Monólogo de Alsina: "Mañana llega a puerto el CristoAlegre de Podemos"
Tic tac, tic tac. Como decía Pablo Igesias, ¿se acuerdan? El reloj que marcaba la cuenta atrás. Iba a haber sido la cuenta atrás para la salida de Rajoy de la Moncloa. Qué tiempos aquellos de enero de 2015 —dos años han pasado—. Iba a ser el tic tac para Rajoy y a ha acabado siendo el tic tac para Íñigo Errejón. O para el propio Pablo Iglesias. Mañana llega a puerto el CristoAlegre de Podemos.
Coleta morada contra el niño Errejón. No quedan entradas. Y no cabe empate (esto no es una asamblea de la CUP). O gana uno (por K.O. o a los puntos, eso importa menos) o gana el otro (e inicia la limpia de los adversarios en el aparato del partido Podemos). Como está diciendo Alba Rico, el filósofo errejonista, lo único bueno que puede pasar este fin de semana es que no se maten entre ellos. Compañero del alma, no nos matemos.
Se nota, sí, en la forma de tocarse los… Las narices el uno al otro.
En el partido del amor —copyright del rasputín Monedero— hace tiempo que la fraternidad saltó por el balcón empujada por la ambición de poder y las relaciones envenenadas. Todo empezó como una discrepancia sosegada, sobre el proyecto, sobre la forma de hacer la oposición, sobre cómo de equivocada fue la alianza electoral con IU o por qué nunca llegó a producirse el sorpasso, y derivó en un enfrentamiento creciente entre los capitanes (y más aún entre sus séquitos) que resquebrajó la mítica amistad de Iglesias y Errejón y desembocó en esto que hoy tenemos a la vista: dos sectores organizados como guerrillas en combate cuyos cabecillas apenas se hablan y cuyos equipos de asalto combinan la propaganda con la guerra sucia. En todos los partidos, en algún momento de su historia, ha habido lucha por el poder.
La transparencia con la que han aireado, a la vista de todos, la inquina brutal que se escondía tras aquellas fotografías de familia numerosa y aquel ir juntos, en comandita, a todos los sitios. Podemos, en efecto, no es un partido como los demás. Aquí los matadores van con el estoque por delante y los banderilleros se citan en el callejón para clavársela entre ellos. ¡La guillotina, Pablo, la guillotina! En esta guerra no va a haber prisioneros. Habrá cabezas exhibidas en el muro de Vistalegere clavadas en una pica.
En la recta final de la campaña Errejón ha interpretado su papel de pensador full time y de buen chico que no ambiciona quedarse él con la tienda: su única ambición es sacar a Rajoy de la Moncloa. Iglesias, que ya amagó con bajarse del liderazgo carismático caso de que no le dejen colocar a toda la oficialidad pablista, añade ahora que si pierde igual deja ¡hasta el escaño! Que lo sepan los inscritos: está en juego no la victoria de Pablo, sino la existencia misma de un hombre llamado Pablo. Sólo le falta amenazar con exiliarse a Tombuctú y raparse entera la cabeza. Ingratos.
Tic tac tic tac. Podemos al asalto de sí mismo. Iba a ser el asalto de los cielos y ha acabado siempre el abordaje del barco enemigo.
La operación limpieza del ministro Zoido en Interior resulta que era literal. Limpieza de los cajones donde los mandos policiales de antes se guardaban material que sólo conocían ellos. Lo del pen drive éste con datos de la investigación sobre los Pujol que un policía encontró por casualidad en un cajón de no se sabe dónde puede parecer una españolada de Mortadelo y Filemón pero es un episodio más de los manejos que se han producido en el ministerio del Interior entre comisarios plenipotenciarios a los que los ministros han dejado hacer y que han inflado informes y enfocado investigaciones con un interés más político que profesional, presuntamente. Munición para influir en el escenario político —pasando información sesgada a los medios— para hacer méritos ante el ministro de turno y blindarse ellos mismos con dossieres comprometedores sobre medio mundo.
Hoy cuenta El Confidencial que el nuevo director operativo de la policía, Villabona, ha desmantelado la Brigada de Revisión de Casos, que era un grupo adscrito a Asuntos Internos que trababaja a su aire —-a las órdenes siempre de Martin Blas y con supervisión del superior, que era el comisario Eugenio Pino— revisando casos escogidos por éste y aunque ya estuvieran sentenciados judicialmente. El propio Pino mencionaba en su entrevista de El Mundo que encargó revisar el 11M, el caso Faisán y el de Marta del Castillo. La información de El Confidencial señala que no hubo conclusiones relevantes de estas nuevas investigaciones, pero que el interés de la Brigada Especial estaba en los casos con efectos políticos. Por ejemplo, la financiación de Podemos. Por ejemplo, el patrimonio de dirigentes independentistas. Por ejemplo, la familia Pujol, el caso que se ha atascado en su instrucción judicial por la desconfianza del magistrado hacia los informes y las pruebas que ha aportado la policía.
Es en este contexto —nuevo jefe en la policía, nuevo ministro, desmantelamiento de brigadas especiales, relevo de García Castaño, guerra entre comisarios, desconfianza del juez— cuando aparece en un cajón un pen drive que aún no sabemos lo que tiene dentro. Y que tampoco consta de dónde viene. ¿Cuál es el origen de las pruebas que se aportan a las causas y cómo se obtuvieron? Éste es el asunto que puede arruinar el sumario de los Pujol. El garantismo de los jueces, que dice el comisario Pino. O sea, la legalidad de las actuaciones policiales.
El pendrive, en el cajón y los Pujol en su casa. Hagamos una broma a lo Matías Prats: la cosa tiene cajones.
Se lo venimos contando desde las seis: a Donald Trump se le ha atragantado la decisión de un tribunal de rechazar su recurso y mantener suspendida su orden migratoria. Los tres jueces que han examinado el asunto hace suya la tesis de los estados que pidieron la paralización de la orden presidencial y rechaza la del gobierno. Es es el segundo revés juidicial para un presidente que creía tener potestad para cambiar las normas migratorias de un día para otro sin que nadie le tosiera y que empieza a comprobar que hay otros poderes, aparte de suyo, que no es infinito. La última palabra le corresponderá al Tribunal Supremo de los Estados Unidos. A él va a acudir la Casa Blanca. De hecho, la reacción de Trump al revés de anoche ha sido un tuit en el que dice: "Nos vemos en el Supremo", todo en mayúsculas, al gusto del superlativo presidente.
Es probable que a lo largo de este día aproveche cualquier acto que tenga para marcarse un discurso al estilo del del otro día: aquel en que emplazaba a estos tres jueces a darle la razón a él so pena de quedar como muy malos americanos.
La salmodia de Trump dice que si estos días ingresara en los Estados Unidos algún terrorista islámico con visado de uno de los siete países malos y acabara causando daño a algún ciudadano estadounidense, a quien habría que juzgar como responsable es al juez de Atlanta que suspendió en primera instancia su orden presidencial y a estos tres de ahora que la han mantenido congelada.