OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Cifuentes, ovacionada en público por los compañeros que dicen en privado que su caso tiene difícil solución"

Terminada la burbuja, el Partido Popular vuelve hoy a la dura realidad.

@carlos__alsina

Madrid | 09.04.2018 07:59

La burbuja fue esto de la convención, la conciencia, el chute de autoestima, los ejercicios espirituales en Sevilla. "Y si somos los mejores bueno y qué, bueno y qué". La impresión, engañosa, que causan siempre los congresos, sean de dirigentes de un partido político, de médicos de la espalda, de usuarios de la Thermomix o de fans de La guerra de las galaxias. Se escuche lo que se escuche allí merecerá la ovación cerrada del auditorio. Unos miles de personas celebrándose a sí mismas y a sus gurúes.

El presidente del PP, aspirante a seguir siéndolo por los siglos de los siglos, se gustó a sí mismo, y entretuvo al personal, en el discurso con que cerró la convención de su partido. Para esto sí sirvió la reunión, para entretenerse. Para alimentar la eterna campaña electoral en la que vive este país. Para hacer broma sobre lo flojos que son los socialistas, lo charlatanes que son los de Ciudadanos, lo iraníes que son los de Podemos.

• Si éste era el objetivo de Rajoy al inventarse esta kedada popular de primavera, entretenerse, misión cumplida.

• Si se trataba de otra cosa, del lanzamiento del proyecto ganador que batirá en las urnas a todos estos adversarios que son tan poquita cosa…

…en ese caso lanzamiento fracasado. El proyecto no llegó a despegarse ni medio metro del suelo.

La convención nació baja de combustible y ardió como una falla cuando se juntaron en las primeras páginas de actualidad un tribunal alemán que le da oxígeno al argumentario de Puigdemont y un acta falsa de examen que se lo quita al de Cristina Cifuentes.

De tal manera que la convención, reconvertida en contención, no dio ni para amortiguar los daños. La contención. El empeño, frustrado, de levantar un dique frente a la pantanada de acontecimientos adversos.

Desinflada la burbuja, vuelve la realidad.

Y la realidad la constituyen estos tres elementos:

• La gota malaya de las encuestas, persistentes en elevar a Ciudadanos a la condición de primer partido en intención de voto.

• El serial catalán, empantanado en el Parlament, astascado judicialmente en Alemania y con este Puigdemont que saca pecho porque se siente ganador de la maniobra de largarse a tiempo de España.

• Y el bochorno del máster en Madrid, la sucesión de mentiras y papeles falsos con que la universidad Rey Juan Carlos intentó demostrar que Cristina Cifuentes cumplió con sus obligaciones académicas.

Le corre el tiempo. A Cristina Cifuentes. Ovacionada en Sevilla por sus compañeros de partido. Los mismos que en privado admiten que lo suyo tiene mala solución.

Es verdad: Rajoy se abrazó con ella y le dio dos besos. Con uno basta para la despedida.

El PP tiene que elegir ahora qué le interesa más:

• Una comisión de investigación sobre el desempeño de la alumna Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos sumada a una moción de censura que, aun fallida, dará aire al candidato socialista.

• O la prejubilación de la presidenta para poner en su lugar a otro diputado del PP que haga lo que pueda en el año que queda para las elecciones.

De momento lo que ha escogido es persuadir a Ciudadanos de que no habrá cambio de caballo y retarle a apoyar la moción de censura. Aunque a la vez se preparan para tragar con la comisión de investigación si ése es el precio de que Rivera enfríe la arremetida.

Y ha escogido también el PP lo que, parafraseando a Rajoy, podríamos llamar la vía fútil. ¿Cuál? Descargar un camión de propaganda sobre el profesor de la universidad que le pasó al diario.es la información comprometedora sobre el máster. Ayer el PP madrileño se empolló la información de El Mundo sobre este profesor, que resulta ser militante del PSOE. Eso le basta al PP para construir una historia sobre el malvaldo profesor de izquierdas que urde un montaje para desacreditar a la presidenta del PP con el conocimiento de la dirección socialista. Hemos pasado de lo del fuego amigo a la conjura de los durmientes socialistas.

Miren, detrás de cada caso de irregularidades que afectan a un dirigente político, o a una institución, está siempre una fuente que provee de información comprometida a los medios. Bien lo sabe el PP y bien lo saben todos. Cada garganta profunda tiene sus motivos para filtrar la información. Los tenía Mark Felt, el mandamás del FBI que tumbó a Nixon, los tenía Van Schowen, el contable de Filesa, los tenía Snowden, el analista de datos que descorrió la cortina sobre los manejos de la NSA. Claro que el garganta profunda tiene sus razones. Y es interesante conocerlas. Pero que las tenga no significa que lo que está revelando sea ni falso ni delictivo.

En el caso del máster, estos son los hechos, tozudos:

• Cristina Cifuentes sostiene que ella hizo el examen de fin de máster el dos de julio de 2012 en el campus de Vicálvaro.

• No ha aparecido ningún documento que acredite que eso sucedió.

• No ha aparecido un solo testimonio que confirme que eso pasó.

• Según la universidad, no hay acta de examen ni trabajo de fin de máster en sus archivos.

• Las profesoras que teóricamente integraban aquel tribunal han desmentido que lo hicieran.

• Y…no se ha escuchado a un sólo profesor decir que formó parte del mismo. Que esto es revelador, porque si hubiera existido un tribunal integrado por otras personas ya habría salido alguna a decir: “eh, yo sí recuerdo que examiné a Cifuentes aquel día”.

En ausencia de papeles o testimonios que avalen la presencia de la presidenta en el campus para examinarse, la única persona que mantiene hoy que ese examen existió es Cristina Cifuentes. Y esa circunstancia tan comprometedora no se resuelve cargando contra el profesor que tuvo noticia el asunto y lo hizo llegar a la prensa.

Tampoco, por cierto, con una sonada ovación dentro de la burbuja ni con dos besos de Rajoy. Uno basta para la despedida.