En medio del luto mundial por la muerte del papa Francisco, resurgen algunas de las palabras más cercanas y sabias que dejó durante su pontificado. Entre ellas, un consejo sencillo, pero poderoso que ofreció Bergoglio a una pareja recién casada:
Peléense todo lo que quieran, con tal que hagan las paces antes que termine el día. Nunca se vayan peleados a dormir. El día tiene que terminar en paz. Un gestito, una caricia y ya está.
Francisco, conocido por su estilo directo y profundamente humano, siempre buscó unir puentes, no solo entre religiones, sino entre personas. A lo largo de su vida pastoral insistió en la importancia del diálogo, del perdón y del afecto como herramientas fundamentales para la convivencia. Su mensaje no era solo para los altares, sino para la cocina de casa, la mesa compartida, el abrazo antes de dormir.
Para él, los conflictos en la pareja eran inevitables, pero lo verdaderamente peligroso era permitir que el rencor se extendiera en el tiempo, rompiendo los vínculos poco a poco.
Este consejo, que muchos guardaron como un mantra personal, invita a pedir perdón sin miedo y a evitar que el orgullo impida reconciliarse. Bergoglio creía en el amor como una construcción diaria, y en la necesidad de cuidarlo incluso y sobre todo cuando se tambalea.
Hoy millones de personas se despiden de Francisco, sus palabras son las que cobran vida.
