Llegaba el conjunto blanco al infierno del Stark Arena, que les abrió las puertas con una atronadora pitada en el calentamiento, para purgar allí sus pecados. El deportivo, que le había llevado a tirar el factor cancha por tierra al perder los dos enfrentamientos en casa. Y el de la ira, desatada sobre la cancha en el cara a cara más reciente, con un todos contra todos que causó sonrojo y sanciones llamadas a condicionar el tercer envite.
Así, los anfitriones se presentaron sin dos grandes referentes como Kevin Punter y Mathias Lessort. Y el rival desprovisto de otros dos jugadores importantes como el francés Guerschon Yabusele y el argentino Gabriel Deck. Ante esas bajas, todo se hacía más incierto y entraban en la ecuación factores como la capacidad de dar un paso al frente de algunos efectivos o el público.
Este tuvo un papel relevante en el inicio, empujando a los suyos y haciendo ruido cada ataque de un Real Madrid apocado que falló de pleno durante dos minutos y medio. Mientras el Partizán se recreaba en cada ataque hasta firmar un intimidante parcial de salida de 12-0.
Taponó la herida Williams-Goss con dos libres y, roto el hielo, comenzaron a evolucionar los de Chus Mateo hasta situarse a cuatro. Duró poco la felicidad, hasta que el equipo serbio encendió la máquina de hacer triples para alejarse de nuevo y mantener una renta cómoda a la finalización del primer cuarto (32-19).
A esas alturas necesitaban soluciones los madridistas. Y fue entonces cuando apareció Tavares. Alcanzado pases casi en el techo del pabellón y moviéndose con soltura bajo el aro, dando el callo además en la faceta reboteadora, dejó seis puntos en un parcial de 0-9 durante un tramo donde el Partizán estuvo cuatro minutos sin sumar. Esa reacción estimuló al Real Madrid hasta dejarle solo a dos con el paso de los minutos y con opciones incluso de ponerse por delante justo antes del descanso (48-45, min.20).
Tras el paso por el vestuario, los visitantes salieron deseosos de completar la hazaña. Eso les llevó a recurrir a los intentos de triple sin demasiado acierto. Pero ante un contrario que también fallaba, certificó su intención cuando se cumplían cuatro minutos del tercer acto gracias a un lanzamiento exterior exitoso de Mario Hezonja. A partir de ahí, se encontraron los de blanco mucho más cómodos. Y eso les ayudó no solo a resistir las acometidas del Partizán, sino a marcharse por delante (63-66) al paso por banquillos de la media hora.
Por delante, una batalla de diez minutos a todo a nada para el cuadro español, ante una grada a la que le quedaba gasolina para apretar hasta el final y un equipo acariciando la final a cuatro. A todo eso se sobrepuso durante siete minutos, aguantando el equilibrio a base de intensidad pero de nuevo desperdiciando oportunidades para abrir la brecha.
Ni siquiera un triple de James Nunnally que volvió a poner por delante a los de Zeljko Obradovic descompuso al Real Madrid. Insistiendo en Tavares como carta ganadora, lograron llegar igualados a 77 puntos a falta de 45 segundos. Sin embargo no fue el pívot sino Williams-Goss, el otro talismán de una tarde ya para el recuerdo, quien selló la victoria con un triple con solo 25 segundos por jugar.