opinión

Monólogo de Alsina: "Ya nadie sabe sobre qué deliberan los ministros ni cuál es su proceso para tomar decisiones"

Diario de la pandemia. Veintidós de abril. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

Carlos Alsina

Madrid | 22.04.2020 08:19

· Pensé, por un momento, que todos acabaríamos siendo Elisa Beni. Vi un tweet de Elisa hace unos días que decía: 'Estoy en una fila de la calle para comprar y una persona que está delante lleva una niña de cuatro años. La niña ha tocado el suelo, los coches, su cara, a su madre, ¡ha intentado tocarme la gabardina y ahora va a entrar a la carnicería a seguir tocando!' Elisa, alarmada. Pensé, por un momento, que todos acabríamos siendo Herodes. Detestando a los niños que bajan con sus padres a hacer la compra sólo para salir de casa un rato ¡y toquetearlo todo! Escuché a la portavoz del gobierno confuso, María Confusión Montero, decir lo de los niños y el súper y pensé, naturalmente, en la pobre niña cautiva.

Y de la hija del rey león, que se las prometía muy felices.

Imaginé a los niños organizándose para invadir los supermercados y los bancos mientras los padres se dejaban hacer para tenerles callados. E imaginé a las madres y los padres preguntándose por qué el gobierno les tomaba el pelo.

· Anoche ya se aclaró todo. Se aclaró que el gobierno sigue sin saber cómo será el permiso carcelario del lunes. El sábado escuché al presidente decir que los niños podrán salir a tomar el aire pero que aún no sabía cómo. Anoche escuché al ministro Illa decir que los niños podrán salir a tomar el aire pero que aún no sabe cómo. Así que estamos como el sábado, sólo que ha dedicado un día entero el gobierno a confundir al personal y a hacer el ridículo. Siento que cada vez cuesta más creer que las medidas se estudian en profundidad antes de tomarlas. O que se atiende a los expertos. Incluso que hablan los ministros entre ellos. Siento que lo más grave que pasó ayer es que ya nadie sabe sobre qué deliberan los ministros y cuál el proceso que siguen para decidir las cosas. Dos semanas estudiando lo de los niños para acabar creando el caos. Tres semanas llevan con la desescalada. Como para ir temblando. E Iglesias colgándose la medalla de que la portavoz del gobierno haya quedado como fuente oficial de la desinformación más absoluta. Esto sí que genera desafecto, general Santiago.

· He leído la historia de Mattia Maestri, 37 años, empleado de una multinacional y muy deportista. Vive en Codogno, un pueblo de Italia cuyo nombre repetimos mucho en el programa hace dos meses. A mediados de febrero Mattia sintió fiebre, se fue a urgencias y los médicos le diagnosticaron neumonía. Como pensaban que era bacteriana le enviaron a casa con antibióticos. No sólo no mejoró sino que tuvieron que ingresarlo en el hospital de Pavía. Cayó en coma y pensaron que se moría. Los médicos no alcanzaban a saber qué pasaba. Le hicieron mil preguntas a su esposa. Hasta que ella mencionó China y a una anestesista se le encedió la bombilla. De China había venido un amigo de Mattia con el que éste había estado cenando. Y en China es donde estaba declarada la infección de un virus nuevo que hasta entonces no se sabía que hubiera llegado a Europa. Mattia Maestri sabe hoy que él paciente uno de Italia (el cero no se conoce porque el amigo dio negativo en la prueba). Estuvo veinte días inconsciente y cuando despertó le contaron lo que había. Ya no era sólo él, había empezado aquí tambíén la epidemia. Aquí, en Europa. Su padre estaba entre los fallecidos. Su esposa se había contagiado y temía por su embarazo, muy avanzado. Mattia ha contado ahora que él cree que, de alguna manera, y mientras estuvo en coma, saber que su hija Giulia estaba a punto de llegar al mundo debió de multiplicar el esfuerzo de su cuerpo por agarrarse a la vida. Nació el sábado en un hospital de Milán y a él le permitieron asistir al parto. 'Dos horas', dice, 'que para mí valen todo el sufrimiento que las ha precedido'.

· Desde cuándo estaba este virus presente entre nosotros sigue siendo un enigma, en Italia, en Francia y aquí, en España. Es probable que las gripes diagnosticadas en febrero, y muchas de las neumonías que se llevaron vidas, fueran en realidad casos de coronavirus. Igual que sucede en Italia, en España tampoco conocemos quién fue nuestro paciente cero. Y al no haber detectado el virus cuando ya enfermaba, y ya mataba, se retrasó todo lo demás. La adopción de medidas, el aislamiento de poblaciones y, en último extremo, el confinamiento total del que se cumplen ya 38 días.

· Raúl es español, camionero, y su esposa está en la semana 35 de embarazo. Él está agobiado. Ha cambiado todas sus costumbres y lo primero que hace cuando llega a casa es aplicarse el protocolo de descontaminación. Usa mascarilla dentro de casa y hace tiempo que ya no duermen juntos. La empresa de Raúl abastece a una cadena de supermercados. Es uno de esos transportistas que lleva de aquí para allá lo que luego tú y yo compramos. En la puerta de casa la mujer le ha pegado un dibujo que dice tutto andrá bene, porque la mujer es italiana. Tiene a sus padres en Calabria, una hermana en Florencia y otra en Milán. Los padres iban a haber venido en cuanto naciera el bebé, que por cierto va a ser niño, pero ahora ya no saben. 35 semanas significa que está apunto de llegar. Otro nuevo niño que nace, como Giulia, la hija de Mattia.

· Josué tampoco ha dejado de trabajar todos estos días. Él es técnico de comunicaciones, se ocupa de que sigan funcionando los teléfonos de centros de salud y hospitales que aún tienen red analógica. Le gusta su trabajo, pero en los hospitales ha tenido que ver cosas para las que no estaba preparado. Y ha tenido que mendigar mascarillas y guantes porque su empresa tampoco se las facilitaba.

· Gonzalo, de 24 años, es un de los afectados por un erte. Es auxiliar de vuelo en un mundo en el que los aviones no vuelan. Confiesa que echa en falta el estrés. El embarque, el desembarque, las prisas para llegar al hotel. Ahora el tiempo se ha ralentizado y no tiene prisa ni para hacer la compra.

· En Aguilar de Campo estuvimos haciendo el programa hace un par de años. En Gullón, nos trajimos galletas para varios confinamientos. Y en el ayuntamiento de Aguilar trabaja Eugenio, que me ha escrito para hablarme de su padre. 97 años cumplirá en junio. Ha sido guardia civil, ferroviario, celador de la Seguridad Social, acomodador en un cine de barrio y hasta locutor de radio. Bueno, locutor fue casi. Lástima que Eugenio no me cuente qué significa ser casi locutor, si es que estuvo a punto de serlo o es que fue algo parecido. 'Como todos los de su generación', me dice Eugenio, 'mi padre tuvo varios empleos a la vez para poder llevar a casa lo principal'. Tiene siete hijos varones conserva una memoria prodigiosa. La sabiduría de quien ha sido testigo de la historia casi cien años. Me dice Eugenio que deberíamos dedicar un espacio en la radio a hablar con personas como su padre. Y yo lo he apuntado. Porque creo que tenemos una deuda.

· La primera vez que oí el nombre de José María Calleja aún estaba él presentado el informativo de la autonómica vasca. Y ya estaban los sembradores de odio de la época, que además de odiar marcaban objetivos a sus colegas de las pistolas para que amenazaran y chanteajaran (o mataran), señalando a Calleja porque no les gustaba que hablara claro. Sobre ETA. Y alrededores. El coraje lo llevó consigo siempre. No es posible saber qué habría sido del País Vasco, y de nosotros, de no haber nacido un movimiento como Basta Ya. Transversal, como se dice ahora. 'Cívico', decíamos entonces. La sociedad comprometida en defensa de sus derechos fundamentales. El primero, la vida. La sociedad en libertad frente a la mafia etarra. No es posible saber qué habría sido Euskadi sin Basta ya, pero sí es posible saber que habría sido peor. Y que si tipos como Otegi andan hoy blanqueando su pasado es porque personas decentes como Calleja se ocuparon de desnudar lo que en verdad era aquel despreciable entramado.

· Desde que empezó este Diario de la pandemia, hace seis semanas y media, hemos conocido aquí toda clase de historias. Algunas divertidas, muchas de ellas ilusionantes, otras dolorosas. Creo que esto que vamos a escuchar ahora es uno de los testimonios más duros que he compartido contigo.

Esta oyente, Arantza, después de leer el segundo mensaje de su hermano, hizo repaso de todos los vecinos de su bloque y comprobó que todos están bien. Volverá a hacerlo hoy para asegurarse de que todos tengan alguien que los tenga presentes.

· Creo que hizo bien el general Santiago en responder ayer a las preguntas obligadas sobre la circular que envió a las comandancias de la guardia civil sobre lo de los bulos.

Y creo que hizo mal en tardar un día en responder.

· Creo que el gobierno sigue mezclándolo todo, los bulos, las estafas, los asaltos infromáticos, las noticias negativas (que dijo ayer Celaá), el gobierno, las instituciones, en un batiburrillo interesado que busca restar crédito a las críticas serias que está encajando por la gestión de los recursos de que dispone para atender una epidemia. No han puesto los altos cargos de este comité un solo ejemplo que permita entender de qué hablan cuando aluden a la desinformación que genera desafección a las instituciones. Yo les brindo uno: cada vez que Podemos difunde que la monarquía parlamentaria española no ha sido votada por nadie, ¿cabe llamarlo desinformación que genera desafecto? ¿Va a actuar el gobierno contra uno de los partidos del gobierno por difundir noticias falsas que desestabilizan las instituciones?

· Celebro que cada vez haya menos nuevos contagiados diarios y que el número de fallecidos vaya cayendo. Pero aún queda mucha epidemia, y mucha curva, y mucho desgaste de los médicos, y mucho duelo por delante. Y no alcanzo a entender que el estudio serólogico que se anunció con tanta trompetería, por lo crucial y necesario que era, hace dos semanas aún no haya empezado a realizarse por problemas de coordinación. A estas alturas ya no cabe sorprenderse de nada.

· La vida de Elena es mucho mejor desde que tiene a sus pacientes. Es enfermera de oncología de un hospital de Madrid y le gustaría que hoy me acordara yo de ellos. Enfermos de cáncer en los que percibe el miedo a contagiarse cada vez que van al hospital (por si el cáncer no fuera suficiente, temen que les toque también el covid--, y el miedo a que se infecten sus médicos y enfermeras. 'Son ellos los que se preocupan por nosotros, nos dicen que por favor nos cuidemos o nos traen bombones para endulzarnos la jornada'.

· Álvaro ha cumplido años, 48. Y va a ser padre en cuarentena. Al bebé lo espera –-bueno, lo espera Noemí, que es quien lo gesta— para finales de mayo. Aún no sabe si podrá pasar al paritorio o estar en la habitación. Claro que tampoco sabe dónde trabajará este verano porque su empleo depende del turismo. Siguen naciendo niños, como comprobamos cada mañana.

· Ah, me escribió Toña, para contarme que la nuera dio negativo y ya puede tener con tranquilidad a su bebé en brazos y abrazarse con su hijo. Con sus hijos, el de Toña, que es el marido, y el bebé, que es el hijo de ambos. Toña, que es psicóloga (y abuela) dice que necesitamos historias con finales felices para poder acompañar a quienes no los han tenido.

· Les presento a una oyente que vuelve a trabajar y está tan contenta que quiere que lo sepamos.

· Enviemos un saludo a los doscientos y pico habitantes de Las Majadas, provincia de Cuenca. Esta oyente quiere que nos enteremos de lo que anda haciendo su alcalde. Adelante la denuncia.

· Aún quedan cuatro días enteros antes de la España menuda pueda salir un rato a la calle a llenar la acera de voces de pito. Y aún hay tiempo para aprender a cantar bien el Facciamo. El modelo a seguir es María, que cuida la dicción y cuida aún más la entonación.

No me digas que no te inspira paz escuchar a María contar, y cantar, que el cielo siempre es azul y que el sol luce ardientemente. Yo me pasaría escuchando a María toda la mañana. Me la llevaría de paseo sólo para que todo el barrio entero pudiera escucharla. Vale, la hija del rey león también.

Yo le avisé, presidente chánches: no se tome a broma el movimiento de resistencia infantil que ha ido creciendo en los hogares porque los críos tienen como una antena que les permite estar conectados todos entre ellos. Un niño enfurruñado es aún peor que una madre de niño enfurecida. No se confíe, Chánches. Le salva a usted que están los enanos estos días tan liados que no les queda un minuto libre.

En cuanto estos bebés crezcan y la niña pueda ocuparse de otras cosas, tiemble el gobierno porque se van a acabar las bromas y ya veremos quién manda a quién a paseo.

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