El París Saint-Germain dio un gran paso para clasificarse para los cuartos de final de la Liga de Campeones tres años después, tras derrotar en su estadio 2-0 a la Real Sociedad, que puso contra las cuerdas a los franceses pero careció de pólvora ofensiva ante un rival que disparó a matar.
Si el dominio y las ocasiones estuvieron del lado de los donostiarras, la eficiencia del PSG, dirigido por Kylian Mbappé y secundado por Bradley Bracola, acabaron por desarbolar el orden del equipo de Imanol Alguacil, obligado a la gesta en Anoeta.
No fue un resultado merecido por lo visto en el terreno de juego, pero la Real firmó un quinto duelo consecutivo sin marcar y pagó cara esa candidez en el área.
El conjunto de Luis Enrique se llevó una cura de humildad en el juego, pero demostró que con pocas ocasiones es capaz de sacar adelante partidos que se le atragantan.
Y aprovechó los dos únicos desajustes defensivos, nacidos ambos de los problemas físicos de Traoré, para llevarse una renta muy alta.
Ni el pedriguí del estadio, ni la ruidosa afición, ni la altura del cartel, ni los quilates de la plantilla rival acomplejaron a los de Imanol Agualcil, que se plantaron en el Parque de los Príncipes con su lección bien aprendida, buscando sublimar lo que tantos años llevan haciendo bajo la batuta de su técnico.
Altas las filas, agresiva la presión, impecables los ajustes, los donostiarras sacaron la cabeza por encima de un PSG que acabó nervioso, tiritando ante la lección de fútbol recibida.
Ni un minuto tardó André Silva en avisar, en un disparo que se escapó por centímetros y que no fue más que el primer aviso de lo que iba a ser el primer tiempo.
Una pérdida de balón cinco minutos después por Zubimendi permitió a Mbappé testar los reflejos de Remiro, pero no fue más que un espejismo. La Real había decidido llevar el duelo al alambre, al filo de una navaja en un riesgo alto si se tiene en cuenta que arriba el PSG tiene dinamita a raudales.
Los de Alguacil se acercaron más al área de Donnarumma y, aunque dispusieron de ocasiones, les faltó acierto, claridad en el último pase o disparo. No lo hicieron entre los tres palos.
Fue Take Kubo quien más apuros llevó a la defensa parisiense, por un flanco derecho en el que el brasileño Lucas Beraldo sustituyó a Lucas Hernandez, en su debut en Europa, incómodo ante la insistencia ofensiva del japonés.
Fue un peligro constante que obligó a los franceses a recular líneas, a guardar la ropa y a dejar metros a los "txuri urdin", que amagaban una y otra vez, aunque sin acierto.
Kubo en el 17, Silva en el 21 en un buen cabezazo y, sobre todo, Merino, que se estrelló con el larguero cuando ya se había consumido parte del minuto añadido por el colegiado.
El primer gol parisino llegó de la forma más inesperada en el minuto 58. En un equipo construido para el fútbol dinámico, Mbappé marcó en una jugada a balón parado, uno de los puntos fuertes de la Real, un saque de esquina que peinó Marquinhos para dejar solo al máximo anotador de la historia del PSG que fusiló a Remiro.
El único desajuste defensivo donostiarra, con Traoré en la banda atendido por problemas físicos y Kubo incapaz de detener al campeón del mundo.
El cuarto tanto del delantero francés en esta edición de la Liga de Campeones desestabilizó a la Real Sociedad.
Se vino arriba el Parque de los Príncipes y también el PSG, que respondió a las órdenes de Luis Enrique desde la banda, que llamó a la carga para profundizar en la herida y que pudo agrandarla en el 64 con un potente disparo que Remiro desvió lo justo para desviarlo al larguero.
El castigo llegó seis más tarde en una internada por la izquierda de Barcola que la defensa "txuri urdin" no acierta a parar y que le permitió lograr el segundo para su equipo.
Se serenaron los franceses y les faltó aliento a los donostiarras, que aunque lo intentaron no espantaron el fantasma que les niega el gol. Pacheco la mandó alta en el 88 y ya no hubo tiempo para marcar el tanto que les allanara el partido en la vuelta.