Empecemos por lo último, por lo que se está haciendo ahora en los juzgados… Desde el pasado viernes se están contando las entradas que se vendieron para esa fiesta de Halloween, unas entradas que no han sido nada fáciles de encontrar y que –creemos– el organizador de la fiesta pensaba que nunca iban a aparecer.
De hecho, la policía las halló en un edificio cercano al Madrid Arena, conocido como el satélite. Pero guardó un absoluto mutismo, a la espera de que a Miguel Ángel Flores le tocase declarar delante del juez de instrucción que lleva el caso. Él llegó a su declaración pensando que nadie había encontrado esas entradas, pero allí le comunicaron que estaban en poder de la policía. Una estrategia para desarmarle y dejarle sin argumentos.
Parece indudable ya que alguna entrada de más se vendió. Hasta el viernes a mediodía, se habían abierto cuatro de las ocho urnas halladas por la policía y se contaron –atención– 9.257 entradas. Y aún queda por abrir exactamente la mitad, así que es previsible que el número de entradas vendidas se acerque a las 20.000.
El contrato firmado por Diviertt, la empresa de Miguel Ángel Flores, con la empresa municipal Madrid Espacios y Congresos habla de un aforo de 5.000 personas –seguramente para ahorrarse un dinero importante–; la comunicación previa de Diviertt al Ayuntamiento habla de 7.000 asistentes a la fiesta; Miguel Ángel Flores dijo en su declaración policial que Madrid Espacios y Congresos les dio un aforo máximo de 12.000, pero que se vendieron unas 9.500 entradas; luego, en su declaración ante el juez, reconoció que habían impreso 17.000 entradas; y 10.620 personas es el aforo máximo que consta en los informes del arquitecto municipal…
Rafael Pastor, uno de los responsables de Madrid Espacios y Congresos, le dijo a los primeros policías que llegaron al Madrid Arena tras la tragedia que “dentro había 9.000 personas, muchos de ellos con evidentes signos de embriaguez”; Flores les dice a los mismos policías que habría 9.500, aunque luego precisa que son 9.650; José Manuel García, el responsable de Dato, la empresa encargada de validar las entradas, dice que sus máquinas validan entradas y que no sabe “si el programa informático tendrá la opción de ir sumando”.
Hasta el momento hay tres personas imputadas: Pedro Calvo, el concejal, como máximo responsable de la empresa municipal que alquiló el Madrid Arena; Miguel Ángel Flores, dueño de DivierTT, la organizadora del evento; Carlos Manzanares, responsable de la empresa de controladores que prestaban servicio en el interior del local… Aunque es previsible que haya más imputados muy pronto.
De hecho, la fiscalía ya ha solicitado que se impute a otras siete personas: José María Flores, hermano de Miguel Ángel y firmante del contrato con Madrid Espacios y Congresos; Jorge Rodrigo, director gerente de la empresa municipal; los dos responsables de seguridad de la empresa municipal, Rafael Pastor y Francisco del Amo; y tres jefes de Seguriber, la compañía encargada de velar por la seguridad en el recinto.
A la vista de lo sucedido y de lo leído en sus declaraciones ante la policía, que da hasta cierta vergüenza reproducir: el jefe de equipo que estaba allí aquella noche, Raúl Monteverde, contó a la policía que vio hasta a tres chicas inconscientes con gente reclamando asistencia para ellas y que solo cuando vio a la tercera decidió llamar a una ambulancia “porque en ese recinto es habitual ver a algún joven en estado de semi inconsciencia como consecuencia de intoxicaciones etílicas y no le di importancia”. El coordinador de Seguriber, Juan José París, dijo a la policía que “no vi actitudes extrañas entre los usuarios que pudieran hacer pensar que ocurría nada, a excepción de las mujeres inconscientes”…
Lo que pasó aquella noche dista mucho de la normalidad. Además, esos vigilantes contaban con un cuarto de cámaras en el que podían haber visto lo ocurrido… Claro que existía, pero no hacen referencia en sus declaraciones a esas imágenes. Pero es que esa sensación de normalidad choca con lo que declaran tres testigos muy especiales que hay en la causa: dos policías nacionales y un municipal, cuyos testimonios son sobrecogedores y, desde luego, distan mucho de dar una idea de normalidad de lo que pasaba en el Madrid Arena.
Eran policías que estaban allí, no trabajando, sino de fiesta, como miles de personas… Atención, porque sus testimonios son terribles. El policía municipal cuenta como el túnel que comunicaba el vomitorio con la pista “estaba colapsado, ocupado por un tumulto de gente agolpada unos encima de otros formando una montaña humana con cinco o seis filas de personas, tumbadas o semitumbadas unas encima de otras, alcanzado una altura de 170 centímetros”.
Este policía, como los dos policías nacionales que también estaban allí, intentó hacer lo que pudo. Cuenta como intentó sacar a las personas que estaban en la parte baja de esa montaña humana y se fija en una de ellas. Atención a la terrible descripción: “sobresalía entre el resto de las personas atrapadas el torso de una chica de unos 19 años, que estaba muy grave, con los ojos completamente abiertos, con las pupilas dilatadas y los labios entumecidos”.
La lograron sacar de allí y la intentaron reanimar sobre una barra –es la chica que salió en la portada de varios periódicos sacada en volandas– durante 15 minutos. La intentaron reanimar, precisamente, los policías, porque no pudieron llevarla a la enfermería. El agente cuenta que era imposible llegar hasta allí o hasta la salida a la calle por la cantidad de gente que había.
El testimonio de los policías nacionales s muy similar. Cuentan como vieron en la distancia a los controladores de acceso “formando un cordón humano y tirando de las extremidades del cuerpo de las personas”. Fueron esos policías los que llamaron a la sala del 091 porque, según dicen en sus declaraciones, “el asunto se le estaba escapando de las manos al personal de la discoteca”.
Los primeros agentes que llegaron a la zona, patrulleros, actuaron con una profesionalidad enorme, según se deduce del atestado. Dos policías de seguridad ciudadana fueron los primeros en llegar y al conocer lo ocurrido, decidieron montar un puesto de mando para coordinar las operaciones. Y fueron los que adoptaron la decisión de no hacer una evacuación al uso, sino pedir a los responsables de la fiesta que poco a poco fuesen bajando la música y encendiendo las luces para que los miles de personas que había en el interior, sin saber nada de lo que estaba ocurriendo, saliesen ordenadamente.
Contamos aquí hace algunas semanas que una de las causas de la tragedia pudo ser la gente que irrumpió en el Madrid Arena procedente del botellón que había fuera. Va a ser otra de las claves para aclarar lo ocurrido y para depurar responsabilidades. Dos policías nacionales que acudieron en las primeras horas de la fiesta a recoger una documentación –plan de evacuación, permisos…– hicieron una comparecencia en la que relatan varias deficiencias en el local: los extintores no estaban en su sitio, las salidas de emergencia estaban taponadas… Y cuentan que en el exterior del Madrid Arena, en el parking, había miles de personas haciendo botellón.
La justicia dirá de quién era competencia, pero desde luego lo que no parece muy normal es que, tal y como dijeron estos dos agentes, los propios vigilantes de Seguriber cobrasen diez euros a cada uno de los coches que había estacionado con chavales bebiendo alcohol. Probablemente, la policía municipal era la que tenía que haber levantado ese botellón, pero ya contamos aquí que apenas había una docena de agentes… Y por ahí pueden ir también las próximas acusaciones.
Varios de los abogados de las familias de las chicas fallecidas ya han anunciado que piensan pedir la imputación del inspector jefe de la policía municipal, Emilio Monteagudo, e incluso del concejal de esa área, Antonio de Guindos, el hermano del ministro de Economía. Las acusaciones creen que ese cuerpo no hizo su trabajo. Y lo peor es que muchos policías municipales también piensan lo mismo.
Parece, desde luego, que muchos no hicieron su trabajo, porque, por ejemplo, a esa fiesta de Halloween acudieron menores de edad… De hecho, Belén Langdon, una de las fallecidas, era menor, pero en este primer atestado también se recoge el testimonio de otra chica menor, llamada Sara, de 17 años. Cuenta que fue con veinte amigos y que solo dos eran mayores de edad. Y que nadie les solicitó en ningún momento la documentación.
En ese atestado hay muchos más testigos, más chicos que asistieron a la fiesta que han contado sus testimonios. Muchos muy dramáticos. Casi todos estaban cerca del lugar en el que murieron Rocío, Katia, Cristina y Belén. Y todos hablan de esa montaña humana, pero hay uno especialmente terrible, el de una amiga de Teresa Alonso, la chica que sigue debatiéndose entre la vida y la muerte cuatro semanas después de la tragedia.
Lo decimos tal y como ella se lo contó a la policía el día siguiente a la tragedia. Teresa y esta chica, de nombre Elvira, estaban buscando a los amigos con los que habían ido a la fiesta. Decidieron bajar a la pista y aparecieron en el pasillo fatal. Leemos: “cuando estábamos en mitad del pasillo nos dimos cuenta de que era imposible pasar porque estaba lleno de gente, así que decidimos darnos la vuelta. Me di la vuelta y noté como Teresa se cayó detrás de mí. No podía pararme a ayudarla, la masa de gente que había me impedía pararme para levantarla. Cuando salí del tumulto me giré y vi como se formaba una montaña de gente unos encima de otros”.
Elvira sigue contando: “No localizaba a Teresa. La empecé a llamar a gritos. La situación empezaba a descontrolarse, la gente se amontonaba, unos encima de otros, le pedí a gritos a la gente que no siguieran avanzando. Había hombres jóvenes que tiraban de la gente que se encontraba atrapada para intentar sacarlos”. Finalmente, Elvira vio como sacaban a su amiga en volandas e intentaban reanimarla.
El resto de testimonios son parecidos y cuentan escenas muy similares… Muchos cuentan que nadie les registró los bolsos, que desde los primeros momentos de la fiesta se dieron cuenta de que había más gente de lo habitual en este tipo de eventos y alguno cuenta que, efectivamente, alguien lanzó cohetes o bengalas e incluso aportan vídeos en los que se ven.
Los propios policías que estaban allí reconocen que escucharon esas detonaciones, incluso uno de ellos llega a decir que las confunde con disparos de arma de fuego. Pero la policía en su informe señala que, tras lo visto en las imágenes de las cámaras de seguridad, no parece que los cohetes tengan nada que ver con lo ocurrido. La policía científica recogió en el Madrid Arena una carcasa y eso que cuando se personaron allí ya se estaba barriendo y recogiendo, algo bastante curioso.
Es decir, que no hay pruebas para avalar aquella primera versión de la bengala… Aunque como fue la primera ha servido para que algunos quieran encontrar su minuto de gloria o quieran ajustar cuentas, porque, aunque no te lo creas, en este caso ya hay un testigo protegido.
El 3 de noviembre se tomó declaración a quien se dio la identidad de testigo protegido 4, porque, según dijo, “tenía miedo a posibles represalias”. Lo que contó fue una chorrada. Dice que una amiga suya le comentó que conoce a dos chicos que llevaron petardos a la fiesta. Uno se hace llamar Romok y otro Eugenio. Como datos para identificarlos dice que Eugenio “tiene antecedentes” y el tal Romok frecuenta discotecas, es rubio, tiene flequillo, pertenece a la peña madridista de los ultrasur y estudia en la Universidad Carlos III.
Pues no parece, desde luego, un testimonio como para darle esa categoría… No, ni ese ni el de otro comunicante anónimo que insiste en la pista Ultrasur: dijo que un grupo de skins y de integrantes de esa peña iba a llevar la noche de Halloween al Madrid Arena petardos y bengalas. Otro comunicante dice que una mujer llamada Eva, que estaba muy borracha, encendió la traca de petardos e incluso otra chica señala la tienda en la que uno de los asistentes a la fiesta compró una carretilla de fuegos artificiales.