El nuevo papa, León XIV, ha tardado algo más de una hora en salir al balcón de El Vaticano para dirigirse a los fieles. Lo ha hecho a las 19:22 y en su discurso ha destacado el mensaje de paz y conciliación: "Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, una paz desarmante, perseverante, que proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. Asimismo, ha añadido: "El mal no prevalecerá". También ha tenido palabras para el papa Francisco.
Este ha sido el discurso del papa
La paz sea con todos ustedes.
Queridos hermanos y hermanas, este primer saludo de Cristo resucitado que ha dado la vida por el rebaño de Dios, también quisiera que este saludo de paz llegase hasta todos los rincones, a todas las personas, donde quieran que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la Tierra.
La paz esté con ustedes. Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, una paz desarmante, perseverante, que proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente.
Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente del papa Francisco que bendecía a Roma. El Papa que bendecía Roma daba su bendición también al mundo entero, esa mañana del día de Pascua. Permítanme dar continuidad a esa misa: Dios ama a todos, el mal no prevalecerá, estamos todos en las manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unámonos mano con Dios y con todos, vayamos adelante, seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede.
El mundo necesita de su luz, la humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayúdanos también a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser todos un solo pueblo en paz.
Gracias al papa Francisco. Quisiera agradecer a todos los cardenales que me han elegido como sucesor de Pedro y de caminar junto a ustedes como una Iglesia unida, buscando siempre la justicia, la paz, trabajar como hombres fieles a Jesucristo para proclamar el evangelio y ser misioneros.
Soy un hijo de San Agustín, agustiniano. Como ustedes, soy cristiano y obispo. En este sentido, espero que todos podamos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.
A la Iglesia de Roma, un saludo especial. Debemos buscar juntos cómo ser una iglesia misionera, que construya puentes de diálogo, siempre abierta a recibir como esta plaza, con los brazos abiertos a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra presencia, diálogo y amor.
Y si me permiten, también, un saludo en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo, en Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para ser iglesia fiel de Jesucristo.
A todos ustedes, hermanos de Roma, Italia, de todo el mundo: queremos ser una Iglesia que da, que busca y camina hacia la paz, que busca siempre la caridad, que busca estar cerca de quienes sufren.
Hoy, día de la Virgen de Pompeya, nuestra Madre quiere caminar siempre con nosotros, ayudarnos y, mediante su intercesión, darnos su amor.
Recemos por esta nueva misión, por la Iglesia, la paz en el mundo. Le pedimos esta gracia especial a María.
El discurso ha concluido con el rezo del Ave María.