EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Fin de semana de ganadores y perdedores en Europa

Les voy a decir una cosa.

Ha comenzado la semana embocadura, semana embudo, en la que todo lo que pase nos conduce al mismo sitio, el desenlace, el fin de semana de ganadores y perdedores en Europa.

ondacero.es

Madrid | 19.05.2014 20:11

Para la Champions no hay encuestas. Si acaso, lo que hay son apuestas. Que a cinco días del final de temporada -el choque, como dice la prensa deportiva- colocan aún al Madrid como favorito. Pese al título de Liga y pese al cholismo. La victoria del Madrid se paga a 1,8, la del Atleti a 3,9. Pero es lo que dicen en el PP: también apostábamos nosotros por una victoria clara de Cañete y ya ves lo que pasó, que convirtió una campaña plana en una campaña cuesta arriba.

Cinco días y 45 minutos exactos nos separan del comienzo de la final de Champions (destino Lisboa) y seis días y dos horas nos separan del cierre de la jornada electoral en la Unión Europea. Normalmente en España empezamos a contar quién ha ganado y quién ha perdido a las ocho de la tarde, pero en estas elecciones somos un cuerpo electoral de 28 países: hay que esperar a que baje la persiana el último.

Y el último, o los últimos, son los italianos, que hasta las diez de la noche del domingo pueden seguir votando. Cada nación tiene autonomía para fijar horario y día de urnas: en el Reino Unido, por ejemplo, no votan el domingo sino el jueves; checos, eslovacos votan el sábado; Luxemburgo, como es pequeñito, a las dos de la tarde del domingo ya cierra los colegios. Aquí, como siempre, de nueve a ocho y en domingo. Mira, en algo nos parecemos ya a los finlandeses: los domingos madrugamos poco. Sólo Estonia, Finlandia y nosotros abrimos las urnas a las nueve. Los demás, a las ocho o a  las siete.

Hasta las diez de la noche, por tanto, de este próximo domingo, mientras la afición de uno de los dos equipos que aspiran a traerse a Madrid la copa de Europa sigue celebrando en Lisboa (y en Madrid) que lo ha logrado, no tendremos otra cosa que encuestas. Y encuestas ya caducadas, que son éstas que se han publicado ayer y hoy y que, en España, son las últimas que veremos.

Digo en España porque hace tiempo que se usa en nuestro país ese truco de que un diario extranjero publica la encuesta que paga un diario español con el que está asociado: trucos para saltarse esta prohibición, un tanto anacrónica, de no difundir sondeos en los últimos cinco días de campaña. Este año no sé si habrá encuesta española en diario extranjero porque hacer sondeos cuesta dinero y estamos todos los medios con la austeridad por bandera. De manera que hay lo que hay. Y lo que hay es disparidad en la atribución de porcentaje de voto y de escaños según cuál sea la encuesta. Quién la haga y cómo la cocine, porque cocina, como sabemos, tienen todas. Y es ahí donde se mide la pericia del cocinero, en su capacidad para obtener, con la misma materia prima que los demás, un resultado con mayor pureza. Sólo Walter White -y a lo mejor, Chicote- entienden lo importante que es la cocina para que el resultado sea bueno.

Cocinar consiste en aprender de las elecciones anteriores -y las anteriores a las anteriores- y detectar dónde se producen los desvíos entre lo que el personal declara que va a hacer y lo que de verdad termina haciendo. Dos elementos coinciden en todos los sondeos que se vienen publicando: uno, que como no cambie mucho el panorama de aquí al domingo la vencedora indiscutible será la abstención y estaremos aquí el domingo, a las diez de la noche, dándole vuelta a la palabra “desafecto” y preguntándonos si esto de la construcción europea ha dejado de interesar, y de ilusionar, al común de los españoles votantes (y por eso no vota); dos, que PP y PSOE pierden representación parlamentaria -europarlamentaria-.

La suma de ambos partidos, tanto en la encuesta de El País, la de El Mundo, la de La Razón, llega a los 37-38 diputados, de los 54 que están en juego. La suma en el 2009 era de 46, luego pierden entre los dos ocho escaños. Caída es, pero no parece que dé para afirmar que el bipartidismo (la hegemonía de los dos grandes) ha pasado a la historia: juntos suman el 70 % de los escaños españoles. En estas dos previsiones coinciden todos los sondeos. El de El País es el que más cercanos en porcentaje de voto coloca a PP y PSOE -casi empate, un punto y pico por delante los populares-, mientras que el de El Mundo es el que más abre esa brecha, hasta ocho puntos de ventaja para Cañete (seis dice la del Abc) en detrimento de Valenciano, o de Rubalcaba, que es a quien cita en portada este diario porque añade una segunda parte de la encuesta que expresamente pregunta por Rubalcaba y por el futuro de Rubalcaba. “Si el PP gana las elecciones, ¿qué debería haber Rubalcaba?”, se pregunta a los encuestados.

Y si usted es Rubalcaba y me está escuchando, ya sabe lo que hay: si el PP gana no le dejan a usted muchas opciones; debe dimitir como secretario general, adelantar las primarias -antes de dimitir, se entiende- y, por supuesto, no presentarse. Que se encarguen Chacón, Madina, Patxi, Pedro Sánchez, de sacar el partido adelante. Y lo peor para Rubalcaba es que si gana el PSOE tampoco cambia mucho la cosa: así como los encuestados interpretan mayoritariamente que una victoria del PP es una prueba de apoyo al gobierno de Rajoy, la victoria del PSOE no la interpretarían como una prueba de apoyo a que siga Rubalcaba. Dices: pase lo que pase este hombre está sentenciado. Hombre, es El Mundo, lleva abogando por la jubilación de Rubalcaba desde hace años. Como Chacón y como muchos otros. Hasta la fecha el secretario general ha aguantado y ha conseguido que se respetara el calendario que él diseñó. Sólo que ese calendario tiene una fecha en rojo, y no sólo porque es domingo: 25 de mayo, la noche en que -como dijo él mismo aquí la semana pasada- Alfredo Pérez Rubalcaba tomará decisiones sobre su futuro inmediato. O eso dijo.

De aquí al domingo Rajoy y él coincidirán en un mismo mensaje, seguramente explícito. Es este tradicional mensaje de los dos grandes que dice: votar a los pequeños es como tirar tu papeleta al río, un desperdicio, oiga. El voto útil. Un clásico. ¡Vaya a votar, sí, pero a votar por mí, no por Vox, o por Podemos, o por Ciudadanos, por UPyD, por IU! Como si el votante, en lugar de mirar quién representa mejor la idea que él tiene de cómo hacer Europa o cómo hacer política, tuviera que hacer sus propias previsiones sobre cuántos escaños obtendrá cada uno de los grupos parlamentarios para encestar su voto en uno en el que haya mucha gente. Argumento de todo a cien y de doble filo: como diría Cañete, si exhibes en exceso tu superioridad numérica acaban viéndote como al grandullón que no quiere compartir el balón con los pezqueñines.