A la misma hora estaba el inagotable Francesc Homs en Madrid repitiéndole a los jueces del Supremo su argumentario de siempre: que el Constitucional será un órgano político manipulado por el gobierno central y lo que usted quiera, pero que él no le desobedeció, lo que pasó es que el Tribunal no dijo las cosas claras, oiga. Era tan ambigua, tan etérea y tan inconcreta le resolución del Constitucional que el gobierno de Mas y Homs, en lugar de pedir una aclaración, decidió interpretar que estaba dando vía libre a su añagaza: la consulta bis con la que dijeron sustituir a la consulta original, aunque siempre fue una misma. Doctrina Homs sobre el todo y la nada.
Sacando pecho Homs por todo lo que hizo, pero buscando el burladero —la coartada judicial— para no salir condenado.
Los números de Donald Trump. La próxima madrugada, el presidente hará su primer discurso parlamentario. Ante los congresistas y senadores y teniendo que hacer, se supone, un esfuerzo retórico que consista en algo más que encadenar lemas de 140 caracteres.
Los presupuestos de Trump. Cuya última novedad es un incremento del 9 % en gastos de Defensa. Tiene prometido bajar los impuestos, aumentar la inversión en infraestructuras y aumentar la plantilla de agentes de la ley.
Y no recortar los programas de sanidad de Obama, reconvertirlos pero sin desmantelarlos. De dónde va a sacar el dinero, en qué va a recortar entonces. Ayuda al desarrollo, lucha contra la pobreza e investigación científica son las tres partidas de las que ya está hablando.