OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Para ERC no parece mal momento, teniendo ahí, humilladito, a Sánchez"

Un año. Sólo un año ha pasado. O nada menos que un año.

Carlos Alsina

Madrid |

Finales de noviembre de 2018. Rufián confirmando que Borrell era el ministro al que más aversión tenía Esquerra Republicana.

Se puso en pie el grupo socialista para arropar al ministro de Exteriores mientras Rufián, de pie también, abría los brazos y sacaba pecho. Antes de que la presidenta del Congreso lo expulsara. Ya recuerda usted, imagino, cómo terminó aquello: los diputados de Esquerra marchándose todos y Borrell denunciando que uno de ellos le había lanzado un escupitajo.

Viene a cuento refrescar la memoria reciente esta mañana porque los dos protagonistas de aquel episodio parlamentario son hoy noticia los dos.

Borrell, porque hoy será bendecido por el Parlamento Europeo como nuevo comisario de Exteriores de la Unión Europea. Los eurodiputados respaldarán, o investirán, a Ursula Von der Leyen como nueva presidenta de la comisión (el gobierno de la Unión) y, con ella, a los nuevos comisarios. De tal manera que el viernes asistirá Borrell por última vez al Consejo de Ministros de Pedro Sánchez y emprenderá rumbo definitivo a Bruselas. Ya dijo él, cuando pasó el examen para este nuevo puesto, que el independentismo catalán es un asunto interno de España. Es decir, que como comisario de Exteriores no va a hacer el discurso aquel, tan vibrante, que entusiasmó a los no independentistas en la Vía Laietana.

• Y Rufián, que también es protagonista hoy porque, en vísperas de verse con su admirada Adriana Lastra para fingir que son ellos los que negocian la postura de Esquerra en la investidura, ha resucitado a aquel Rufián que abría los brazos y se exhibía desafiante para hacerse el gallito con Pedro Sánchez.

Un año después del episodio del escupitajo (el supuesto escupitajo), Borrell desaparece de la escena política española y Rufián está en el centro de los focos. El ministro que fue recibido como el garante de que no habría compadreo con los independentistas catalanes deja de ser ministro en pleno coqueteo, o cortejo, entre Sánchez y el partido al que está pidiendo precio para la investidura.

El análisis político en España, desde hace años, consiste en intentar saber cada día cuánto hay de verdad en los capos de los partidos y cuánto de impostura, cuándo dicen lo que piensan y cuándo nos están mintiendo a todos.

Llevamos desde la noche de las elecciones entregados a esta tarea, bastante estéril, de intentar saber si Sánchez va a pagarle a Esquerra el precio que sea con tal de ser investido y si Esquerra se pone flamenca presumiendo de que la llave del gobierno es suya cuando, en realidad, ya tiene decidido que hay que conservar a Sánchez dentro.

Lo único que hasta ahora ha aclarado el presidente a los españoles, con sus actos más que con sus explicaciones (porque el resultado electoral lo dejó mudo) es que tener de vicepresidente del gobierno a Pablo Iglesias ya no le desvela y que sentarse a negociar con Esquerra, tampoco. Debe de ser que ya no le encuentra parecido a Esquerra con la ultraderecha.

Con la ultraderecha no se sienta Lastra ni a ver llover, pero con Rufián suenan violines cada vez que quedan.

Veamos cómo discurre la ceremonia del cortejo.

Tenemos, para empezar, esta manera tan curiosa que tiene el partido cuyo presidente cumple pena de prisión, Esquerra, de plantear una negociación con el PSOE.

Primero va el chico de Junqueras en Madrid y se exhibe como hacedor de reyes: nosotros ponemos y quitamos gobiernos, para chulos, nosotros.

Luego humilla a su interlocutor, que no es Lastra sino Sánchez y le describe como un derrotado al que tienen agarrado por donde más duele.

Ahí lo tenemos, miradlo, tumbado en la lona y pidiendo que le salvemos la vida. Sietemachos Rufián en su actuación más trabajada de la semana. Dices: oye, si tan provechosa es para ti la situación en la que estamos, deberías estar tocando las castañuelas, ¿no? Pues no.

Mal momento para todos. Quién lo diría. Para Esquerra no parece que lo sea. Teniendo ahí, humilladito, a Sánchez.

Así da gusto negociar con un posible socio. Qué elegancia, qué estilo, qué forma de engrasar el asunto.

Pero no le ha ido mal a Rufián la estrategia. En el PSOE quieren pensar que actúa. Porque, claro, aquí actúa todo el mundo y ya sabes, que es que tienen a los puigdemones marcándoles, que es que tienen a los CDR llamándoles blandos, que es que a Rufián le gritan butifler cuando sale a la calle. Actúa, pero hay margen.

No le ha ido mal a Esquerra porque su primer logro, ya conquistado, es que el gobierno la trate como interlocutor preferente. Que le permita afirmar que hay un conflicto de Cataluña con el Estado (no de algunos catalanes contra el resto, sino de Cataluña como único pueblo contra el malvado estado español) sin que en la Moncloa nadie se despeine. Consultan a la militancia sobre un conflicto de Cataluña con el Estado que ha de encauzarse no en los Parlamentos sino en una mesa de negociación indeterminada y sale Lastra a hacer el siguiente resumen beatífico.

Que nos sentemos a hablar, cero en sinopsis. Pero es que luego sale Grande Marlaska y se nos encomienda a la bondad de los partidos políticos, ¡la bondad!

Ni Esquerra ni los puigdemones han manifestado preocupación alguna por si la legislatura anda o no anda. Ellos en lo que están es en exprimir la situación en su beneficio: en que eche andar no la legislatura, sino la herramienta en la que ahora confían para poder llegar, alguna vez, a la autodeterminación y la amnistía.

¿Cómo era eso otro que decía Sánchez cuando aún no le habían salido mal las elecciones? Que diálogo, sí, pero antes los independentistas tenían que aceptar la ley y la Constitución como único marco.

Primero se comprometen ustedes a cumplir la ley y aceptar el marco de la Constitución, y luego ya hablamos. De esto no ha pasado un año, como del escupitajo, sino tres semanas.

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