El comienzo del Málaga fue prometedor. Un pase de Joaquín a Van Nistelrooy que se había desmarcado de forma prodigiosa, pudo acabar en gol pero el holandés demostró que le falta confianza. Solo, a la altura del punto de penalti, hizo lo que no es habitual en él. Su tiro a quemarropa se estrelló en el cuerpo del salvador Roberto. Después, a balón parado pudo adelantarse el equipo de Pellegrini pero Joaquín se quedó cerca del gol olímpico y, a renglón seguido, Baptista, al que aún le falta chispa, rozó el palo con un lanzamiento de un libre directo. La fuerza ofensiva malaguista se diluyó como la espuma.
A partir del cuarto de hora el juego decayó. El Zaragoza llevó el partido a donde le convenía y el Málaga, como consecuencia, perdió frescura y volvió a evidenciar la falta de un jugador que diera sentido a la salida con el balón desde atrás. Demasiada lentitud ante un agazapado y temeroso rival.
En la segunda parte el juego no mejoró y volvió a añorarse la verticalidad que jugadores como Joaquín y Cazorla, totalmente desabastecidos, podrían dar. La única ocasión clara de gol llegó cuando Isco y Seba ya estaban en el campo. El centro del primero lo remató el segundo en el segundo palo y Roberto evitó el gol sobre la línea. Los dos jugadores de refresco entraron demasiado tarde para cambiar la lentitud que le interesaba al Zaragoza.
Lo mejor, la seguridad en defensa que transmiten Demichelis, Mathijsen y Toulalan, junto a Caballero, que se traduce en 435 minutos sin encajar un gol. Los dos recibidos fueron en la jornada inaugural ante el Sevilla, única derrota sufrida hasta ahora (2-1).
Con el punto sumado, el Málaga suma 10 y ocupa la sexta posición en la clasificacion.