Resulta significativo que ahora, más de medio siglo después de que las telenovelas llegasen a la televisión, atravesasen ambos océanos y sean una de las creaciones venezolanas más conocidas en todo el mundo, sean consideradas las culpables de extender la violencia por todo el país y de consentirla como un recurso más a la hora de afrontar un problema. Porque en todo este tiempo lo que coloquialmente se conoce como “culebrones” no han variado ni en su fondo ni en su forma, siguen siendo esas historias enrevesadas en las que hay un amor imposible, un hijo perdido o ilegítimo, muchas ganas de venganza, un villano, un padre tirano y una protagonista sufridora que sólo alcanzará la felicidad en el final de la historia.
Y eso es, más o menos, lo que sucede en “De todas formas Rosa”, una de las producciones más vistas de todo el país en 2013. Y lo que sucede en muchas creaciones de ficción, en las que varia la calidad de los intérpretes y de la producción. Pero en la ficción, igual que en la vida misma, siempre hay buenos y malos, siempre hay buenos y malos momentos, y raramente falta la violencia, ya sea verbal o física. Es decir, según Nicolás Maduro, si las telenovelas tienen la culpa de la violencia que asola el país, Chuck Norris y Steven Seagal estarán más que prohibidos por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, al igual que cualquier otra creación dirigida a un público mayor de 15 años… Pero claro, antes que ponerse a arreglar lo que pasa en la calle, de dirigir y reconocer que quizá los esfuerzos no está debidamente repartidos a la hora de gobernar, es más fácil acusar a los medios de ser los culpables de todo lo que sucede. Porque, según la lógica de Maduro, tal y como comentó el viernes Carlos Alsina en “En Serie Te Lo Digo”, matan a una actriz y a su marido en la vida real y la consecuencia es que hay que dejar de emitir crímenes en la pequeña pantalla. Algo sensato si tenemos en cuenta el mundo de pajaritos y fantasmas en el que vive el presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
