OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Puigdemont intentó gobernar por plasma pero ha sido tumbado por la pantallita de un móvil"

Desde el 'Luis, sé fuerte' no se recuerda una captura de móvil más reveladora.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 01.02.2018 07:53

De la hipocresía. Del disimulo. De la mentira.

Lo de menos es si este Comín, el politólogo que va cambiado de partido según sopla el viento, es torpe o es Bruto. Torpe porque le pillan o Bruto, por el Bruto traidor a Julio César.

• Lo de más es que los discursos que hacen en público los desmienten ellos mismos en privado y que la fe que manifiestan en el triunfo es falsa.

• Lo de más es que ya no cabe fiarse de nada de lo que dicen. Ni Comín, ni Puigdemont, ni sus abogados. Imposible superar el ridículo que hizo ayer el abogado Boyé, soltando a primera hora la milonga de que el Carles que enviaba mensajes a su cliente no era el que todos pensábamos, el Carles de Flandes.

Clarísimo, abogado. Su desparpajo para contar trolas.

• Lo de menos es que se escandalicen ahora, los afectados y sus abogados, porque les hayan capturado una conversación privada en la pantalla. El objetivo último no es capturarles la pantalla, sino capturarles a ellos y llevarles al Tribunal Supremo.

• Lo de más, lo interesante, es que en el día en que se difundieron los mensajitos que el fantasma flamenco le envió a su compañero de fuga auto escribiéndose una especie de epitafio —"ay, Comín, que los nuestros me han sacrificado; ay, que ha ganado Moncloa; ay, que lo que me quede de vida lo dedicaré a limpiar mi reputación dañada; ay, ay, ay"—, todas las declaraciones que al respecto hicieron los dirigentes del PDeCAT y los de Esquerra sonaron perfectamente falsas en su escándalo por la revelación de una conversación privada y perfectamente ciertas en el desdén hacia el fugado.

Los pocos que se animaron a hablar en el PDeCAT fue sólo para decir que el procés sigue vivo y que de sus comentarios privados tendrá que hablar el interesado. Los muchos que se animaron a hablar en Esquerra fue para subrayar estas dos palabras: de momento. Puigdemont sigue siendo el candidato a la investidura de momento.

Pues eso, que de momento no han cambiado de candidato.

Ni una voz en el independentismo alzándose para decirle a Puigdemont "president, oh, mi president, no te rindas ahora, no te vengas abajo, no pienses ni por un momento que nosotros, tus apóstoles, te hemos negado".

El serial entra en una fase de guión incierto.

El protagonista ya no funciona. Cuando te pones tú mismo la mortaja cuesta convencer al público de que estás tan vivo como siempre. Pero entre el resto del reparto nadie tiene narices para dar un paso al frente y postularse como nuevo actor principal de la trama.

Si permites que una sola persona se apropie de todo el movimiento independentista, que todo gire en torno a él, todo pase por él, que el éxito o el fracaso se mida en función de cómo le vaya, de lo airoso que salga de cada numerito que monta y cada golpe de efecto que trama, te condenas a ti mismo a que el día que el profeta quede en evidencia se interprete que ha quedado en evidencia todo el proceso y todos los que lo impulsan.

El episodio sonrojante de los mensajes es un colofón a la altura de lo que ha sido la peripecia puigdemoniaca. Un destape autoparódico. El tipo que intentó ser presidente por la pantalla de plasma, tumbado por la pantallita del móvil.

Es verdad que podía haber sido peor.

Imaginen que hubiera sido cazado Puigdemont enviándole al colega Comín mensajes todavía más explícitos. Más reveladores aún del cuentismo que ha dirigido el proceso. Un guasap que dijera…

"Si yo ya sabía que esto de la República era un cuento, Comín, lo sabíamos todos". O…

"Si todo ha sido un espantajo para que no me hagan rendir cuentas por mi mal gobierno".

"Ay, Comín, hemos llevado Cataluña al abismo, sí, pero ¿y lo bien que nos lo hemos pasado, qué, compañero? Que nos quiten lo bailao, camarada".

"Comín, chico, si yo no quiero ser president. Sólo quiero incordiar. Tocarle las narices a Mariano. PuigdeTrol me están llamado en la radio".

"¿Has visto lo de Junqueras, Comín? Publica un tuit para recordar que lleva noventa días en prisión, el tío quejica. Me vas a comparar la austeridad de mi suite de Bruselas con las comodidades de Estremera".

"Tengo que ir un momento al baño, Comín. Estoy metabolizando la butifarra que me ha hecho Torrent. No me contengo".

"Oye, Comín, ¿tú prefieres Catar o prefieres Laos? Tratado de extradición no tiene ninguno. Dime algo".

Éste es el asunto. Que los profetas de la transparencia mienten más que hablan. Que al público le sueltan un sermón y en privado se confiesan.

El señor de los ha tenido la reacción más tonta posible: admitir que todo lo que se está contando es verdad, que todo eso tan revelador sobre tu cuentismo lo escribiste tú, que tú se lo enviaste, en efecto, a tu confesor Comín, pero ponerte luego muy digno con los límites del periodismo y la revelación de secretos. "Soy periodista", recuerda Puigdemont para incomodidad del resto del oficio, "soy periodista y siempre respeto los límites de la privacidad".

Aquí el amigo de Julian Assange, el de wikileaks, escandalizado porque se difundan mensajes confidenciales. Esto es de traca.

Los dirigentes independentistas que hicieron bandera de aquella conversación privada (también lo era, sí) entre Fernández Díaz y Daniel de Alfonso, rasgándose ahora las vestiduras porque se ha difundido una charla personal.

• Aquí nadie ha asaltado los servidores informáticos de nadie.

• Nadie le ha hackeado el móvil al politólogo Comín.

• Nadie se lo arrancado de las manos para ver lo que esconde.

• Nadie ha hecho nada más que estar atento a lo que estaba a la vista. Y lo que estaba a la vista era la llorera puigdemoniaca.

Ponerse a denunciar que le han robado su intimidad es de primero de prescolar. La pataleta que sólo añade bochorno al descrédito.

Él fugado sostiene que él, como periodista, siempre ha respetado los límites. ¿Y como president de la Generalitat qué límites respetó? El autor de la doctrina según la cual la voluntad popular no tiene limitación alguna, ni siquiera la de las leyes que defienden la igualdad de derechos y obligaciones.

La unidad, decía en público, para triunfar, mientras se daba por jo…robado en privado.

En el capítulo de ayer del serial interminable, al ex presidente le dio un bajón.

Porque, como dice él, es humano. Es humano y, a veces, duda.

Bueno, en sus mensajes hay poca duda.

• No duda de que los suyos están intentando deshacerse de él.

• Y no duda de que esta batalla la ha ganado la Moncloa.

Pero admitamos que es un hombre que duda.

¡Dude usted, Puigdemont, dude!

• Dude de que tenga usted derecho a hacer girar toda Cataluña en torno suyo. Y de sus circunstancias personales. Y judiciales. Y penales.

• Dude de que la Cataluña de hoy sea mejor que la que usted empezó a gobernar hace dos años.

• Dude de que "independentismo" sea sinónimo de vulneración de las leyes.

• Dude de que el nacionalismo sea compatible con los principios del europeísmo que usted, de boquilla sólo, defiende.

• Y dude. Dude de que haya habido alguien antes de usted que le haya hecho más daño al autogobierno de Cataluña.