EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: La ruta está marcada en el pavimento y, pase lo que pase, hay que seguirla

Les voy a decir una cosa.

Hay que tener unos añitos para acordarse. Salía Emilio Aragón, mientras sonaba El puente sobre el río Kwai, e iba siguiendo una línea blanca pintada en el suelo.

ondacero.es

Madrid | 19.09.2014 20:52

Siempre. Pasara lo que pasara, él no se apartaba de la línea. Incluso aunque no tuviera muy claro a dónde llevaba. Si nos pusiéramos cursis y profundos podríamos decir que era una metáfora de lo difícil que nos resulta cambiar de rumbo de nuestras vidas llevados de la inercia que nos empuja, pero no, sólo era un sketch insólito e inocente con el que tener entretenido, e intrigado, al respetable público. La ruta está marcada en el pavimento y, pase lo que pase, hay que seguirla.

Mientras esta tarde aprobaban, en el Parlamento de Cataluña, la famosa ley de consultas en la cabeza de algunos diputados resonaba, seguro, El puente sobre el río Kwai.

Paso a paso, avanzando sobre el camino previamente trazado. El calendario soberanista estaba decidido hace tiempo y se va cumpliendo: primero que vote Escocia, si gana el “sí” lo celebramos, si gana el “no” lo celebramos también -porque allí, ¿lo ven?, han votado y no ha sido el fin del mundo, salvo para Salmond-, después (en la estela de Escocia, o en la estelada) aprobamos la ley autonómica que hemos fabricado para atribuir al president la potestad de plantear esta consulta y en cuanto la publique nuestro BOE, se convoca.

Después del capítulo uno viene el dos, después del dos viene el tres y no cabe alegar, al respecto, ninguna sorpresa. Como estaba previsto y requeteprevisto, el Parlamento autonómico que representa, tampoco cabe negarlo, a la sociedad catalana a dado a luz esta tarde con el voto favorable del bloque soberanista más el PSC, un texto que esa cámara considera ley y que el gobierno central considera ilegal, contrario a la Constitución en la que deben encajar todas las normas que aprueben los legisladores en España, también, claro, las normas autonómicas.

Aprobada, por tanto, la ley, aprobará ahora el gobierno la presentación del recurso ante el Constitucional para pararla. El periodo de tiempo que va desde que la ley autonómica entra en vigor (se publica) y la misma ley queda en suspenso es el que tiene el presidente catalán para firmar, a su vez, el decreto de convocatoria. Éste quedaría después también suspendido pero permitiría a Artur Mas declarar que él ya ha cumplido su compromiso, que es convocar la consulta, ojo, no celebrarla. “Lo primero depende sólo de nosotros”, dijo por enésima vez anoche el president, “lo otro, que se celebre, ya depende también de otros”.

La derrota del independentismo, hoy, en Escocia ¿desanima a los soberanistas en Cataluña? Pues hombre, dado que han vivido como propia la votación escocesa, se habrían mostrado espídicos de haber ganado el “sí”, pero tampoco es que esto les hunda anímicamente porque ellos están aún en la batalla anterior, que se llegue a celebrar un referéndum. “Aunque sea para perderlo”, dicen, enviando sus mensajes de condolencia a este referente que, para su proceso, era Alex Salmond, ministro principal que acariciaba la idea de llegar a ser primer ministro del reino de Escocia y que esta tarde ha anunciado su renuncia.

Seguramente han encajado peor en el Palau de la Generalitat la renuncia de Salmond -quien pierde el pulso, se marcha-que el resultado como tal. La dimisión del ministro principal sienta un precedente para sus discípulos: si la sociedad te da mayoritariamente la espalda, deja el sitio a otro. Y permite presentar el tanteo final de esta partida muy favorablemente decantado en favor del gobierno central: Cameron sigue mientras Salmond se acaba.

Para los soberanistas, por todo ello, lo que toca es deshacerse en elogios a David Cameron por tolerante, corajudo y demócrata. Ensalzan al primer ministro con el mismo gozo con que el Palacio de la Moncloa alienta a los comentaristas que despedazan a Cameron por insolvente, aventurero y rematadamente tonto. Hoy al pobre Cameron le siguen dando cera los contrarios a la celebración de este referéndum (los contrarios en España, se entiende), por haber abierto un melón que podía haber desembocado en la ruptura de Europa, nada menos. Y en la Moncloa lo celebran porque tratar de bobo a quien ha bendecido una consulta viene a equivaler, sensu contrario, a convertir en un genio a quien se ha negado en redondo.

El caso Cameron es de lo más interesante que va a suceder en Europa. De haber ganado el “sí” su derrota, su fracaso, habría sido innegable. Pero habiendo ganado el “no”, y habiéndose rendido Salmond, aún tiene opciones de pasar a la Historia como aquel tipo audaz que consiguió neutralizar el independentismo. No por el resultado de la votación de hoy, sino en función de lo que pase, precisamente, a partir de ahora. Salvado el puerto de montaña, y aplazada la posibilidad de volver a intentarlo -sobre el papel- para dentro de quince o veinte años, lo que confirmaría el acierto de la arriesgada apuesta que hizo Cameron sería el retroceso del independentismo en las elecciones que a partir de ahora se vayan celebrando.

Tal como ocurre con el avance de Esquerra en Cataluña y el viaje de Convergencia desde el catalanismo hacia el independentismo, los números que al final arrojan las urnas no son más que el reflejo de los cambios sociales que se van produciendo. El fenómeno político, y social, que ha desembocado en estas urnas escocesas comenzó a manifestarse con intensidad hace diez años. Comenzó entonces el ascenso de Salmond como dirigente político, cuando se marcó como objetivo convertir su partido, por entonces en la oposición a los laboristas, en la primera fuerza política de Escocia.

Lo consiguió tres años después y, desde entonces, no sólo ha pasado del nacionalismo al independentismo, sino que este objetivo, el de la independencia, ha ido teniendo cada vez más partidarios. Para medir el acierto, o error, de David Cameron -su éxito o fracaso en la cuestión escocesa- es esto lo que habrá que medir en los próximos años: si crece o mengua esta parte de la sociedad que aspira a la independencia, si la celebración del referéndum y el 45 % que ha obtenido el “sí” es el techo del independentismo (y a partir de aquí consiguen los unionistas que se vaya achicando) o, por el contrario, y como sostiene Salmond, es una etapa más de un proceso en auge que no va a tener freno. Ésta es la cuestión relevante y éste es el reto que se les plantea a ambas partes: lo relevante es si, descartada de momento la separación y aumentando el autogobierno, el independentismo va a más o va a menos.

Si en las próximas citas electorales (escocesas y legislativas) se percibe que el Partido Nacionalista tocó techo, entonces habrá que revisar muchas de las cosas que hoy se están diciendo sobre el señor Cameron. Es la voluntad de cada ciudadano la que hay que ganarse, convencerle de que es mejor para él, y es perfectamente escocés, formar parte del Reino Unido. De que es mejor para él, y perfectamente catalán, formar parte del Reino de España.

En Cataluña no habrá referéndum porque ni el Parlament ni Mas tienen potestad para convocarlo. Pero habrá elecciones. Existe una forma de parar legalmente la consulta y se va emplear. La línea blanca pintada en el pavimento llegaba hasta aquí. Lo que habrán de encontrar ahora los “unionistas” –por emplear la terminología escocesa— es la forma de parar, cultivando la persuasión, el crecimiento en la sociedad catalana del independentismo.